LIADAN
Le he prometido a Alar que me olvidaré del resto de los muertos que pululen por Edimburgo, pero es una promesa imposible de cumplir. Por el amor de Dios, ¿qué espera? No puedo dejarlo correr. Creo que me he pasado la vida viendo muertos entre los vivos y los quiero reconocer. Yo me digo que es por mi vocación científica, pero mi morbosa curiosidad tiene mucho que ver en el asunto. Aún estoy esperando a que el estado de shock acabe y me vuelva loca de puro terror. A que reaccione como lo haría una persona normal en esta situación. Pero quizás ésta es la forma natural de reaccionar y yo no lo sé. ¿Quién puede saberlo? Dudo mucho que encuentre una asociación de «observadores de muertos» con los que contrastar sentimientos.
Como tengo todo el fin de semana para mí sola, pues Aithne se va a casa a ver a sus padres, decido que es un buen momento para empezar mis pesquisas. Y me voy sobre seguro. A Bobby lo considero ya un amigo, pero aún conozco a otro fantasma al que no me he presentado: Annie.
Ser la protegida del respetado profesor McEnzie tiene sus ventajas, y voy a servirme de una de ellas. Durante la hora de comer ya he ido a verle a su despacho y le he comentado lo del trabajo de historia, y lo mucho que me serviría poder visitar el Mary King's Cióse sin el agobio de los grupos turísticos para poder documentarme. A Malcom le consta que soy muy aplicada en mis estudios, y sabe que soy sensata y responsable, así que no tarda ni un minuto en llamar al encargado del callejón más famoso de Edimburgo para pedirle como un favor especial que me dejen bajar una vez finalizados los turnos de visita. Sé que no le ha costado nada conseguirlo cuando Malcom le pregunta a su interlocutor que cómo le va a su hijo por Estados Unidos, y si su hija se va a casar pronto. Sonrío con orgullo.
Así que a las siete ya estoy preparada para hacer mi visita, con la sobria ropa de niña buena bien arreglada y mi mejor cara de tengo mucho que aprender para sacar muy buenas notas. El personal del callejón me recibe con gran cordialidad, di-ciéndome lo orgulloso que está Malcom de mí, y prácticamente se sienten abochornados cuando me recuerdan que no debo tocar nada. No tienen que preocuparse, les digo con aplomo. Al fin y al cabo no voy a tocar nada que ellos puedan ver.
Cuando bajo hacia el subsuelo de la ciudad, en ese pequeño pueblo abandonado que es el Mary King's Cióse, vuelvo a sentir la conocida opresión en las vías respiratorias que me hace preguntarme cómo pudo nadie sobrevivir durante años, quizás toda una corta vida, aquí abajo. Aunque me he reído cuando los guías me han dicho que apagarían los sonidos ambientales para que estuviera más relajada, ahora se lo agradezco. Este sitio da bastante miedo visitándolo sola como para tener que ir acompañada encima de los susurros, los goteos, los martilleos y los quejidos de las puertas. Avanzo decidida hacia el cuartito de Annie, aunque no dejo de fijarme en el recorrido por si hay alguien más viviendo aquí. No veo a nadie, y eso me alegra. Deseo ver fantasmas, pero no que aparezcan de súbito delante de mí. Y no dejo de pensar en las advertencias de Alar.
No puedo evitar estremecerme cuando llego a la habitación de Annie. Es a ella a quien venía a buscar, pero la parte racional de mi mente esperaba no ver nada más que el jergón del atrezo y el baúl lleno de juguetes. Pero ahí está Annie, mirando todavía con anhelo los objetos con los que nunca podrá jugar, como hace cada día desde quién sabe cuándo. Como si no pasara el tiempo, tal como dijo Alar. Annie no parece ser consciente de que lleva décadas mirando esos juguetes, y que no va a cambiar nada. Está arrodillada junto al baúl, que es casi más grande que ella, con el vestido sucio y raído y las pústulas destacando en su rostro desvalido y su cuello frágil. Es la viva imagen del desaliento y noto cómo la garganta se me cierra en un nudo doloroso.
Annie debe de saber que estoy aquí, pero ni siquiera se molesta en mirarme. Seguro que hace ya centurias que ignora al resto de la gente. Estoy convencida de que al principio imploraba mimos y caricias, un amor que toda niña busca, pero debió de cansarse de atravesar a gente indiferente mucho tiempo atrás. No tengo claro cómo abordar la situación, no quiero asustarla. Ni que ella me asuste a mí. Que de pronto un vivo le hable seguro que la turba y la atemoriza. Así que decido que tengo que ser dulce y paciente.
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TAIHBSE
أدب المراهقينPrimero que nada, debo decir que esta historia no me pertenece a mí, sino que su autora, es la escritora Carolina Lozano. **************************************************************************** En Escocia abundan los fantasmas y muchos escocese...