capitulo 28

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LIADAN

¿De verdad no quieres que venga mañana? —le pregunto a Alar.

Me cuesta creer que se haya puesto del lado de Aith. Ella me ha pedido que pase con ella la tarde de mañana, que pasemos un sábado de chicas como antes, y él está de acuerdo. Opina que Aithne podría sentirse desplazada. Pero es mi amiga, y yo estoy segura de que lo comprendería. De hecho hasta se me hace raro que me lo haya pedido, cuando hasta ayer me animaba a que pasara cuanto tiempo pudiera con Alar.

—Es el único día que podemos pasar solos —le insisto a Alar en la sala de archivos, pese a que con lo tarde que es ya casi no quedan alumnos en la biblioteca.

—Lo sé —y suspira con algo que me parece tristeza. Si no quiere que me separe de él, ¿por qué me anima a no venir mañana?—. Pero será lo mejor.

—Está bien —le respondo dolida—. Si no quieres verme, no vendré.

Salgo del despacho antes de que pueda retenerme. Estoy enfadada y necesito verter mi frustración contra él. Consciente de que me sigue, no pienso darle la oportunidad de calmarme. Me apresuro, porque he visto que Evan está recogiendo las cosas del cubículo en que estudiaba.

—¡Evan! —le llamo, ya sin molestarme en bajar la voz porque es el último alumno que queda en la biblioteca.

—Hola, Lia —me responde sonriente.

No suelo iniciar conversaciones con los demás por mí misma, así que se siente gratamente sorprendido.

—¿Me esperas y salimos juntos?

—Claro.

Ignoro a Alar, que revolotea a mi alrededor impotente por la presencia de Evan, mientras recojo mis cosas de la mesa en que había estado estudiando. Ahora que estamos en período de exámenes, el bibliotecario viene también por la tarde y ya no tengo que supervisar la biblioteca yo. Alar trata de convencerme de que no piense que no quiere verme, pero yo le ignoro y me centro sólo en la conversación de Evan, que me cuenta que el otro día me vio en el Red Doors pero que como estaba rodeada por los Lost Fionns, el grupo de Keir, no se acercó.

—Ya podemos irnos —le digo cuando me he puesto el abrigo.

Alar me retiene del brazo, así que lo miro con el ceño fruncido. Me suelta, porque sabe que no puede montar una escena.

—No puedes pensarlo en serio, Liadan —me dice cuando salgo por la puerta con Evan.

Sonrío, una sonrisa malévola. Claro que no pienso que no me quiera, pero se merece sentirse inseguro por impedirme venir a verle mañana.

El sábado ni Aithne ni yo estamos de ánimos para estudiar y, cuando empieza a caer la tarde, nos vamos a nuestro pequeño reducto de paz, el Crichton Castle. Hoy vuelve a ser un día nublado, pero no creemos que nieve. La temperatura es baja, pero no tanto. Extendemos nuestros impermeables sobre la hierba del camino que lleva al castillo y nos acurrucamos en nuestros abrigos. Saludamos con la mano a los últimos turistas que, abandonando el castillo, regresan de vuelta a sus vehículos.

—Es curioso —le digo a Aith cuando ya no queda nadie, después de saludar con la mano a los guías y vigilantes del Crichton, que se van dejándonos solas en el camino—. Ya no me siento una turista aquí.

—Es que no lo eres —me responde Aith con una sonrisa—. Tú eres tan de aquí como muchos escoceses. Te quiero, y sigo sin querer que te vayas, Lia.

Yo también sonrío, Aithne no pierde oportunidad de tratar de convencerme de que me quede. Pero me emociona su sinceridad, y le cojo la mano para estrechársela; con Alar y con ella me siento completa. Ya ni siquiera me sorprende que la parte de mí que quiere darle la razón sea la más convincente.

TAIHBSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora