ALASTAIR
Vuelvo sobre mis pasos en cuanto me aseguro de que Liadan ha entrado en el castillo, obligándome a tratar de pasar desapercibido aunque me resulte extraño y complicado. Cuando el castillo se convirtió en instituto me lo tomé con resignación y me acostumbré a ser silencioso. Mi existencia dependía de ello, pues si yo hubiese tratado de ahuyentarlos, al final ellos hubiesen tratado de ahuyentarme a mí también. Pero han pasado muchos siglos desde la última vez que me importó que pudieran verme, y ese pensamiento me hace estremecer. Porque no entiendo esta situación, y mucho menos la controlo. Me detengo en la esquina del edificio y miro hacia arriba, esperando a que se apaguen todas las luces de la biblioteca y pueda estar seguro de que ella no va a verme por las ventanas de la sala de lectura. Tarda en irse más de lo que hubiese esperado, y deseo que el dolor de cabeza no le esté dando problemas. Porque siento haberla golpeado.
Mientras sigo en la esquina, medito sobre mi comportamiento, pues no sé cómo se me ha ocurrido llevarla al cementerio. Supongo que es otra de mis costumbres, tan obsesivas como inevitables, la de encaminarme hacia allí en cuanto salgo al jardín y camino por el bosque. Pero lo peor es que por un momento se me ha ocurrido la idea de arrastrarla conmigo al otro lado. No la mato, y de repente estoy pensando en llevarla conmigo como si fuera el móvil, los libros o alguna pieza de ropa. Estoy descubriendo la parte de la naturaleza que menos me gusta de mí, y me asusta que pueda tener repercusiones en ella.
Suspiro cuando al fin se apagan las luces de la biblioteca y vuelvo hacia el lago, donde Caitlin ya me está esperando. Ése es el motivo por el que he tomado la senda norte para volver del cementerio, pues temía que Liadan pudiera ver a Caitlin también si pasábamos junto al lago siendo ya el atardecer.
—Tenías razón —le digo a Caitlin cuando me siento a su lado a mirar el remanso de agua que fue su tumba y es su hogar—. Ha empezado a recelar. Es una joven lista, más de lo que le conviene. Pero la he engañado, y trataré de que no vuelva a tener sospechas. Eso es lo bueno de estos tiempos, que la gente es incapaz de creer cosas que no puedan ser verdad.
Caitlin me mira a través de los cabellos siempre húmedos.
—Álastair... —me dice en tono ominoso—. Te has encaprichado —sentencia.
—Supongo que sí —reconozco, porque he visto la obsesión en otros de los míos y sé que es lo que tengo yo: obsesión por Liadan—. Pero hacía mucho tiempo que no hablaba con uno de ellos,
Caitlin. Tengo curiosidad, y tienes que estar de acuerdo conmigo en que difícilmente tendré otra oportunidad como ésta.
Caitlin suspira; ella, que sólo puede apartarse unos pasos más allá del lago, comprende mejor que yo la necesidad de sentir a otros cerca. Sin embargo, es realista cuando añade:
—Pero acabarás haciéndole daño. Todos lo hacemos, tarde o temprano. Está más lejos de ti de lo que te parece ahora. Y ten en cuenta que si descubre la verdad, podría hacer algo contra nosotros. Quién sabe lo que podría conseguir la ciencia actual, quizás podría acabar con nosotros —se estremece, y desvía la vista hacia el agua del lago—. No me puedo creer que te vea tan normal como para creer que tú también eres uno de ellos...
—A mí también me da un poco de miedo. Me pone nervioso estar junto a ella. Es tan... —intento encontrar la palabra apropiada para describir el hecho de que sea capaz de comunicarse conmigo de esa forma tan innatural—. No lo sé, tan extraña.
—Me pregunto qué tendrá de especial —murmura Caitlin sobrecogida—. ¿Crees que también podría verme a mí? ¿O a otros?
—No lo sé, pero espero no tener que comprobarlo. Cuanto más tiempo siga ignorando nuestra existencia, más vivirá. Lo importante es que sobreviva hasta que vuelva a su país.
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TAIHBSE
Teen FictionPrimero que nada, debo decir que esta historia no me pertenece a mí, sino que su autora, es la escritora Carolina Lozano. **************************************************************************** En Escocia abundan los fantasmas y muchos escocese...