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Capítulo 1: ¿Quién sos?

—¡Adiós pequeña! ¡Te voy a extrañar como a nadie! —grité con lágrimas en los ojos mientras el chofer alejaba el auto donde yo me encontraba de mi hermanita. De mi casa. De mi antigua vida.

Lucy gritó que me amaba y que me iría a visitar.

Lloré durante gran parte del viaje. Me sentía como una niña pequeña a la cual le habían quitado su dulce favorito pero... es que... ¡No es justo que esto me pase a mí! ¡Yo soy una chica buena! ¡No fumo, no me drogo, soy virgen! Pero la vida es injusta, como dice mi madre.

Cuando dejé de llorar, debido a que ya no había más agua que pudiera sacar de mi organismo, el chofer dijo:

—Querida, ¿lista para una nueva vida? ¿Un nuevo comienzo? ¡Podrás ser quien tu quieras, no sé porque lloras! No todos tienen el placer de poder empezar de nuevo. Aprovéchalo.

No respondí y el auto se sumió en silencio. Entonces, me dormí.

Tiempo después abrí los ojos y noté que estábamos en una zona desértica. Nos habíamos alejado de la gran ciudad. Ahora era sólo campo. Algunas vacas, capaz, pero no había gran cosa.

Suspiré.

—¿Cuánto falta? —pregunté.

Mi voz salió ronca y podía sentirme las ojeras. ¡Mierda, sí que voy a dar una buena primera impresión, eh!

Busqué mi bolsita de maquillaje en mi mochila mientras el chofer me respondía.

—Faltarán unos 35 minutos, señorita.

—¡¿Tanto?!

—El Internado Grimore, aunque se encuentra bastante alejado de la ciudad, es de los mejores del país.

No respondí, puesto que no me interesaba esa conversación. No me importaba que tan bueno fuera el Internado Grimore, yo quería quedarme con mi hermanita, mis amigos y mi familia, con mi enseñanza en casa. Si, en mi vida nunca había ido a un colegio, ¡por qué tengo que empezar a los 16!

Pestañee para no largarme a llorar y empecé a retocar mi base. Me delinee los ojos y les apliqué rímel, ambos productos a prueba de agua. Me pinte los labios con un color suave, y ya estaba de nuevo híper presentable. Practiqué mi sonrisa un par de veces, hasta quedar encantada con el resultado.

—Mucha producción —dijo el chofer.

—Mucho dolor —contraataqué.

Rió levemente sin añadir nada más sobre el tema.

—En diez minutos llegamos, capaz menos. ¿Lista?

—No —contesté, sincera.

•••

—Despierte, señorita. Llegamos.

Obedecí y quedé enmudecida. El lugar era precioso. Un palacio. Nos encontrábamos detrás de unas rejas, que pronto abrirían para dejarnos pasar. El campus estaba rodeado por una elegante muralla, y debían ser unas seis manzanas o más.

Los edificios tenían una arquitectura excelente y antigua. Ese lugar era, en serio, increíble. No había otras palabras para describirlo.

Pero, aun así, mi casa era indudablemente mejor.

—Bueno, señorita Adelaida, usted sabe por qué vino acá, ¿cierto?

—Si, para poder llevar la vida de una adolescente normal —contesté, rodando mis ojos.

Internado Grimore (Adelaida D'Angeles 1) -Editando-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora