16

45 5 0
                                    

Capítulo 16: Arriba de un árbol

-¡Es toda tu culpa! -grité.

Estábamos en el parque y ¡mi helado se había caído! Pero es todo culpa de Lucas, oh si, él me empujó y ahí fue cuando el helado se cayó.

-¡Pero si te tropezaste sola! -exclamó.

-¡No mientas! ¡Me empujaste a propósito!

La gente nos empezaba a mirar, mientras susurraban entre ellos.

Lucas se empezó a reír de mí, seguro que había hasta humo saliendo por mis orejas. ¡Mi helado!

-¡Deja de reírte!

-Tranquilízate, nena -dijo, entre risas.

En un arrebato de furia, agarré su helado y se lo tiré en la cara. Entonces, la que reía a carcajadas era yo y el enojado, él.

-¡Adelaida D'Angeles, pagarás por esto! -gritó y comenzó a acercarse a mí.

Corrí por todo el campus y los estudiantes nos miraban divertidos.

-¡Cuidado! ¡Perdón! ¡Cuidado! -gritaba mientras me abría paso entre la gente.

Y, de repente, volvía a estar en el mismo lugar que antes. ¿Le había dado toda la vuelta al internado? Frené, cansada, y me sorprendió no ver a Lucas siguiéndome. Vaya, seguro parecía una estúpida.

-¡Ay! -grité cuando me tiraron encima una bolsa de ochocientos kilos y caí al pasto.

De repente, la bolsa se empezó a reír y me pegué un buen susto al darme cuenta de que era Lucas.

-¿Pensaste que safarías? -preguntó, dándome vuelta para quedar sentado arriba de mi panza.

-Lucas, salí de arriba mío, corrí toda la vuelta al internado, ¡¿sabes cuánto es eso?! Necesito respirar.

Sin moverse, comenzó a reírse como si le hubiera contado el mejor chiste.

-¿Qué pasa ahora? -gruñí.

-¡Corriste alrededor de un edificio, no del internado entero, estúpida!

Mis mejillas se tiñeron de rojo mientras él reía. En mi defensa, ¡el edificio ese era enorme!

-¡Deja de reírte! -exclamé, harta.

-Es cierto -dijo y me miró, enfadado. ¿Cómo hacía para dejar de reír tan rápido? -Me debes una, tiraste mi helado.

-¡Vos tiraste el mío! ¡Estamos a mano, Lucas!

-¡Oh, no! ¡No estamos a mano! ¡Yo pagué los helados!

-¡Y a mí que me importa! ¡No pude ni comer la mitad! ¡Ahora tengo hambre!

-¿Ah, sí? -dijo, acercándose.

-¡Si! ¡Tengo hambre y no cualquier tipo de hambre, del hambre en el que sólo queres un...!

Me interrumpió, callándome con un beso, el cual al principio no correspondí. Hasta que me di cuenta de algo, su boca sabía a helado. No era la forma en lo que lo quería, no exactamente, pero era mejor que nada, así que lo besé también. Bueno, por el helado y porque quería, a quien engaño.

Internado Grimore (Adelaida D'Angeles 1) -Editando-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora