Capítulo 5 - Viaje

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Viaje

Los muros fueron levantados, por alguna manera decirlo. Pequeñas rocas delimitaban apenas un área de 20 metros cuadrados, en el centro, los restos de un gran árbol que funcionaba como mesa y de asientos, un par de leños cortados por Elros. Todos ocuparon su respectivo lugar con gran entusiasmo. Eáránë sacudiendo sus manos del polvo que había en las rocas dijo:

- Ahora que tenemos un lugar a donde regresar, ¿qué haremos?

- Quiero entregarles a todos algo.

Mablung extendió su mano al centro de la mesa dejando mostrar sobre su palma cinco pequeñas rocas de bordes suaves y forma casi circular. Todos un poco extrañados tomaron una sola pieza que poco después resplandeció sobre las manos de sus portadores.

- Este será nuestro símbolo de unidad. Les pido por favor que nunca lo pierdan y siempre lo tengan con ustedes, les otorgará una pequeña protección y siempre estaremos comunicados.

Alassea soltó una pequeña sonrisa al ver el resplandor de las pequeñas rocas.

- Sin duda alguna eres inteligente Mablung, no sé exactamente que puedas hacer, pero esto resultará muy útil.

- No es importante lo que pueda hacer, lo que nunca debemos olvidar es lo que todos podemos hacer por los humanos.

Mablung tomó un poco de tierra entre sus dedos para dibujar en el centro del tronco mientras hablaba.

- Nosotros no buscamos poder, sino equilibrio. Trabajaremos en la sombre y nunca nadie sabrá de nuestra existencia. Seremos aquellos que ofrezcan una espada al desarmado y le quitaremos sus escudos a los injustos. Educaremos a todo aquel que quiera controlar su poder sin nuca someterlo ni obligarlo. Actuaremos dentro de un estricto código que abarcará más allá del bien y del mal. Nosotros no provocamos guerras, las terminamos, nosotros no provocamos miedo, sembramos respeto, nosotros no imponemos, proponemos, nosotros jamás, pero jamás tomaremos la vida de alguien, no importan los actos que haya cometido, una vida es una vida y debe ser respetada. Nosotros somos los primeros seguidores de Gelmir Mithrandír, realizaremos su visión aunque nos pueda costar la vida.

El dedo se retiró lentamente, dejando al descubierto la figura de un lobo sobre las vetas de madera. Todos miraron fijamente la ilustración, observando cada detalla, curva y punta, memorizando su forma y su significado. Con un muy suave tartamudeo Ainariël preguntó:

- ¿Por qué un lobo?

- Me parece pertinente que sea un lobo, la criatura que robó y entregó las habilidades al gran maestro.

- ¿Robó?

- Así es, por eso se encontraba mal herido en el bosque. Desafió las leyes que rigen a la naturaleza para evitar el supuesto destino del hombre.

- Entonces esa criatura sacrificó su vida.

- En efecto, y merece nuestro respeto, como todo ser vivo en este y cualquier lugar que visitemos.

Elros con una voz firme y mirada desafiante le preguntó a Mablung:

- ¿Cómo es que sabes todo eso?

Con una pequeña sonrisa y tomando su roca contra su pecho responde con total firmeza y convicción.

- Hace tiempo encontré en Siracusa algo extraño debajo de un enorme árbol. Una especia de labrado que se encontraba sobre ningún material.

Elros interrumpió con un golpe sobre la madrea.

- Hablas sin sentido alguno, no es posible...

- Tranquilo, déjame terminar el relato.

Con las suaves y lentas palabras de Mablung, Elros recargó su cuerpo sobre la mesa y lanzó una mirada filosa como cuchilla, no perdería ni un solo detalla de las palabras que estaría por escuchar.

- Como decía, se trataba de una imagen que no se encontraba ni sobre la tierra, piedra o madera, no estaba tallado o pintado, simplemente se encontraba ahí, comencé a quitar las raíces del enorme árbol sin mayor dificultad, como si me permitieran pasar, minutos después la imagen se encontraba completa y un resplandor blanco emanó del lugar junto con una voz... "Cinérea" admito que el miedo me invadió, pero conocía el lugar... recién mi esposa e hijos fallecieron en la tonta guerra de la gran muralla... no tenía nada que perder y partí a Cinérea. Ocurrió lo mismo ahí, otro símbolo escondido y la misma voz... "Cnido", y así fue mi travesía. Sifnos, Sición, Tebas, Corinto, Etrusco, pero en Atenas la voz no me indicó más lugares. Ahí fue donde obtuve mi poder... y también la historia del gran maestro.

- Una historia difícil de creer.

- Claro, es totalmente creíble que alguien nos puede transportar de un lugar a otro en segundos, o levantar a un jabalí y lanzarlo varios cientos de metros de distancia, o poder disparar a las alas de una mosca en pleno vuelo sin matarla. Acéptalo Elros, nosotros ya no somos humanos comunes y corrientes.

- ... Puede que tengas razón.

Sentí un gran alivio, el mensaje que dejé atrás, muchos años antes de la creación de aquella civilización aparecida de milagro, pudiera llegar a la persona correcta. Es mi hora de partir, pero me siento realmente feliz... puedo sentir la mirada de extrema felicidad de mi maestro... Amrod Tulcakelumë.

- ¡QUÉ HACES ERIK!

Maldito y desgraciado Cristian. Mi corazón parecía baterista de una banda de metal pesado. Del susto lancé el libro hasta el otro lado de la habitación... junto con un grito muy poco masculino.

- ¡Carajo Cristian!

Cristian se encontraba carcajeando a todo pulmón hasta llegar al punto de quedarse sin aire, mientras que yo intentaba evitar que mi pecho explotara.

- ¿¡Qué no sabes tocar la puerta!?

- Si lo sé, pero no fue necesario para este caso.

Miré extrañado del comentario... hasta darme cuenta que el mal nacido de Cristian se encontraba con la mitad del cuerpo en el jardín y la otra mitad en mi habitación.

- ... ¿De verdad?... intentas entrar por la ventana.

- Si.

- ... y te encuentras atorado ¿verdad?

- ... Solo digamos que la mitad de mi cuerpo lo está, la otra mitad ya se encuentra dentro.

Simplemente di media vuelta y dejé a la burla de escalador colgado en la ventana.

- ¡ERIK! Ayúdame. ¡ERIK!

Salté sobre el sofá y encendí la televisión hasta escuchar un fuerte golpe.

- Me alegra que pudieras entrar Cristian.

- Me alegra haber roto tu lámpara de noche.

Nuestras carcajadas llenaron la casa entera, segundos después Cristian me entregó las consolas de videojuegos y mi computadora.

- Pues como lo prometí, aún no puedo creer que pasaras el examen final.

Ni yo tampoco... esta puede ser mi oportunidad.

- ¿Puedo preguntarte algo Cristian?

- Si.

- ... ¿Qué fue lo que hice el último mes?

El Credo - Iniciación IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora