Capítulo 29 - Espera y respira

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Espera y respira

Los gritos frenéticos y el eco metálico de la guadaña de Vincent creaban una sinfonía que hacia estremecer los cuerpos. No quería perder un solo detalle pero hasta para mí era algo muy complicado. Tinúviel tomaba su tiempo para disparar su siguiente flecha, pero cada tiro era perfecto, hasta me daba la impresión que los ángulos que utilizaba eran imposibles. La versatilidad de Lúthien me dejó boca abierto, no solo por todo el repertorio de hechizos que esa mujer es capaz de dominar, sino su agilidad y velocidad en sus movimientos, parecía un gran felino, ligera como una pluma, silenciosa como una hija al viento y tan letal como ella misma. Vincent era el más caótico de los cuatro, carecía de estilo y estético al atacar, pero no le restaba puntos a su efectividad, nunca demostró disminuir su ritmo al golpear en ningún momento. Huor es quien más me intrigó, después de mantener un combate con él debería tener un panorama más amplio de sus capacidades... pero no logro entender de su potencial, su brazo parece ser su arma principal pero al mismo tiempo, parece que se contiene... como si no dejara salir toda su fuerza.

Merenwen no podía permanecer calmada, caminaba de un lado al otro soltando palabras que en su mayoría eran maldiciones, levantaba la mirada, oprimía sus puños y repetía. Fëanáro tomó lugar en el suelo junto a Idril y ambos cerraron los ojos, no parecían estar descansando, era más parecido a un estado de alerta. Finrod permaneció con la boca abierta sin decir nada y Nindë buscaba con gran apuro algo en su libro de hechizos, como si ahí se encontrará la solución. Los únicos realmente tranquilos eran los miembros del Clan y la Familia, curaban sus heridas y conversaban de cualquier tema sin apuro alguno, al notar eso mi rostro no pudo ocultar una combinación de sorpresa y repudio hacia todos ellos.

— No puedes juzgarlos así, todos ellos tienen mucha más experiencia en combate que ustedes. — Dijo Daimont mientras me tocaba el hombro.

— Simplemente no puedo entender su tranquilidad, parece que no entienden...

— Lo entienden mejor que tú. Ellos saben que si participan en la pelea solo serían un estorbo y pondrían a sus líderes en apuros, además, si llega el momento para combatir es mejor estar tranquilo para reaccionar de la mejor forma... en cambio ustedes... que puedo decir, son unos novatos. — Respondió Daimont con su toque de burla habitual.

Tensé la quijada y regresé la mirada al combate, me sentí totalmente insultado por el comentario... pero puede que tenga algo de razón. Me senté sobre el húmedo pasto, respiré lentamente y fijé mi mirada sobre Huor aunque el escudo de Daimont me impedía apreciar por completo el manto amarillo de Huor.

— ¿Es todo lo que tienes Linwëlin? — Gritó la sombra con gran excitación.

Huor soltó un pequeño suspiro y lentamente acomodó sus anteojos con su brazo izquierdo mientras relajaba su bestial brazo derecho.

— No me digas que piensas huir en un momento tan divertido como este. — Replicó la sombra con gran burla.

— En lo absoluto, solo estoy esperando el momento preciso. — Respondió Huor con aplomo.

— Ya no existe tan cosa, debes entender que tu tiempo ha terminado y has fracasado en tu misión, todos tus sacrificios y años de entrenamiento no valdrán nada después de hoy. — Dijo la sombra haciendo énfasis en cada una de sus palabras.

Huor no respondió a las palabras de su atacante, con una calma desesperante tocó el nudo de su corbata y la ajustó un poco, soltó una sonrisa y escuché un objeto que rompía el viento en dirección a la cabeza de Huor. Fue Tinúviel quien disparó aprovechando que el cuerpo de su compañero lo ocultaba de la sombra, el líder del Credo solamente tuvo que mover su cabeza unos centímetros para evitar el proyectil. La sonrisa de Huor estuvo a punto de volverse en una carcajada al notar que un hechizo de Lúthien alcanzó a la flecha a mitad de vuelo que incrementó su velocidad y envolviéndola en un aura violeta que se dirigía al rostro de la sombra.

— Que fácil. — Respondió la sombra al ver la flecha.

El enemigo decidió no evitar el impacto, meramente dejó que lo atravesará sin hacerle daño alguno. La punta metálica entró directamente en su frente sin enfrentarse a ninguna resistencia, Huor no quitó la mirada de su oponente mientras el resto de la flecha terminaba su recorrido, cada centímetro de madera hasta llegar a las plumas de la misma cruzaron por la Sombra de manera espectral.

— ... ¡AHORA! — Gritó Huor.

Vincent logró escabullirse detrás de la sombra un momento antes del disparo, cuando la flecha pasó a centímetros de su rostro tomó su guadaña y el borde filoso de la dorada hoja tomó impulso para arrancarle la cabeza a la sombra. El aire era cortado partícula por partícula hasta que llegó a tocar la fantasmal tela que cubría el rostro del enemigo, este tuvo apenas tiempo para esquivar el ataque. Un trozo de tela cayó directamente al suelo mientras que una pequeña daga de hielo fue creada en la mano de la sombra para responder a la agresión. Antes de poder dar una estocada a Vincent, este saltó hacia atrás para alejarse lo más posible de la sombra.

Las ánimas se detuvieron por un segundo mientras llevaban una de sus garras al rostro y expresaron dolor, aunque sea de manera mínima.

Justo frente a los pies de la sombra un par de gotas de sangre cayeron al suelo, seguidos de un silencio abrumador.

— ¿Quién diría que tú podrías sangrar? — Dijo Huor con satisfacción.

La sombra llevó una mano a su rostro y limpió la sangre que brotaba de él.

— Sangre... hace tanto tiempo que no veía mi propia sangre. — Dijo la sombra en voz baja.

Tinúviel, Lúthien, Vincent y Huor miraban la escena esperando que cualquier cosa ocurriera, Pero nada los preparo para lo que escucharon... creo que nadie estaría listo para ello.

— Muchas gracias Huor, con tu fracaso del día de hoy me has otorgado la victoria. — Respondió la sombra en un tono tétrico. — Cuando la sangre del elegido caiga sobre las bases de su obra, las nubes se tornarán negras, el sol se apagará y el regreso inminente de las pertenencias naturales regresarán a su verdadero dueño. Así las impurezas del invasor podrán ser erradicadas y la paz reinará en el mundo hecho de polvo de estrellas.

No entendí las palabras de la sombra... pero de alguna forma eran perturbadoras y no anunciaban nada bueno.

— Tienes un gran error al interpretar la profecía. — Replicó Huor — Debes ser el elegido para tomar ese poder y déjame decirte una triste verdad, no estás ni cerca de tomar el lugar de Gelmir Mithrandír.

Ese nombre... es... quien plantó las semillas... ¡EL LIBRO ROJO! Intenté decir algo al respecto pero mi boca no emanó ningún sonido nuevamente. Intenté con todas mis fuerzas gritar pero era inútil. El esfuerzo mental se convirtió en físico, cada uno de mis músculos se tensaron y empecé a sudar, mis ojos dolían, de un momento a otro bajé la cabeza por un pequeño espasmo en mi cuello y noté una silueta perfecta de una hormiga hecha con una energía de rojo claro, pude verla caminar hasta entrar en un pequeño orificio en el suelo, segundos después apareció la hormigo y siguió el mismo camino que había visto antes.

Levanté la mirada y el escucho de Daimont parecía un poco diferente, no era una esfera perfecta de un diámetro exacto, encontraba imperfecciones, lugares más delgados que otros, un movimiento un poco errático y fue donde encontré una fisura del mismo diámetro que el calibre de mi Beretta. Miré a Daimont quien me observaba con gran curiosidad, poco a poco mi cuerpo se relajó hasta que mi visión regresó a su estado anterior. No perdí más tiempo y me acerqué a mis compañeros para susurrarles al oído.

Fëanáro se mostró complacido, Finrod un poco temeroso, Nindë accedió sin replicar pero Merenwen mostró una gran duda que no pudo ocultar.

— Sabes que si te equivocas aunque sea por un poco el resultado podría ser aún peor. — Dijo Merenwen.

— Lo sé, pero prefieres quedarte aquí sin intentar nada. — Respondí con voz dura.

Merenwen suspiró, bajó la mirada por varios segundos hasta que con la cabeza aceptó lo que propuse. Si quiero que esto salgo bien más vale que Daimont no se dé cuenta.

El Credo - Iniciación IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora