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Sustituto
- ¿No te acuerdas?
- No es eso, perdí uno de mis carretes de la cámara y no lo encuentro.
- ¿No está en tu cuarto obscuro?
- No, ya busqué, además, era el que siempre cargaba por si me quedaba rollo.
- Y quieres que te haga recuento de lo que has hecho en los últimos meses.
- Tal vez lo puse en una mochila, una chamarra, en tu casa o algún lugar.
- Vale, pero primero asaltaré tú refrigerador.
- Tu bebida de siempre se encuentra en la puerta.
- Gracias Erik, tan considerado como siempre.
- Tu tono sarcástico en ocasiones es un fastidio.
- Por eso se llama sarcasmo.
Cristian caminó hasta la cocina en busca de su lata azul de bebida carbonatada, adicionada con vitamina B12 y taurina. No sospechó nada. Esta es mi oportunidad para descubrir todo lo que hizo mi sustituto con mi vida humana, será mejor no invadir con muchas preguntas directas o parecerá que no recuerdo absolutamente nada.
- ¿Tienes algo de comer?
- Lo que ves, es lo que hay.
Después de algunos minutos Cristian regresó con un sándwich de dos pisos con un poco de todo lo que tenía en el refrigerador. Lo miré mientras daba la primera mordida a la monstruosidad que había preparado.
- ... ¿Qué?
- ¿No puedes comer como las personas?
- La verdad todo se veía delicioso...
- Y tu capacidad de elección te dijo que...
- Si pongo todo entre panes sabe mejor.
- Espero que te atragantes con eso.
- No te preocupes, le quité los huesos al pollo y al atún era de lata.
Solo había algo que me diera más náuseas que la comida china... ver comer a Cristian.
- ¿No dejaste el carrete en la mochila de la escuela?
- No creo.
- No soltabas esa mochila desde que aceptaste hacer el examen, creí que ahí tenías tus apuntes para sacar durante la prueba.
- ¿Por qué haría eso?
- Pues al final de cada clase escribías varias páginas y las guardabas ahí.
No creo que esas notas las leyera alguien. Si conozco lo suficiente a Huor, se debe tratar de meros reportes de actividades.
- ¿Ya buscaste en la casa de tus padres?
- Pero no estuve mucho tiempo ahí.
- ¡¿No?! Te convertiste en el hijo que tu madre siempre quiso, comías y cenabas ahí hasta el día de ayer.
- ¿Y cómo lo sabes?
- El Facebook de tu madre.
¡Claro! Es un buen lugar en donde puedo obtener información.
- Me lo habría dicho no crees.
- Ahí tienes razón... Déjame pensar... ¿En el salón de clases?
- Si no estaba en mi mochila, no creo que se encuentre ahí.
- Pueden ser muchos lugares Erik, será mejor que lo olvides... aunque...
- Qué.
- No lo dejaste en la habitación de Karla.
... ¡Quién coño es Karla!
- Si, la chica con la que saliste justo después de tu impresionante examen.
Me suena... ¡NO! La niña que no hace otra cosa más que estudiar y trabajar, quien siempre levanta la mano para participar en clase y que una calificación menor que 10 es un completo fracaso.
- Fuiste en su auto y regresaste a casa hasta la mañana siguiente. Qué por cierto, me debes todos los detalles de esa noche.
Además de descubrir lo que pasó esa noche, tengo que asesinar al desgraciado que ocupó mi lugar.
- Un caballero no tiene memoria.
- Pero tienes pene, entonces mejor que sea él quien hable.
- Si encuentras mi carrete te daré toda la información que quieras.
- Esa será mi nueva misión en la vida.
Cristian terminó de engullir su pequeño gran bocadillo.
- Bueno, después encontraremos tu dichoso carrete. ¿Quieres jugar un rato videojuegos?
- La verdad que no, tengo que ir con mis padres en un par de horas.
- No digas más, mejor me voy, no quiero interrumpir tu esplendida nueva relación con tus amados padres.
- ... Por qué detecto un poco da sátira en tus palabras.
- Porque te conozco Erik, y sé que tú no eres así. O buscas algo para ti o simplemente aprendiste a llevar las cosas en calma. Sea cual sea la respuesta, no lo haces sin un motivo oculto.
Sus palabras se encontraban en lo cierto y equivocadas a la vez. Me moría por contarle todo sobre el Credo y lo que podía hacer... aunque tal vez sea una mala idea. Cristian se despidió con su firme promesa de encontrar el carrete para saber que pasó esa noche con Karla.
La casa se encontraba con su usual eco y silencio. Mi vida aquí no es tan mala a pesar de todo. Pero ahora soy miembro del Credo. Fui al sofá un momento y el libro rojo se arrastró por el suelo hasta llegar a mi lado con un pequeño salto.
- Tú eres lo más cercano a un perro, pero con la ventaja que no comes ni defecas por todos lados... aunque eres más peligroso que un Pitbull.
Abrí sus páginas lentamente hasta encontrar la lectura que fue interrumpida. Intenté leer pero mi mente se encontraba llena de recuerdos con Cristian, con mis largas tardes con la cámara al cuello y esas noches de pizza y videojuegos. Los momentos en que reía y no me preocupaba nada. Esos momentos en que me sentía en un lugar donde siempre quisiera vivir.
¿Será esto a lo que se refería Lólindir? Abandonar todo esto por un bien mayor, suena como una acción noble, aunque nadie lo note.
La misma reflexión de siempre, la misma lluvia de preguntas sin respuestas. ¿Tendrá sentido siquiera pensar en ello?
Aún me faltan tres días antes de regresar al Credo y cumplir con el ciclo otra vez. No es tan diferente a la universidad. Formación para cumplir con una acción.
Fui a tomar una ducha caliente a pesar que fuera medio día y el sol convirtiera las calles en un sartén gigante. El vapor comenzó a cubrir toda la habitación hasta dejar totalmente empañado el pequeño espejo frente al lavabo. Tal vez sea manía mía, pero me aseguré varias veces que Merenwen no se encontrara espiándome por la ventana o que uno de los dragones decidiera chamuscarme.
Me encontraba entre dos vidas... como los súper héroes de las series de televisión que me gusta ver... pero no es tan fácil como parece. Estoy empezando a odiar estas reflexiones mientras estoy solo, me hacen parecer alguien que cuestiona todo... pero la respuesta nunca me ha servido de nada.
El Credo me ha cambiado... o yo he cambiado... o tal vez, esto sea a lo que llaman madurar. Sea cual sea el caso, no puedo decir quién soy hasta que pueda demostrarme a mí de lo que soy capaz... maldito soldadito de plomo, sus palabras son muy ciertas. Si no se lo que quiero de mi vida, no puedo trabajar para obtenerlo.
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El Credo - Iniciación II
FantasyDespués del primer encuentro de Erick Carvahall con el libro rojo su vida no ha sido la misma. El contacto con su habilidad y la magia le ha entregado una visión amplia sobre el mundo que lo rodea, pero aún tiene mucho por aprender. Por azares del d...