Capítulo 28 - Cuatro piezas de diez

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Cuatro piezas de diez

Lúthien corrió hasta donde se encontraba el cuerpo inconsciente de Daimont para repetir el mismo proceso que con Galdor. Conforme se incorporaba el líder de la Familia, levantó la mirada y no pudo ocultar su enorme sorpresa a ver de quien recibía ayuda.

— ¿Te encuentras mejor? — Preguntó Lúthien.

— Si, aunque debo admitir que es un poco humillante ser rescatado por alguien con la sangre tan sucia. — Replicó Daimont.

— No te preocupes, para mí tampoco es algo placentero. — Respondió Lúthien con molestia en su voz.

— No me lo tomes a mal... Gracias. — Dijo Daimont tragándose su orgullo.

Lúthien miró directamente a los ojos a Daimont y una pequeña sonrisa se escapó para afirmar la tregua del momento.

— ¿Tus hombres pueden luchar?

— No, se lo debes agradecer a ese muchacho. — Comentó Daimont con gran sarcasmo y mirando a Galdor.

Lúthien asintió con la cabeza y regresó a lado de Huor quien le susurró:

— Solo somos cinco los que podemos pelear, aunque necesitamos a Daimont para proteger al resto por tanto solo somos cuatro.

La sombra soltó una fuerte carcajada al escuchar el pequeño secreto de Lúthien.

— ¿Los números no te favorecen verdad Linwëlin?

Huor replicó con una risa contenida, apenas escurriéndose entre dientes. El líder del Credo ajustó su corbata, colocó una mano en su espalda y la otra extendida, invitando a la sombra para que inicie su ataque.

— ¿Quién necesita números cuando me encuentro presente? — Replicó Huor con total seguridad.

Lúthien giró la cabeza y con una mirada le indicó a Daimont lo que debía hacer, este no duda ni un momento al aceptar las instrucciones. Daimont se colocó detrás de mí, cerró los ojos y soltó un largo suspiro. Intenté levantar mi rifle pero la mano de Daimont me detuvo mientras me hacía un gesto con la cabeza. Al parecer no podré ser nada más que un espectador.

Mientras la tensión del momento se convertía en una verdadera tortura, Lúthien intentó tocar el hombro de Vincent, pero una fugaz mano detuvo el brazo de Lúthien con especial fuerza.

— ¡VINCENT! — Gritó Huor. — No sé qué demonios te ocurrió, pero te necesitamos en este momento, así que levántate y pelea o mejor lárgate a lloriquear a otro lado. — Dijo con tono duro y frío.

El líder del Clan miró a Lúthien con los ojos llenos de lágrimas. Poco a poco liberó el brazo de Lúthien y con gran resignación en su rostro permitió ser tocado. Un simple toque con los dedos de Lúthien fue suficiente para detener las lágrimas de Vincent, este tomó su guadaña del suelo y se colocó a un lado de Huor.

— No te confíes, esas ánimas no son como las que conoces. — Impuso Vincent.

— Me lo puedo imaginar.

— No tienes ni la menor idea.

— Es energía que a posesionado a la corteza del árbol y...

— Es la habilidad de mi hija. — Interrumpió Vincent a Huor.

El líder del credo giró la cabeza y entendió el dolor de Vincent en un momento, no pudo emitir otra palabra sin sonar como un idiota tratando de imaginar lo que siente la otra persona.

El Credo - Iniciación IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora