Capítulo 8 - Despedida

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Despedida

Nunca me había sentido tan cómodo en un sofá, recostado boca arriba, los primeros rayos de luz que se colaban por la ventana junto a la suave brisa que trae unas cuantas gotas de roció. Ahí recostada sobre mi pecho se encontraba Karla, con sus piernas rodeando mi cuerpo y su pequeña mano sobre mi hombro, no tenía escapatoria, pero quien quisiera escapar de una presión tan hermosa, tan suave, tan dulce. La besé lentamente en la frente y conforme despertaba noté que no abría los ojos, con una sonrisa de niño travieso comencé a besar sus ojos.

- ¿Qué haces Erik?

- Tus ojos no querían despertar.

Esa sonrisa, ese momento es todo para no querer abandonar ese sofá, y mucho menos después del primer beso del día.

- ¿Qué tal dormiste?

- A lado de un hombre maravilloso.

- No pregunté con quién dormiste.

- Entonces te diré que dormí maravillosamente a lado de un hombre maravilloso.

Su voz tan suave eran carisias directas en mi piel, y un poco más su piel sobre la mía. Ella levantó la sabana:

- Sabes, es la primera vez que duermo desnuda.

- Y es la primera vez que duermo con una mujer desnuda.

- Nunca creí que esto sería tan... natural, no sé cómo explicarlo.

- No necesitas hacerlo.

Ella se recostó en mi pecho, y entre suspiro y suaves caricias sobre su espalda, una frase me recordó lo cruel que puede ser el mundo.

- Sé que tienes que irte el día de hoy... pero me encantaría que no fuera así.

Ya lo había comentado... lo olvidé por completo.

- Créeme que yo tampoco quiero irme.

Ella volteó y clavo su mirada en mí.

- Por favor no sigas Erik.

- ... Te prometo que no será por mucho tiempo.

Ella bajo su mirada, sabía que no le mentía, pero también presentía que eso no podría ser realidad. Tomé su barbilla para levantarle el rostro.

- Lo prometo.

Sus ojos brillaron y una gran sonrisa fue la dueña de ese rostro tan angelical y lleno de energía.

- ¿Quieres desayunar algo?

- No suena como mala idea.

Ella meramente giró en el sofá para robarme la sabana y cubrirse con ella para caminar a la cocina.

- Eso no es justo.

Mis palabras la hicieron detenerse en seco, giró la cabeza con una mirada traviesa, se aseguró no hubiera nadie en la ventana para decirme:

- Tienes razón.

Volteó a la cocina y levantó la sabana para cubrir todo su cuerpo, justo antes de poder decir algo, ella dejo caer la delgada tela que recorrió todo su cuerpo, desde sus hombros, por su espalda, rozando sus piernas hasta terminar en el suelo.

- Pronto estará el desayuno, no tardes.

Y con sus largas piernas que con hechizo de gitana me impedían voltear a otro lado que no fuera a su suave piel. Salté del sofá para perseguirla como un niño pequeño, pero el timbre del celular interrumpió mi carrera.

"Tu regreso se adelantó, Huor quiere verte lo antes posible"

¡No! Ahora no, por favor no... a esto se refería Karla con mi partida. Caminé cabizbajo a la cocina, acción que no pasó desapercibida.

- ¿Qué pasa Erik?

Levanté la mirada con gran vergüenza y tristeza, que se desvaneció inmediatamente al ver a Karla con una de mis camisas.

- ¿Cómo es que...?

- Una chica tiene sus secretos, no voy a estar desnuda mientras preparo el desayuno.

- Tienes más secretos de los esperados.

Por más que intenté ocultar mi semblante, ella no era ninguna tonta.

- Tu celular... ¿Ya tienes que irte?

- ... al parecer sí.

Su expresión no pudo ser contenida, apenas fue posible anular la lágrima que recorrería su rostro.

- Lo siento... yo.

- Lo sé, cuando salimos por primera vez me lo habías comentado y sabía que este momento llegaría.

- Lo...

- No, no, no pidas disculpas, es solo el capricho de querer estar más tiempo contigo.

- ... También quiero está contigo.

Ella caminó hacia mí para rodearme con sus brazos y besarme lentamente, las palabras no eran suficientes para el momento... pero eso fue perfecto. El teléfono volvió a sonar.

- Lo siento.

- No te preocupes, contesta.

Levanté el teléfono y no era nadie más que el desgraciado de Huor.

"No pierdas más tiempo, despídete y regresa al Credo, apenas ella salga de la casa volverás por el teléfono."

Fue todo lo que dijo, cuando giré para comentarle algo a Karla, ya no se encontraba en la cocina, fui a la sala y ella ya se vestía.

- Sé lo que estás pensando y no, no soy de esas que termina y se va... pero sé lo importante que es para ti eso.

- Pero...

- No digas nada Erik, no lo hagas más difícil por favor.

- Pero...

Ella se levantó enérgica y me besó una vez más sosteniendo mi rostro con sus manos.

- Si es cierto lo que me dijiste la primera vez, entonces no digas nada y solo cumple tu promesa.

No puedo pensar en nada más, la tomé del cuello y la besé, quería recordar ese sabor por todo el tiempo que estuviera fuera, quería sentirla una vez más... en resumen, no quería separarme de ella.

- Lo prometo.

Ella sonrío. A paso apresurado, ella toma su bolso y sale de casa, enciende su auto y parte hacia su casa... juraría haber escuchado su llanto dentro del auto. Tonto de mí, emocionado por encontrar algo maravilloso en el Credo... y siempre estuvo ahí, la compañera que siempre se preocupó por sus calificaciones, aquella que nunca llegó tarde a una clase, que nunca le importó su atuendo... aquella que me enseño lo que nadie más podría.

El Credo - Iniciación IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora