7
Karla
El timbre del teléfono me obligo a salir de la ducha, con apenas una toalla sobre mi cintura y dejando un camino de agua por toda la casa respondí:
- ¿Hola?
- Hola Erik... creí que me marcarías
- Lo siento, he tenido un par de días un poco pesados.
No reconozco la voz, pero será mejor seguir la corriente para no parecer sospechoso.
- Me lo imagino, es por eso que te he llamado, ¿estás ocupado?
- En este preciso momento no.
- ¿Quieres venir aquí?
- No creo que sea lo más adecuado.
Un silencio que pesaba más de una tonelada cayó sobre el teléfono, la voz que marcó contrajo un tono de tristeza reprimida.
- Solo será un momento, quiero estar a tu lado.
¡Karla! ¿Acaso será que...?
- Prometo que no será mucho tiempo si tienes algo que hacer.
- No, no, está bien, es solo que...
- Si lo prefieres puedo ir a tu casa.
- ... Está bien, aquí te estaré esperando.
- Gracias Erik, significa mucho para mí.
- No es nada.
- Te veo en un momento, adiós.
Juro que escuché el tronido de un beso justo antes de colgar el teléfono. Al parecer mi sustituto aprovechó la oportunidad para divertirse un poco... Solo espero que no se acostara con ella... a quien engaño, es lo más seguro y ahora estoy preso con ella, aunque no tiene la culpa y no merece ser tratada mal... necesito encontrar una forma de poder alejarme de ella sin lastimarla, pero primero debo vestirme.
Giré rápidamente y gracias al agua en el suelo me topé con el suelo de manera súbita. Mientras recuperaba el aliento el libro rojo se acercó a mí con un movimiento casi canino, dándome pequeños golpes en la cabeza hasta que reaccioné.
- Estoy bien, no te preocupes... ¡Necesitas esconderte!
Como si pudiera comprenderme, saltó detrás de la televisión y se quedó totalmente quieto.
- Buen chico... es divertido tener un perro-libro.
No perdí más tiempo, tome un trapeador para secar el agua y me coloqué ropa cómoda, aunque con cada segundo que transcurría me sentía más y más nervioso, si encontraba algo sucio lo limpiaba, si algo se encontraba desordenado lo ordenaba, incluso me preocupé por ofrecerle algo de tomar y de comer, pero gracias a mi queridísimo Cristian mi refrigerador se quedó completamente vació por excepción de tres huevos y un cartón de leche a medio llenar.
De un momento a otro el timbre de la puerta anunció su melodía, con las manos un poco sudorosas tomé el picaporte y abrí la puerta.
- Hola Karla.
- Erik.
Ella apenas avanzó dos pasos para rodearme con sus brazos y besarme suavemente en los labios, no podía hacer otra cosa que seguir la corriente, pero en un solo instante, el calor de sus labios me embriagó, la protección que proveían sus brazos era un lugar tan tranquilo, sus manos recorrían mi rostro lentamente, su piel era suave como pétalo de rosa. Lentamente comenzó a retirarse y clavó sus ojos en los míos, un color avellana claro, como si fuera el mismo sol habitando en sus pupilas.
- Te extrañaba.
- Yo también... lamento no llamar.
- No te preocupes, ahora estoy contigo.
Por mera reacción la invité a pasar, al cerrar la puerta no puede evitar mirarla de espalda, tacones cortos, de apenas 6 centímetros, una falta justo por debajo de las rodillas con una blusa blanca que no se transparentaba... pero no admiré su ropa. Sus piernas, su espalda, su caminar... me recordaba mucho a... Lúthien.
- ¿Quieres algo de beber?
- No gracias, solo siéntate a mi lado.
Su mirada me seguía por toda la habitación hasta llegar al sofá, al sentarme, sus brazos me acurrucaron contra su pecho, ella pasaba sus dedos entre mi cabello, simplemente cerré los ojos y dejé que esa sensación me invadiera.
- Sé que te tienes que ir pronto.
- Lo sé.
¿De qué está hablando?
- Si tan solo nos hubiéramos encontrado antes... habría disfrutado más de tu compañía.
- Pero si somos compañeros de clase desde el primer día.
- Sí, pero nunca me dirigiste la palabra, quién diría que aquel sarcástico y prepotente compañero sería quien se robaría mi corazón.
- Creí que no te agradaba.
- Eres muchas cosas Erik, pero nunca notabas los detalles importantes.
Giré sobre el sofá para recostarme boca arriba y mirarla al rostro.
- ¿Qué detalles?
- A eso me refiero... siempre te miraba, cómo no te importaba lo que pensaran de ti, como preferías estar fuera de clase con tu cámara a pesar de reprobar varias materias. Es algo que siempre te he envidiado.
- No entiendo, tú tienes buenas calificaciones y ya cuentas con un buen trabajo.
- Tal vez, pero le faltaba algo a mi vida.
- ... y qué es.
- Esa espontaneidad que tú tienes, esa fuerza y determinación. Gracias por mostrarme algo que desconocía.
Y me volvió a besar, tan lentamente que podía sentir cada relieve de sus labios.
- No me arrepiento de nada y no quiero que te culpes de nada, lo que ocurrió fue maravilloso, sabía que tendrías que partir pronto... si tu así lo deseas, te estaré esperando aquí.
Era la primera vez que sentía algo así... algo nuevo... algo que no quiero perder, algo que quiero seguir experimentando. Pero es imposible... El Credo, no puedo arriesgarla así.
- ¿Puedo besarte una vez más?
- No tienes que pedirlo.
- No, no un beso cualquiera, bésame como su fuera la última vez.
El llamado no se hizo esperar más, el ritmo lento hizo del momento algo mágico, no hubo más palabras, a diferencia de muchas películas, no se convirtió en un acto violento sino todo lo contrario, cada caricia tomaba más tiempo que la anterior, deseábamos recordar cada puro y cada curva del cuerpo.
Lentamente la ropa fue un elemento sobrante, sus piernas entre las mías, sus manos en mi espalda y su cuello el objetivo de mis labios, su cálido pecho contra el mío, tal fue nuestra dedicación por tatuar el momento en nuestra piel que recuerdo muy bien la longitud de sus piernas... 26 besos para ser exactos. Doce roces era el ancho de mi espalda y la extensión completa de mi palma era lo necesario para cubrir sus pechos. El sofá se convirtió en nuestro confidente, el depositario de nuestras caricias y unas cuantas gotas de sudor.
No sé qué habrá hecho mi sustituto... pero le estaré agradecido por este momento, no por la parte carnal, sino por darme un motivo para regresar.
ESTÁS LEYENDO
El Credo - Iniciación II
FantasyDespués del primer encuentro de Erick Carvahall con el libro rojo su vida no ha sido la misma. El contacto con su habilidad y la magia le ha entregado una visión amplia sobre el mundo que lo rodea, pero aún tiene mucho por aprender. Por azares del d...