Capítulo 23 - Error

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Error

Las palabras de Daimont y Vincent helaron mi sangre haciéndome sentir verdadero terror. No conocía sus habilidades y no tenía ni la menor idea de que hacer. Para mi fortuna Merenwen se encontraba concentrada y calmada.

— Tranquilo Galdor, solo espera un poco. — Dijo Merenwen apenas susurrando.

Tragué saliva y sentía mi sudor recorrer mi rostro, lentamente abrí los ojos para toparme con la tétrica imagen de veinte personas caminando con paso de plomo directamente a nosotros. Apunté a la cabeza de Vincent y preparaba mi dedo para disparar, pero fui interrumpido por una orden bastante extraña.

— No dispares. Ponte de pie y camina conmigo. — Indicó Merenwen sin cuidar el volumen de su voz.

Inmediatamente ella se puso de pie mientras se quitaba hojas y ramas que la cubrían, para mí fue un poco más difícil, no creo que mostrarnos sea la mejor idea... pero algún plan tendrá. Poco a poco apoyé mi rodilla en la tierra húmeda para ponerme de pie, intenté empotrar mi rifle en el hombro pero la mano de Merenwen sostuvo el cañón del arma mientras giraba su cabeza de un lado al otro. No tuvo opción que bajar mi arma a la altura del pecho y quitarme la seguridad de tener preparado el tiro. Los primeros pasos fuera de la protección de los árboles fueron los más terroríficos, pero permanecí al lado de mi compañera hasta toparnos de frente con ambos grupos.

— Zentaro Tassadal — Dijo Vincent.

— Urik Imar Atud — Dijo Daimont.

— Tuk nessa set sed valië séregon khor – Replicó Merenwen con tranquilidad y firmeza.

No entendí lo que dijo Merenwen, pero parecía una especie de saludo ya que ellos repitieron lo mismo cuando se encontraron en el centro del valle.

— Un saludo demasiado respetuoso para un par de espías del Credo. — Impuso Vincent.

— Te pido un poco de paciencia, tal vez su razón de espiarnos sea muy similar a la tuya. — Replicó Daimont con cierta burla en su voz.

Vincent clavó su mirada sobre nosotros con un obvio rencor, supongo que se encuentra enfadado por el enfrentamiento en la cabaña con sus hombres... tres hombres desaparecidos suyos y nosotros encontramos a dos compañeros muertos y si Daimont dice la verdad... nosotros no somos enemigos en este momento.

— Mi nombre es Merenwen Tinúviel y les pido mi más sincera disculpa por espiar su conversación, mero efecto de la causalidad, nuestra misión no tiene nada que ver con ustedes pero encontramos una oportunidad para obtener información. — Dijo Merenwen con la voz apenas tambaleante por los nervios.

— Comprendo a la perfección dichas situaciones, pero de igual forma me siento transgredido por su acción, además, tengo información sobre mi compañero aquí presente que su organización entabló combate hace poco. Me hace sospechar sobre sus verdaderas intenciones. — Dijo Daimont con tono respetuoso.

— Entiendo su inquietud, pero puedo asegurar que solo estamos en la búsqueda de un compañero perdido.

— ¿Se puede saber de quién se trata? — Preguntó Vincent con demasiada curiosidad.

El rostro del hombre cambió totalmente, su ira se transformaba lentamente y sus ojos cambiaron de color muy sutilmente de un tono café claro a tener matices verdes apenas perceptibles. Giré para mirar a Merenwen y evitar que diga el nombre con un gesto... pero fue demasiado tarde.

— Nosotros buscamos a Lólindir. — dijo Merenwen.

Un incómodo silencio abordó la conversación por instante para ser interrumpido por el grito histérico de un hombre en la fila trasera del grupo del Clan.

— ¡UN DRAGÓN!

Los nueve miembros del Clan no dudaron al escuchar la afirmación y dieron un salto hacia atrás de unos tres metros, en el aire, cada uno de ellos empuñó su arma, dagas, espadas, arcos y flechas era lo que noté a primera instancia. Por reflejó levanté mi rifle para disparar de ser necesario.

— ¡MALDITO SEA EL CREDO! — Gritó Vincent justo antes de empuñar una guadaña de casi un metro de largo y con una hoja dorada de casi la misma distancia.

Por su lado, el grupo de la familia dio el mismo salto pero no parecían prepararse para una pelea, en su lugar, solo se preocuparon de observar el acontecimiento.

Daimont fue quien dio el primer golpe hacia Merenwen quien lo pude evadir con cierta facilidad, como si supiera que eso sucedería.

— ¡AHORA! — Gritó Merenwen por el comunicador.

El rugido de Idril no se hizo esperar haciendo que el valle entero vibrará por el atronador sonido. Ramas rotas y árboles cayendo fueron la presentación del dragón al tomar impulso para levantar vuelo y dirigirse hacia nosotros con Fëanáro en su espalda. Finrod y Nindë corrieron de su posición para encontrarse con los miembros de la Familia primero.

No sé qué es peor, saber que esto es un mal entendido muy grande... o que esto se pondrá peor.

Durante el frenesí inicial los miembros del Clan se abalanzaron hacía mí, mi rifle tiene un mecanismo de cerrojo que lo haría una opción muy lenta para encargarme de nueve personas. Sin pensarlo abrí la palma de mis manos para dejar caer el rifle al suelo, sentía una fuerte presión en mis ojos que captaban cada movimiento hasta indicarme una línea muy definida del camino de cada atacante hacia mí. Tomé la Beretta en mi mano derecha y la Smith And Wesson en la izquierda. Por alguna extraña razón no pude ver tiros directos a la cabeza pero no le tomé importancia en el momento.

Disparé seis ojivas de la Beretta y tres del revólver. Cada uno de los impactos fue a la palma de mis atacantes, haciendo que soltaran sus armas y soltaran un grito de dolor. Idril aterrizó detrás de ellos y lanzó una llamarada que todos esquivaron al dar un salto a los costados.

El maldito dragón no vio que me encontraba frente a él... o meramente también quería chamuscarme, no tuve opción que tirarme al suelo y rodar a mi izquierda para evitar las llamas. Me levanté y apunté mis armas al frente, los enemigos corrían de Idril y otros trataban de recuperar su armamento. Inmediatamente escuché un grito de dolor inconfundible.

— ¡Merenwen! — Grité desesperado.

Giré y noté que Daimont había realizado una herida poco profunda en el brazo de Merenwen con su guadaña, pero lo que me llamó más la atención fue que detrás de ellos, a unos diez metros, Finrod había dado un gran salto y se preparaba para golpear el suelo donde se encontraba el grupo de la familia... justo como lo imaginé, esto se pondrá peor.

El impacto en el suelo sacudió a la Familia haciéndola volar en todas direcciones. Nindë, por su parte, tenía un libro abierto en su mano izquierda y la derecha estaba extendida y apuntando a Vincent.

— ¡FIRAGRA! — Gritó Nindë justo antes de lanzar una enorme bola de fuego.

Unas pisadas me hicieron darme vuelta para evitar el blandir de una espada que se dirigía directamente a mi cuello, un extraño calor recorrió mi rostro, giré en suelo para alejarme y al volver a apuntar con la Beretta noté algo extraño. La espada de mi enemigo se encontraba en llamas de color verde intenso, al igual que los ojos de su portador.

Un objeto que rompía el viento se aproximaba a mí por la espalda, sin girar mi rostro, apunté con el revólver hacia atrás y jalé el gatillo, un sonido metálico me indicó que acerté el tiro y medio segundo después una flecha con un obvio resplandor azul había caído a un lado mío.

Al parecer mis adversarios son capaces de transferir su energía a sus armas y darles alguna especie de ventaja. Tengo la ventaja de mi puntería y mis ojos... pero si tan solo uno de esos ataques llegará a tocarme... tengo el mal presentimiento que sería el fin.

El Credo - Iniciación IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora