CAPITULO 23

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ARI

Me siento impotente, estoy aquí sentado en una esquina en la oscuridad, mirando como mi pequeña llora. Sé que en estos momento debería dejarla sola y darle su espacio, pero para mí eso es imposible. No puedo abandonarla, nunca lo haría y menos ahora; no tengo ni idea cómo reaccionará a todo esto pero de una cosa estoy malditamente seguro y eso es que pase lo que pase siempre, toda mi maldita vida estaré ahí, a su lado sosteniéndola si es eso lo que necesita.

Mi móvil suena y al ver quien llama miro mi reloj y veo lo tarde que es.

―Gaby. ―Su nombre me llena de sentimientos nunca antes vividos y en estos momentos es mi tranquilidad, mi remedio a todo lo que está sucediendo.

― ¿Ari que sucede? ¿Deberías de haber llegado hace horas? ―a ella no le puedo mentir y la verdad es que no deseo hacerlo. Necesito desahogarme, que me diga que hacer.

―Estoy sentado en un parque a oscuras cariño ―suspiro y sigo diciendo― estoy viendo como mi pequeña sufre y llora, sin poder hacer yo nada para quitarle ese dolor.

―Ari ¿De qué me hablas? ¿Dónde están? ¿Qué le pasa a Elpida?

―El hijo de puta de Mijaíl se marchó una vez más y esta vez Elpida está destrozada Gaby, creo que ha estado más de tres horas llorando. ―Paso mi mano libre por mi rostro para sacarme un poco la ansiedad que me invade―. No sé qué hacer, acercarme, dejarla llorar. Gaby por favor ayúdame, no lo soportaré verla sufrir de nuevo en su vida.

―Osito tranquilo, mira ―escucho como respira tratando de poner en orden sus pensamientos para darme a entender su idea―. Deja que se tome su tiempo, tú sabrás cuando eso sea, luego se vienen los dos a casa y juntos veremos cómo encontraremos a ese imbécil.

―A ese, te pido que ni lo nombres que si lo veo en estos momentos le romperé la cara y me importa un carajo si está en una silla de ruedas, él no vuelve hacer sufrir a Elpida.

―Está bien guapo, cuando estén listos yo los estaré esperando, sea lo hora que sea.

Respiro un poco más aliviado al saber que ella estará conmigo. Y sin pensarlo le digo algo que me ronda hace tiempo y aunque sé que no es el momento no pienso esperar más para decírselo.

―Te amo Fénix. ―escucho como gime por la sorpresa que le provocaron mis palabras―. Te amo como nunca antes he amado a nadie.

―Vengan a casa. ―Dice sin más y corta el llamado. Miro sorprendido mi móvil, le dije que la amaba y ella no respondió nada en absoluto; pero ella es así necesita de su tiempo para asumir todo esto. Bueno lo veremos cuando pueda estar con ella, ahora necesito ver a mi pequeña. En el momento en que mi mirada se dirige a Elpida ella me está mirando, me levanto y voy a su encuentro y al llegar me siento en un columpio a su lado y por un momento nos balanceamos en silencio tomados de la mano.

― ¿Estabas mucho rato ahí sentado? ―pregunta señalando el lugar donde me encontraba.

―Bastante.

―Gracias tigre. ― Dice y por primera vez me mira, tratando de regalarme una sonrisa.

―Nada de agradecer pequeña, sabes que en todo estamos juntos.

―Tenías razón, ―lamenta― se marchó para que yo pueda ser feliz Ari, ¿¡Entiendes...!? Me vuelve a dejar porque él cree que es lo mejor, pero ¿Sabes algo? Se acabó, se terminó. Haré lo que me pide, no lo buscaré, ―se pone de pie y me mira, en sus ojos no hay solo dolor, sino que también decepción y mucho cabreo―. Cuando se arrepienta tendrá que arrastrarse para que lo perdone. Nunca le tuve lastima y no comenzaré a tenerle ahora.

TÚ, MI ESPERANZA Y MI SALVACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora