CAPITULO 3

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MIJAÍL

Nos encontramos en "Cristal", uno de los mejores restaurantes de Madrid. Está ubicado en la Calle Serrano, en el centro de la ciudad, el lugar donde se encuentran las mejores, y más exclusivas tiendas del país.

El local está en un área de construcciones antiguas, pero renovadas, "Cristal" se encuentra en el quinto piso, este lugar lo visita gente muy exclusiva, gente con cierto prestigio en la escala social, y yo soy uno de esos cabrones afortunados.

Solo al entrar puedes ver riqueza por todas partes, aquí todo huele y sabe a dinero, da igual donde mires, da igual el lugar del local por el que camines, aquí la gente derrocha dinero sin control, les gusta la exclusividad, y "Cristal" les proporciona eso, joder, si hasta hay bebidas que cuestan más que un salario mensual, eso les gusta a las mujeres, y si las invitas a una copa de esas que cuesta una cifra de tres dígitos, tienes el éxito asegurado, lo sé, estoy harto de comprobarlo.

Los sillones son de terciopelo, creo, cuando siento a una mujer para seducirla, se sienten suaves. Me gusta este lugar, para poder entrar debes ser miembro, o en mi caso, invitado de un miembro, pero el caso es que así se aseguran que lo que sucede aquí dentro, se queda aquí dentro. ¡Cómo en Las Vegas! Esas son las reglas de "Cristal", y quien no las cumple, es expulsado del club inmediatamente.

Antonia se encuentra en la barra, está esperándome, está ansiosa por verme, puedo verlo en sus movimientos y en su inquietud, nena, tranquila, tu hombre ha llegado. Cuando estoy a escasos centímetros de ella, se anticipa a mi llegada, girándose al sentir mi presencia, y regalándome una mirada de deseo, junto a una sonrisa coqueta. Me encantan sus labios, sobre todo cuando sonríe como en este momento, como queriendo decir: Te tengo donde quiero. No nena, no te confundas, estoy aquí porque me da la gana, y tú vas a ser la que no quieras que me vaya, de hecho, vas a suplicar para que no lo haga.

- ¿Listos? - nos pregunta el maître, y los dos afirmamos simplemente con un movimiento de cabeza - entonces por aquí por favor - y nos hace una inclinación en señal a que lo sigamos.

Ella se levanta de su asiento, y yo como el caballero que soy, la dejo pasar primero, ¿caballero? ¿Yo? ¿A quién quiero engañar? La dejo pasar primero para verle el culo, que se mueve dentro de su ceñida ropa. ¡Bendito sea el hombre que tuvo la idea de dejar pasar delante a las mujeres! No puedo apartar los ojos, la falda que lleva está tan ajustada como si fuese su segunda piel, piel que voy a arrancar, la primera, la segunda y todo lo que se ponga por delante, excepto su ropa interior, me encantaría arrancarla a bocados, pero estoy cien por ciento seguro de que no está usándola, porque se notaría.

¡Joder! ¿Hoy no está encendido aquí el aire acondicionado? ¡Qué puta calor! Me paso la mano con disimulo por la cara, tengo que deshacerme de estos pensamientos, al menos de momento, o voy a reventar el pantalón antes de tiempo.

Llegamos al siguiente piso por un ascensor privado, este lugar parece un laberinto, es como un gran pasillo de hotel: largo, y con muchas puertas a ambos lados, y una alfombra roja a lo largo de todo el pasillo. Detrás de todas las puertas se encuentran las salas privadas, en ellas hay mesas para usar por parejas, por tríos, o como uno quiera, algunas de ellas se usan incluso entre gerentes de empresas, las utilizan más de veinte personas, por eso es importante la regla de la privacidad, que nada de lo que aquí ocurra salga al exterior de estas paredes.

La nuestra es para dos personas, pero bastante amplia, y con un gran ventanal desde el que puedes apreciar toda la ciudad. Cuando ya hemos tomado asiento, llega un chico para tomar nuestro pedido, cuando ya hemos acabado con él, llega otro señor que se presenta como "El sumiller", así que Antonia pide un vino "Viña Rosa", por lo que me entero es uno de los más caros del mercado, y del año 1990 que fue su mejor cosecha. Así con nuestra comida y la bebida pasamos un muy buen momento, entre la conversación acerca de la entrevista, las muy buenas fotos que habíamos sacado, cada vez se acercaba mucho más.

TÚ, MI ESPERANZA Y MI SALVACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora