18.

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Rubén junto con Raspberry se mantenía lanzándole una pelota para que él -ya no tan pequeño- perro, corriera como si su vida dependiera de ello.

Los meses habían pasado considerablemente por la prision, el cabello de Rubén había crecido a tal grado que tiene que usar gorras ya que él se define como: "parezco una ridícula señora" lo único cierto en ese es...


Que me encanta cuando no trae esa gorra, su cabello rubio es lo mejor que e podido acariciar en mi vida.


—¡Lunática! —grita provocando que vuelva en mi misma, este me llama con una sonrisa en su rostro. Otro maldito punto a su favor.



Su sonrisa.




El rubio moviendo sus caderas con gracia camina hacia mi, en mis adentros me emocionaba la acción que quería hacer a continuación, sin embargo, antes de que juntara sus labios con los míos. Moví mi rostro y me escabullí abajo de sus brazos para poder quedar atrás de él.


—¿Lo haremos por las malas? —pregunta mostrando una sonrisa con hoyuelos, asentí, emocionada.

Rubén con una sonrisa en su rostro, se coloca en una posición que espera mis siguiente moviendo, sin vacilar, comencé a correr a todo lo que daban mis piernas a la dirección contraria donde estaba él. Entre ladridos de Raspberry y risas de parte nuestra, comenzamos a correr por todo el patio de la prision, siendo observados por todos los presentes.

En menos de un segundo algo tiro de mi cintura haciendo que cayera, en algo cómodo. Rubén se encontraba debajo mío viéndome con una sonrisa.

—Gane.

Sin pasar otro segundo, acerque mis labios con los suyos, uniéndonos en un beso profundo y perfecto. Ambos sin previo aviso, sonreímos a mitad de beso, eso era perfecto.



—¿Sabes qué sucede hoy? —dice sobre mis labios, negué con una sonrisa— cumplimos cuatro meses juntos.


—¿Cómo es que me has soportado tanto? —pregunto dejando recargar mi mentón en su pecho.

—Tienes los mismos pensamientos bizarros que los míos.

—¿Somos subnormales?
—Hasta los huesos.


Con una sonrisa nos levantamos viendo con Raspberry dejó de mover la cola, y comenzó aullar de una manera desgarradora. Confundidos alzamos la mirada notando como un tanque se encontraba en las últimas rejas de la prision.



—¡Rick! —grita a todo pulmón el gobernador—¡Quiero hablar contigo!



Rick que se había mantenido a la distancia, se colocó a lado mío, tenso la mandíbula, como si estuviera pensando en lo que diría después.


—¡Yo ya no estoy a cargo de las decisiones! —aclara con fuerza y rabia a flor de piel— ¡Todos los que estamos aquí, tomamos decisiones!


—¿Eso incluye a Michonne y a Hershel? —ataca el gobernador a la par que dos personas dejan a ambos de nuestros grupo, arrodillados— Hoy, solamente tú tomarás esta decisión.


Rubén tomándome de la mano la arrastro atrás del pabellón, entregándome una arma grande me dio una sonrisa sin mostrar sus dientes.

—No te separes de mí —pedí, con miedo.

—Juntos, ¿Recuerdas?


Asentí aún con miedo, sin más Rubén sosteniendo varias armas se las entregó a varios; Carl, Beth, Maggie, Daryl.

Hace tiempo que no sentía esta sensación a peligro, desde que le dispare a Shane, jamás había vuelto a sentir miedo. Pero ahora las situaciones se invertían, me encontraba recargada en una pared sucia, temblando.

El leve aullido de Raspberry hace que agache mi mirada, este mantiene sus ojeras agachadas, el cachorro se apega a mis piernas en busca de seguridad.

—Yo también tengo miedo, pero, tranquilo. Rubén cuidará de nosotros dos —digo proporcionándole una leve caricia en su cabeza— Estaremos bien.

Raspberry en su respuesta da un pequeño aullido, que es sometido por el movimiento del suelo. Un poco fuera de mi, asome lentamente mi cabeza notando como la primera torre de vigilancia se encontraba destruida. El tanque estaba derribando la primeras rejas.


—¡Rubén! —grite girando mi cabeza a todos lados buscándolo con la mirada.


Pero no estaba.


—Raspberry —llame al cachorro haciendo que este corriera hacia mi.

Ahora junto con mi pequeño compañero, seguí corriendo con mi arma en alto buscando un rastro del rubio.


—¡Agnes! —grita Daryl haciéndome detener, este corría hacia mí pero antes de llegar donde estaba, el tanque cerró su paso — ¡corre, corre!


Sin dudar acate su orden, los caminantes comenzaban a rodear la prision tanto por fuera como por dentro, el humo impedía que mi vista estuviera clara. Tratando que este se esfumara, comencé a mover mi mano enfrente de mi rostro. Provocando que a la distancia viera esa enorme estatura.

—¡Rubén! —lo llame corriendo una vez más, sin embargo cuando el giro para chocar sus ojos con los míos...


Un muro se había derrumbado impidiendo el paso entre Rubén y yo.

—¡Rubén! —grite a todo pulmón retirando piedra a piedra.

—¡Detente! —grita desde el otro lado — ¡Debes salir, los caminantes están tomando la prision, debes irte! nos veremos después.



En el momento en que un gruñido se alojó atrás mío, el gruñido de Raspberry me hizo girar y sin parpadear jale el gatillo matando aquel caminante.


—¡Vete! ¡No quiero que mueras! —pide el rubio.

—¡Dijiste que juntos! —reproche sintiendo las lágrimas salir de mis ojos.

—¡Y seguiremos luchando para volver a estar juntos!

Dejando de luchar, di un duro golpe al muro enfrente mío, grite liberando toda la furia que tenía dentro pero en menos de un segundo me encontraba sollozando. Los disparos habían desaparecido, siendo reemplazados por gruñidos.

Algo tiraba de mi pantalón, Raspberry se encontraba jalándome con desesperación, observando de reojo, observe lo que tanto le preocupaba al animal. Una horda caminaba hacia mi. Regresando mi mirada a Rubén, donde ya no podía verle por el humo.

Te quiero —susurre con dolor a la vez que daba un paso atrás.


Junto con el cachorro comenzamos a correr a toda la velocidad que podíamos, fuera de la prision a la par que disparaba a los caminantes que se le acercaban. Sin mirar atrás, nos adentramos el bosque a la par que ambos saltábamos las ramas que sobresalían del suelo.



Ahora esto era así, me encontraba junto con lo más cercano que tenía con Rubén. Nuestro pequeño "hijo de prueba" en busca de su padre, si Rubén pensara lo mismo que yo, ahora mismo estaría atacándose de risa.


Pero ya no era así.


No está más conmigo.


Y ni sé si estará.

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