»No puedo decirte que hice ayer, porque ayer, yo era otra persona«Acaricie lentamente la cabeza de mi -ya no tan pequeño- compañero de vida. Se le notaba tan relajado y feliz en estos últimos días.
—Creo que debemos establecernos en un lugar fijo, se le nota bastante decaído al pobre Raspberry —comenta en un susurro Aiden.
—Debemos seguir buscando...
—¿Qué estamos buscando con exactitud? —pregunta interrumpiéndome de golpe, sorprendida quite mi mirada de Ras para observar a Aiden— Los caminantes se duplican como conejos. ¿Seguimos en busca de ese tal Rubén?
Mis ojos se cristalizaron una vez más, apreté mis puños volviendo casi mis nudillos transparentes a tal fuerza que ejercía.
—Quiero verle una vez más —digo con coraje— vivo o como caminante, quiero verle solo una vez más. Solo una, para poder liberarme de este nudo que tengo en la garganta y que no me deja vivir en paz.
Apreté mis ojos, escuchando como mis sollozos salían con más potencia aún, sin embargo, cualquier rostro de tristeza había desaparecido siendo reemplazada por la rabia y el odio.
—Si tan solo hubiera sido la misma cuando Shane murió, si tan solo hubiera me alejado de Rubén como era mi plan. Si tan solo hubiera seguido siendo la maldita hija de puta que era, ¡estaría vivo! —añado dando un golpe duro en el suelo.
—Te estás culpando por algo que no hiciste tú.
—¡Fue mi culpa! —sentencie— Yo decidí esperarlo, buscarlo... Espere que su locura volviera para volver hacer los más estupidos disparates de amor, que se volviera cómplice de una vida, solo quiero que vuelva. Que cumpla sus promesas.
Recargue mi cabeza en la pared viendo fijamente el techo de madera, a la par que mis lagrimas bajaban constantemente.
—No importa en cuantos pedazos se rompa tu corazón, el mundo no se detiene para que lo arregles.
Aquella cita hace que baje mi cabeza de golpe a la par que sonreí de oreja a oreja.
—¿Leías a William Shakespeare?
Ante mi pregunta, Pearce, sonríe de oreja a oreja.
—Me encantaba leer todo tipo de cosas, entre ellas, a William.Divertida negué con la cabeza a la par que la volvía recargar en la sucia pared.
—Esas cosas ya no sirven conmigo Pearce, he leído los suficientes libros para saber en qué situaciones fueron escritos. Y sin embargo recién las entiendo, no necesito un sermón de una persona muerta.
—Entonces le diré algo que estoy seguro que no has escuchado y es de una persona que está viva—asegura ciegamente, sonreí, me gustan los retos—No crea en las promesas.
Abrí mis ojos sorprendida a tal atrevimiento de sus palabras.
—La muerte siempre a sido muerte, no podemos evitarla y aunque le llevemos una ventaja de vida está siempre gana. No es porque las personas no quieran cumplir sus promesas, simplemente la muerte arrebata cosas sin avisarnos —declara con fuerza—; pero podemos enfrentarla y no dejar que este nos afecte, ¿Se puede llorar?, claro somos humanos, ¿Se puede tener odio al mundo?, por supuesto, cuando nos quitan algo que jamás se nos puede devolver es lo más normal del mundo. Puedes; gritar, llorar, odiar, pero lo único que no se puede hacer es rendirse, eso es el motivo de vivir.
Sonreí sin mostrar mis dientes, quizá necesitaba de esas palabras.
—Y te lo dice Aiden Pearce —finaliza.
Solté una risita.
—Cada día me planteaba una imposibilidad, después de mucho retome aquella costumbre, sin embargo, ahora se que hay algo imposible, y es que olvide a ese maldito hombre de 1.90
Se escucho la risa profunda de Aiden al otro lado de la habitación.
—¿Que haremos el día de mañana? —pregunta.
Sonreí, quizá era el momento de que Aiden tuviera razón sobre mis decisiones.
—Buscaremos un lugar donde establecernos—sentencie agachando mi cabeza hacia él. Relamí mis labios dispuesta a completar la siguiente frase que días atrás le había pronunciado a Rubén.
Era el momento en que ya no le tendría miedo a su recuerdo.
—Juntos —añado provocando una sonrisa por parte de Pearce.
—Juntos.
No me creía lo que había dicho, el recuerdo de Rubén había sido cambiado con esa simple palabra pronunciada por mis labios. Ahora me sentía un poco menos opacada, por fin desde hace tiempo, me sentía libre.
Sonreí en mis adentros notando como el sol comenzaba a salir una vez más marcando el inicio de un nuevo día. ¿Por qué no mejorarlo?
Cuando Raspberry dio indicios de despertar, observe la pelota que se encontraba a lado de mi mochila, levantándome de prisa la tome para después girarme hacia el pequeño compañero de cuatro patas, este me dio una cara sorprendida.
—¿Quieres jugar? —pregunto moviendo la pelota entre mis manos, en su respuesta da un brinco acompañado de un ladrido.
Con prisa salimos de aquella cabaña, y sin vacilar lance la pelota provocando que Raspberry corriera sin dudarlo.
Y después de mucho tiempo...
Reí de verdad.
Raspberry dando brincos al correr me daba la pelota y sin dudarlo se la lanzaba de nuevo. Gire para poder ver a Aiden estar sentado en el pórtico viéndonos con una gran sonrisa en su rostros, en el momento en que chocamos nuestras miradas, reímos, a la par que el animal ladraba como si esa fuera su risa.
Estaba claro que no podía quedarme en el ayer.
Porque ayer.
Yo era otra persona.