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»No entendemos el valor de los momentos hasta que estos se convierten en recuerdos«







Caminando por las calles de Alexandria, me acerqué a Eugene que se mantenía leyendo un libro a la par que veía a la gente practicar con los machetes.



—No me gusta ¿de acuerdo? Prefiero leer libros que practicar con algo filoso —se apresura a decir cuando estoy cerca de él.



—Tranquilo hombre, que solo estoy aquí para poder decirte que te quites de sol, te quemarás la piel— digo comenzando a alejarme de él, subiendo lentamente las escaleras del puesto de vigilancia, recargue mis codos en el barandal de madera que estaba.




Concentrada en el paisaje sentí unas manos enredarse en mi cintura y apegarme a él, sus labios dieron un sonoro beso en mi mejilla. —¿Por qué te has ido sin despertarme? —pregunta roncamente en mi oído.




—Te veías tan lindo durmiendo que no podía resistirme ante eso. Mereces descansar —respondo girando hacia él, quedando frente a frente con él, este me da una sonrisa de lado.


—Deberíamos ir, y repetir lo de anoche —susurra sobre mis labios.



Pero antes de poder besarlo, los ladridos de Raspberry me hacen mirar hacia abajo. Este ladra hacia nuestra dirección, ambos confundidos lo observamos, pero el -ya no tan pequeño- can, se hecho a correr, confundidos seguimos la dirección donde Raspberry se había echado a correr.



—¿Qué está pasando? —susurra Rubén separándose de mi.



En menos de un segundo, los disparos se hicieron presentes a la par que una bocina resonó en nuestros oídos. Confundidos, bajamos las escaleras apresurados. Toda la gente comenzó a correr por la acera.




Rubén tomando mi mano, comenzó a correr jalándome, varias personas se encontraban matando a los Alexandrinos, sin ninguna pizca de humanidad.




—Debemos ir a la armería, si ellos encuentran la armería, caeremos nosotros. —dice Rubén proporcionando un leve apretón en mi mano, asintió, retire el cuchillo de su funda, soltando su mano. Ambos comenzamos a correr a toda prisa, evitando que aquellas personas corrieran tras de nosotros.





Chocando con alguien, alce mi cuchillo pero este me tomo rápidamente de la muñeca; —Soy Carol—se apresura a decir.



Sus ojos azules chocaron con los míos, arrepentida por aquello di un paso hacia atrás, ella aventándome en al suelo se subió arriba mío.




—Bien hecho —felicita un de los hombres que pasaban, en el momento en que ellos desaparecieron del lugar está se levanto y se hecho a correr hacia la armería.




Aún sorprendida por su vestimenta me levante, caminando al otro costado de Alexandria, enterré mi cuchillo en la nuca del hombre que se encontraba acuchillando a una mujer, girando un poco cansada por el esfuerzo, un aullido se hizo presente.





—¡No! —grite a todo pulmón notando como un hombre acuchillaba a Raspberry, sin dudarlo mis piernas casi por sí solas se movieron hacia él y derribándolo, enterré repetitivamente mi cuchillo en su pecho a la par que escuchaba el aullido de mi mascota.





Alzando mi mirada note como Morgan rodeado de varios hombres me observaban con pena, girándome hacia Raspberry, su pecho se dejó de mover. Negué con lágrimas, pero eso se vio opacado cuando vi un cuerpo caer al final de la calle. Fuera de mí misma me levante y eche a correr hacia ahí.





Rubén se encontraba con su mano llena de sangre, un cuchillo reposaba en esta, girándose lentamente hacia mi, soltó aquella arma.



—Agnes —me llama en un susurro, abrí mis ojos como platos al notar que tocaba su abdomen y otra mano era teñida de rojo, sus párpados comenzaron a cerrarse, y sin poder hacer algo, coloque una mano en su pecho.


Sintiendo mi vida depender de un hilo, cargue su peso para comenzar a caminar con prisa hacia la enfermería, al entrar, una mujer regordeta de cabellos rubios me vio con desesperación.



—Colócalo aquí —indica con prisa a la par que atrae una camilla, dejándolo ahí, la mujer comenzó a hiperventilar a la par que tomaba cosas que jamás había visto.



—No, no sé lo que hay que hacer, yo lo siento —dice tartamudeando.



—Mírame —le pido entre sollozos a la par que le tomó sus manos— sé que jamás habíamos cruzado palabra, que soy una persona completamente desconocida para ti. Pero... el hombre que amo, está muriendo... está muriendo frente a mis ojos, luché durante un año y medio, sola para después toparme con un extraño y con un perro por volverlo a ver y para volver a abrazarlo —para este momento los ojos de la mujer se cristalizaron— y no pienso permitir que esto me lo quite, no pienso perderlo, necesito tu ayuda... Por favor.




La rubia soltando un suspiro comenzó a tocar el abdomen de Rubén, se le dibujó una pequeña sonría; —No daño ningún órgano interno —informa con orgullo provocando que soltara un suspiro y agradeciera en voz baja, apresurada la mujer comenzó a coser la herida de Rubén— Se a desmayado por la pérdida de sangre...



— ¿Qué significa eso? —pregunte abriendo mis ojos como platos



—¿Crees en Dios? —negué— Pues necesito que reces a lo que creas, no sé si él pueda despertar, la pérdida de sangre, provoca que el paciente entre en un estado de shock temporal a largo plazo. —termino de darle coser la herida— No sé qué pueda ocurrir después de esto.




Aún en shock ante eso, observe el rostro  de Rubén que se encontraba pálido, dejando caer mi cuerpo al suelo, cubro mi rostro entre mis manos.



—¿Agnes?

Elevando mi mirada note como Tara estaba enfrente mío, sin embargo su voz se oía en eco y su imagen estaba distorsionada; cerré con fuerza mis ojos sintiendo mi cordura depender de un hilo.



Levantándome lentamente, y con la rabia a flor de piel, salí de la enfermería. Y acercándome a aquellos cuerpos de esas personas que atacaron, sin ningún escrúpulo, ni humanidad, arrastre sus cuerpos hasta la puerta de Alexandria.



—¿Qué haces? —pregunta Tara colocándose enfrente mío, pero evadiéndola. Abrí aquella reja, y arroje los cuerpos provocando que los caminantes cercanos se abalanzaran en ellos, devorándolos.





Mi vista fue distorsionando a tal punto de ver todo en rojo.



—¡Hay que detenerla! —grita claramente Rosita, la mencionada mujer me abraza por la espalda.



—¡Déjame! —ordene, sin embargo entre ella y Tara comenzaron arrastrarme hacia la enfermería.



Con lágrimas en mis ojos y forcejeos, todos los momentos que pasaron con Rubén y Raspberry pasaron en cámara lenta enfrente de mis ojos.




Perdí a Raspberry... No puedo perderlo a él.






¿Qué sería de mí si lo perdiera?

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