Capítulo 8.

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Miércoles. 3 días para el sábado. Me desperté con los rayos del sol debido a que a mi maravilloso cuerpo le daba pereza echar las cortinas en la noche. Me levanté de mala gana recordando que tenía que comprar un vestido y unos zapatos. “Mierda, lo haré esta tarde.” Miré mi reloj. Las 9:30. Mierda, mierda, mierda. Jack viene en  media hora. Rápidamente fui a la ducha, mientras intentaba no mojarme el pelo para que no se quedara muy mal. 5 minutos. Tiempo record. Opté por ponerme esto, prefería ir cómoda antes de tener que quejarme todo el día por los malditos tacones, y bajé como un rayo hacía la salida de la casa sin olvidare de coger los currículums para repartirlos. Vi un coche aparcar en frente de la casa y salir a Jack mientras miraba fascinado todo aquello.

 

-¿Te gusta? –dije de lejos. Me miró en cuanto escuchó mi voz y puso una sonrisa.

-Demasiado grande quizá. –me respondió.

-Pienso lo mismo. Esto no es para mí.

-¿Ah no? En todo cuento hay una princesa con su castillo.

-Solo que en este cuento no hay princesa.

-A lo mejor sí y la protagonista no lo sabe.

-Quizás. – llegué a su coche.

-Bueno, ¿y a dónde quieres que te lleve?

-Tengo que ir a repartir esto. – dije poniendo los currículums encima del capó del coche. – Y, he trazado una ruta para que sea más fácil y rápido.

-Una chica organizada. –dijo mirándome con asombro.

-Solo quiero terminar cuanto antes esto.

-¿Para qué buscar un trabajo teniendo TOOOODO esto?

-Hay gente que se quiere ganar la vida por sí misma. No depender de nadie. –volví a coger todo para así evitar que se cállese.

-Esas personas mueven el mundo.

-La mayoría de las veces el mundo les mueve a ellos.

-Eso no es cierto. Ellos pueden sentirlo así, pero no ven la fuerza que ellos tienen dentro de sí. El efecto que causan sobre los demás.

-El efecto puede ser malo.

-Si lo fuese no moverían el mundo. Solo lo dejarían como está.

-O peor.

-Sí, o peor. –entró en el asiento del conductor mientras que yo entré en el del copiloto. Quizá yo estaba siendo muy precipitada al pensar que todo lo que había dicho eran indirectas hacia mí, como si supiera toda mi historia. Pero él no tiene ni la más remota idea. Ni quería que la tuviese. Todavía.

 

Pasamos el camino en silencio hasta la primera parada. No sabía que decir para romper el hielo. Nunca había tenido esa necesidad, así que no tenía ni las más mínima idea de que decir y por no meter la pata mejor es estar callada. Era un silencio de lo más incómodo, genial. Cogí mis cosas y salí del coche. Mi madre me dijo que en Starbucks siempre andaban cogiendo a gente y además los horarios me dejarían el tiempo suficiente para terminar mis demás tareas.

 

-Lucy, ¿qué te parece que sí mientras vamos siguiendo tu ruta nos hacemos preguntas para conocernos? –la última vez que hice esto terminé durmiendo en casa de Zoella, y no quería repetir eso. No porque no me hubiese gustado dormir con Caspar, que bueno, para mí al menos no había significado nada, sino por la razón por la que me había ido.

Evenings in London | Jack HarriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora