🥀Capítulo 7🥀

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Maximiliano

Sentí el piquete en mi hombro. Los ojos de Aidan me decían que lo siguiera. Voltee mi rostro para ver dónde estaba Aome, ella estaba hablando con la hija del señor Hamilton.

Arregle mi saco y marqué mis pasos junto a los de Aidan. Me hizo señas para que lo siguiera dentro de su casa. Entramos y me jalo para una esquina.

—Logan no quiere decirle Aome que es su padre —me dijo sin ni siquiera preguntarle porque me había traído hasta acá.

Metí mis manos en mi pantalón y camine dentro de la habitación.

—Tendrá sus razones —me frunció las cejas.

—No jodas Max. Es tu esposa, ¿se lo podrás seguir ocultando?

—No es eso, simplemente que tú padre es el que debe decírselo.

Empezó a reírse y se acercó demasiado a mi.

—Es tan curioso, cierto.

—¿Qué cosa?

—Que compartamos una hermanastra —se paso las manos por la barbilla—, ¿qué? ¿No piensas compartirla también?

Sin dejarlo decir una palabra más lo tome del cuello de la camisa y lo pegue en la pared. Él reía como demente.

—Escúchame bien malnacido, Aome es mi esposa, y no importa lo que haya pasado en el pasado con nosotros, eso está en el puto pasado. Esa mujer es sagrada, si veo que te le acercas con otras intenciones, te acabare.

Él seguía riendo. Alzó ambas manos rendido. Lo solté con fuerza.

—Es increíble, si que cambiaste. No te preocupes, sólo estaba jodiendo —se arregló la camisa—. Recuerdo que en tus borracheras la mencionabas como un jodido idiota. En verdad estas loco por ella.

—Me largo. No voy a quedarme a escuchar tus idioteces.

Me di la vuelta y casi para salir el señor Hamilton apareció. Nos vio ambos antes de fijar su mirada en su hijo.

—¿Qué están haciendo aquí?

—Platicando de viejos tiempos, ¿cierto, Max?

El señor Hamilton estaba algo desconcertado, no sabía que nos conocíamos.

—¿Ustedes se conocían?

—Maximiliano y yo fuimos amigos de leche en Inglaterra —camino hacia mi lado poniéndome una mano en el hombro. Su padre lo miró con cara de asco.

—¿De qué demonios hablas?

—Oh vamos papá, que no sabes qué quiere decir eso. Déjame te lo explicó, gran y culto padre. Nos cogíamos a las mismas mujeres —apretó mi hombro y me aleje de él.

Aidan no había cambiado, seguía siendo el mismo loco que había conocido en Inglaterra.

—Eso tiene mucho tiempo —le dije al señor Hamilton.

No sabía por qué demonios estaba dando cuentas de mis actos, pero al final del día era el padre de mi esposa.

—Eso no me importa. Acompañenme, necesito hablar contigo Maximiliano.

—Lo siento, pero deje a mi esposa sola.

No iba a seguirlo, no quería hablar de estas cosas aquí. Empecé a caminar pero se puso enfrente de mi. Lo mire a los ojos, estábamos del mismo tamaño, no que fuera a romperle la cara mi nuevo suegro.

—Será un momento.

—Vamos Max, hay que hablar de nuestra hermanita.

Se metió Aidan.

Amor EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora