🥀Capítulo 23🥀

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Maximiliano

La enfermera me entregó unas pastillas, un vaso de agua y me dio una mala mirada. Sus ojos corrieron por mi en desaprobación.

Tenía una ceja parchada y los golpes en mi rostro estaban doliendo como el infierno. Pero al menos sabía que nada grave había pasado con Aome.

Suspiré y la enfermera me dijo que podía salir. Tomé mi abrigo y todas mis ganas de seguir moliendo el rostro de Aidan, esas aún estaban vibrando en mis manos.

Salí a buscar a mi esposa.

El pasillo tenía ese olor que detestaba. La únicas veces que había tolerado estar en un hospital, había sido para el nacimiento de Alexander y Nina.

Regrese a la habitación donde Aome descansaba, no por la herida de su pierna, sino por el desmayo que había tenido. La cortada no había sido profunda, solo unas mariposas y hoy mismo la darían de alta.

Sentía tanta rabia acumulada. Quería matar a Aidan, o sí, matarlo lentamente. Estrujar su garganta hasta que no respirara. Pero eso era mi coraje hablando. Mi rabia me había llevado hasta el límite y ahora por mi culpa, Aome estaba allí, en esa cama.

Me acerque a un lado de su cama y toque su rostro. Estaba cálida y su respiración salía lenta. No podía borrar la imagen de ella llorando por las estupideces y mentiras de los Hamilton. Odiaba que la hicieran sentir mal. Claramente ella no quería casarse con Aidan y memoria perdida o no, ella sentía la maldad de ese hombre.

Volví a salir de la habitación y controle mi mente. Tenía que hacer esto sin romper su cara más de lo que ya lo había hecho. Calmar mis grandes ganas de estrellar su rostro contra el suelo y hacerlo comer polvo por las cosas que le estaban haciendo a Aome.

Entre en la otra habitación y él se sobresaltó. Cerré la puerta y sus alarmas se prendieron. Tomó el botón de ayuda y amenazó con presionarlo.

—Lo haré si das un paso más.

Me metí las manos a los bolsillos de mi pantalón y camine lento. Sin despegar mis ojos de su rostro.

—Vengo a hablar. Somos personas civilizadas después de todo.

—No hay nada que hablar, ya está decidido. Me comeré a tu mujer noche tras noche —se relamió los labios.

Su carcajada hizo crujir mi quijada. Apenas y se podían ver sus burlescos ojos. Al menos me quedaba el confort de que le había dado una buena paliza. Su cara estaba hinchada, su labio partido y ambas cejas estaban en dos.

En mi los golpes no habían sido tan graves, él apenas empezaba a golpearme cuando Aome se había metido en la pelea. Solo un labio partido y una ceja fueron las que habían recibido ese arrebato.

Bajé mi rostro y me reí. Suspiré pausadamente. Tratando de contener el temblor que el coraje me estaba abarcando. El cuerpo lo sentía arder en rabia.

Cuanto deseaba acabar con él, el solo hecho de saber que la había tocado y la había forzado me hacían querer matarlo.

—¿Casarte con Aome? —me burlé—. Aidan, sabes lo ridículo que eso se escucha. Ella ya esta casada.

—Ahhh, allí es donde te equivocas. Aome Jones está casada contigo, no Aome Hamilton —se sento en la cama y puso el botón de emergencia cerca—. Grace encontró otra manera de tener la herencia y adivina quién sale ganando allí —se llevó las manos al cuello y lo alzó—. Me voy a casar con tu mujer y sabes la mejor parte. Que me la disfrutaré cada noche de cada día —se lamió los labios—. Esta tan rica la desgraciada. Esas curvas y esas piernas tan suaves. Pero lo mejor, es oírla gritar y gemir cuando no quieren que la toquen.

Amor EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora