Maximiliano
La luz era tenue, cálida y seductora. Me permitia perderme en sus hermosos ojos. Estábamos sentados en el suelo disfrutando del calor de la chimenea. Alcance la copa de vino y se la entregue, ella me la recibió con una bella sonrisa. Estaba loco por esta mujer. No importaba si la conocía desde los trece, la seguia amando como la primera vez que la había visto en la playa. Se llevó la copa de vino hacia los labios, me veía a los ojos tratando de descifrar qué era lo que pensaba con tanta profundidad. Le alce una de mis cejas y sus mejillas tomaron ese color rosa que me hacía desvariar. Volteo el rostro hacia las brasas que ardían frente a nosotros. Aome era una mujer única. Su forma de ser, su forma de actuar, todo eso era lo que me encantaba de ella y claro, era una mujer extremadamente bella.
Volvió su rostro hacia mi. Esta vez le sonreí, ella dejó la copa hacia un lado y gateo hasta mi. Se acercó a mi boca y jaló con sus dientes mi labio inferior. Cerré los ojos al sentir su aliento. La tome de la cintura, abrazándola entre mis brazos. Empecé a degustar de ella. Se apartó para poder respirar, una sonrisa se le pintó en los labios.
—Me gustaría saber que piensas, Maximiliano —el tono juguetón con el que hablaba, enviaba cosquillas a mi cuerpo.
—Pienso en que fue una grandiosa idea venir de vacaciones con mi bella esposa.
La empuje con suavidad sobre las almohadas que estaban dispersas en el suelo. Me tumbe arriba de ella. Su corazón retumbaba en mi pecho. Se cubrió el rostro riendo. Quite sus manos, bese su frente y fui bajando por su mejilla, hasta llegar a sus labios. Los deguste una vez más, lento, con suavidad. Mis manos empezaron a deslizarse por los costados de su cuerpo, acariciando cada esquina.
—Te amo —me dijo casi sin respiración.
—¡Oh Aome, yo te adoro!
Con suavidad fui despojandola de sus prendas. En cada una que quitaba, le daba un beso. Ella hacía lo mismo. El frío en nuestra piel nos hizo reir. Volví a besarla, enredando mi lengua con la suya, mis manos empezaron a trazar su silueta. Nuestros cuerpos estaban moldeados en una figura perfecta. El calor de su cuerpo me enviaba en espiral a perderme en ella. Con delicadeza, con caricias, la tome. Le hice el amor enfrente del calor de la chimenea.
****
La mañana me pego en el rostro. Bostece y me frote los ojos para poder tener una mejor visión del reloj que colgaba en una columna cerca de la cocina. Nos habíamos quedado dormidos después de esa noche tan deliciosa. Jale la manta para cubrirme. Aome seguia dormida. Quite con delicadeza su mano de mi cintura. Me levante con cuidado para no despertarla.
Busque mis pantaloncillos y me los coloque. Me dirigí hacia la mesa cerca del sofá y tomé mi teléfono. Tenía varias llamadas perdidas. Lo había puesto en silencio al ver que el trabajo no respetaba el memo de que me iba de vacaciones. Empecé a correr los nombres hacia arriba hasta que vi una de mi padre. Presione su nombre para devolver la llamada.
Camine hacia la habitación, para poder hablar con él. A casi el último tono contestó. Siempre hacía lo mismo.
—Maximiliano, buenos días.
—Hola papá. ¿Paso algo? —sabía que le había dicho que solo me hablara si surgía algo importante, como si uno de mis hijos se enfermara—. Los niños están bien.
—Los niños están bien. Megan los adora, sabes que con ella están mejor que contigo —chasquee la lengua. Mi padre tenía sentido del humor.
—Padre, acordamos que estas eran mis vacaciones, sabes cuantas me tomo al año. Si, solo estás.
—Escúchame muchacho antes que saltes a cualquier cosa.
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Amor Eterno
Romance[Secuela de Amor Prohibido] [Completa] Aome y Maximiliano tienen la felicidad que siempre desearon. Una vida de lujos, sus hijos, familia y sobre todo, su amor incondicional. Parece perfecto. ¿Pero qué pasa cuando los fantasmas del pasado regres...