6-. Tatuajes

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Cerré el libro con pesadez, me levanté del escritorio, y al asomarme por la ventana, caí en cuenta de que estaba a punto de amanecer. Una vez más había pasado toda la noche leyendo, y aunque el sueño apenas me permitía sostenerme, había valido la pena. En especial por la cantidad de apuntes importantes que agregué a mi cuaderno.

Bostecé, estiré los músculos, y me dirigí a la cama, donde yacía Alexandria durmiendo a pierna suelta. La contemplé en silencio por un par de minutos y no pude evitar sonreír. A pesar de todos sus tatuajes, el piercing en la lengua y aquella fachada de chica ruda, su rostro no dejaba de ser angelical. Le planté un beso en la frente, y tratando de no despertarla, me acomodé a su lado. Al cabo de unos minutos, el cansancio me venció y caí rendido.



Me encontraba nuevamente en la biblioteca de los lobos, pero era incapaz de recordar el momento de mi llegada. Esta vez no estaban los encapuchados, pero en su lugar una enorme silueta me observaba desde la distancia. Dio un par de pasos en mi dirección, se detuvo, y volvió a avanzar hasta que quedamos casi cara a cara.

Era un ser muy corpulento e intimidante, completamente cubierto de pelo marrón rojizo y con un cráneo robusto. Su rostro tenía facciones que oscilaban entre humano y bestia, una ancha nariz de boxeador, labios negros de los que sobresalían algunos dientes afilados, orejas puntiagudas y penetrantes ojos amarillos.

—¿Quién eres? —balbuceé, retrocediendo.

—Veo que aún no has estudiado los tipos de transformaciones —la criatura me enseñó los dientes intentando sonreír—. Soy el Alfa, quien controla la manada.

—¿Cómo llegamos hasta acá? No recuerdo haber despertado.

—Nunca lo hiciste, justo ahora estás durmiendo con tu novia.

—¿Entonces eres parte de mi imaginación? —fruncí el ceño.

—Te equivocas, estamos hablando mediante una proyección astral. Todos los lobos aprendemos a usarlas al ser iniciados, es la mejor manera de comunicarnos entre nosotros, y en muchos casos, permite aumentar nuestros conocimientos.

Una vez hubo dicho esto, posó su mano en mi hombro izquierdo, y escrutándome con la mirada, soltó un pequeño gruñido de satisfacción.

—Tienes materia para esto, Oliver. Estoy seguro de que algún día tú también serás un Alfa —arrugó la nariz—. No le des paso a la duda, eso impedirá que obtengas el poder que necesitas.

—A veces dudo que de verdad pertenezca a esto.

—Posees la marca de la maldición —sus ojos se posaron en mi cuello por varios segundos—. Eso te convierte en uno de los nuestros.

—Entonces quiero hacerme más poderoso, quiero más información acerca de la licantropía.

—Todo a su tiempo, Hunt. Por ahora limítate a aprender.



Desperté con muchísima flojera, se me escapó un largo bostezo, y me quedé mirando el techo de la habitación por unos instantes. Alexandria aún dormía, así que permanecí en silencio para no molestarla. En lugar de eso, decidí despertarla de una mejor manera. Acaricié sus piernas con suavidad y mis manos subieron lentamente hacia su punto débil. Noté cómo se mordía los labios, y sin abrir los ojos, soltó un leve gemido.

—Hace días que quería hacer esto —le susurré al oído.

Se giró hacia mí, y besándome con desenfreno, se quitó la poca ropa que traía puesta. Besé su cuello con lentitud y le pasé las manos por la cintura mientras que ella enredaba los dedos en mi cabello. Entonces, me eché para atrás, y sonriendo de oreja a oreja, alcancé el libro que estaba en su mesita de noche.

—Creo que justo ahora tengo ganas de leer, ¿no te jode? —solté una carcajada y me tendí sobre la cama.

—Eso es sucio —protestó Alexandria, cruzando los brazos y haciendo pucheros.

—Lo que es igual no es trampa —me encogí de hombros y abrí el libro.

—Eres un maldito vengativo —se levantó de golpe, y acercando su cuerpo a centímetros de mi rostro, volvió a vestirse—. Solo por eso no te dejaré tocarme hasta nuevo aviso —sentenció, saliendo de la habitación.

Tan pronto como me dejó a solas, cerré el libro y me posicioné frente al espejo de cuerpo completo que se hallaba en una esquina del dormitorio para detallar cada tatuaje en mi piel. Por algún motivo no me cansaba de hacerlo.

Un enorme tribal negro cubre por completo mi brazo izquierdo y parte del hombro, donde inicia una enredadera de rosas negras de menos tamaño que ocupa la mayor parte de mi espalda. Una gran telaraña tapa mi hombro derecho, dándole paso a tres calaveras puestas una sobre otra hasta terminar a la altura del codo y fusionarse con el diseño de un bosque que empieza en la muñeca. La parte del pecho está cubierta por un águila bastante realista que extiende las alas sobre mis pectorales. En las costillas solo está la frase "Carpe Diem" y la fecha de mi aniversario con Alexandria. Por último, la cara de un lobo adorna mi muslo derecho y algunos de los detalles me llegan a la rodilla.

La gran mayoría me los hice después de que Nameless se separara, puesto que fue a partir de allí que opté por dejar la música y dedicarme a este mundo. A los meses de haber abierto mi local, Brie vino a tatuarse junto a su hermana, quien captó toda mi atención en ese instante, y tras varios meses saliendo, aceptó mudarse conmigo.

Sentí un fuerte cosquilleo en el estómago y no pude reprimir una sonrisa. Alexandria me traía loco desde el primer momento en el que intercambiamos miradas, y aunque sus padres hicieron lo imposible por dañar nuestra relación, estábamos mejor que nunca. 


Canción: Storm the Sorrow

Banda: Epica

Wolfhunt | Shining Awards 2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora