33-. Jugando con fuego

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Guié a Alexandria para que pudiera salir de la casa, y me aseguré de alejarla tanto del rango de explosión como fuera posible. Una vez hecho esto, le pedí que me esperara, y volví al interior del lugar. Necesitaba acabar con cualquier cosa que me relacionara a lo sucedido, y la mejor manera era volándolo todo por los aires.

Dejé la puerta principal abierta para contar con una vía de escape rápida, y entonces me dirigí a la cocina. Saqué el aceite de la despensa y lo derramé sobre los cuerpos, parte del suelo y algunos muebles, deseando que ese par de litros bastara para lograr lo que tenía en mente. A continuación, abrí el cilindro de gas a su máxima capacidad y retrocedí hasta la salida.

Saqué un cigarro del bolsillo, lo encendí, y tras darle una profunda calada, lo arrojé al interior de la vivienda. Casi de inmediato, el piso de madera se vio cubierto por las llamas, lo que bastó para indicarme que cerrara la puerta y corriera. Unos cuantos metros más adelante, el sonido de la detonación retumbó en mis oídos.

Cantidades enormes de adrenalina corrieron por mi cuerpo, evitando que el dolor y el cansancio se manifestaran de momento. Ya solo necesitábamos desaparecer de allí y volver a nuestro hogar. Cuando eso sucediera, estaríamos a salvo.



Me quité la ropa y procedí a girar la llave de agua caliente hasta que alcanzó una temperatura adecuada. Acto seguido, acomodé un banquillo debajo de la ducha, y ayudé a Alexandria a desnudarse y tomar asiento.

Sabía que no le gustaba ser tratada con tanta condescendencia, pero la falta de descanso y la mala alimentación que tuvo durante su secuestro pasaron factura, al punto que ni siquiera protestó ni se opuso a recibir mis cuidados.

—¿Qué te pasó en el pecho, Oli? —preguntó Alex, mirando la cortada que me había hecho en la última pelea con los templarios.

—No es nada, cariño —comencé a enjabonarla—. Estoy bien.

—Tengo mucho sueño —bostezó, a la vez que apoyaba su cabeza en mi abdomen. Volví a abrir el grifo, y el agua removió el jabón de su piel. 

Cerré la llave, tomé una toalla y la sequé lo mejor que pude. Luego de vestirla con una bata ligera, la subí a mis brazos y me dirigí hacia el dormitorio.

—Te amo, pelirroja —susurré, atravesando el corredor previo a nuestro objetivo.

—Yo también te amo —murmuró, luchando por no quedarse dormida—. Oli, creo que... —un chorro de agua cayó de su entrepierna.

—Alex, si necesitabas orinar pudiste haberme avisado en el baño —rodeé el charco para no pisarlo.

—No es eso —tragó saliva—. Acabo de romper fuentes.

—¿Quieres decir que...? —dejé la frase a medias. Esto no podía estar pasando de verdad.

—Voy a dar a luz —al escuchar aquellas palabras, el resto de la escena pareció transcurrir en cámara lenta.

Acosté a mi chica cuidadosamente sobre la cama, tomé el teléfono, y a pesar de que me temblaban las manos, fui capaz de marcar el número de emergencias. Tras unos cuantos segundos que se hicieron eternos, una voz femenina me atendió.

—911, ¿cuál es su emergencia?

—Mi novia está a punto de dar a luz, necesito una ambulancia ahora mismo.

—¿Podría indicarme la dirección, por favor?

Le di los datos que solicitaba mientras que el sonido de un teclado me acompañaba al otro lado de la línea. Tan pronto terminaron las preguntas, la operadora confirmó que ya había enviado a un equipo de paramédicos y desconectó la llamada.

Wolfhunt | Shining Awards 2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora