29-. Interrogatorio

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Atravesé la puerta en silencio, y comencé a descender a través de un estrecho pasillo con escalones de madera. La pintura de las paredes lucía desgastada, se había caído en algunas partes, y cada tantos metros colgaba un bombillo de luz amarilla que le daba un toque más lúgubre al panorama. 

Durante los viajes astrales, simplemente atravesaba el suelo para llegar al objetivo, pero en el plano físico no tenía de otra que llevar a cabo este recorrido y cruzar los dedos para no ser detectado.

Finalmente, me topé con la entrada a la biblioteca de los licántropos. Sostuve la pistola con fuerza y entré echándole un vistazo rápido a los alrededores. Para mi sorpresa, todo estaba en orden y nadie parecía estar esperando mi llegada. 

Al fondo del lugar distinguí la silueta de un encapuchado apoyado sobre una mesa, y a juzgar por sus ronquidos, había perdido la batalla contra el sueño. Intentando no alertarlo, avancé en cuclillas hacia él y apoyé el cañón del arma en su nuca. Esto hizo que quisiera levantar la cabeza, pero pareció darse cuenta de su situación y prefirió no hacer movimientos bruscos.

—Si sabes lo que te conviene, responderás a cada una de mis preguntas —dije con voz firme—. Si te niegas, apretaré el gatillo.

—Está... Está bien —balbuceó.

—¿Cuál es tu nombre? ¿Cuánto tiempo llevas dentro de la manada?

—Joseph Smith, unos veinte años —mientras hablaba, usé mi mano libre para extraer un cigarrillo de mi pantalón, lo sostuve entre mis labios y lo encendí. Di un par de bocanadas, e inmediatamente continué con el interrogatorio.

—¿Este lugar está insonorizado? —dirigí la mirada al candelabro que se mecía sobre nosotros.

—Por supuesto, nadie externo a la manada debe conocer su existencia —tragó saliva—. Podrían detonar una bomba aquí dentro sin que los de la superficie se dieran cuenta.

—Eso me gusta —una nubecilla de humo salió por mi nariz—. ¿Dónde están los documentos del Vaticano?

—Quinta estantería al fondo, lado superior derecho.

—¿Cuándo entra el próximo licántropo? ¿De cuánto tiempo es cada guardia?

—En unos veinte minutos, cada turno es de doce horas.

—Buen chico —le di una palmada en la espalda—. Última pregunta, ¿dónde puedo conseguir a Abraham?

—No podemos revelar información del Alfa, la traición es penada con la muerte —replicó Smith, cada vez más nervioso.

—¿Y acaso tener una pistola en la cabeza te parece mejor que delatar al cretino de Frost?

—Soy leal a la manada.

—La mujer que amo y nuestro bebé dependen de que encuentre a ese bastardo —tensé la mandíbula—. ¿Crees que la lealtad te servirá de algo?

—Digas lo que digas, no seré un traidor como tú.

Sentí cómo la ira en mí aumentaba, y sin poder contenerme, le di un culatazo en la sien. El encapuchado cayó boca arriba sobre la mesa, puse el cañón de la pistola sobre su frente y el dedo sobre el gatillo.

—¿Alguna vez has escuchado que ser leal a un culto de maniáticos que beben sangre humana haya salvado a alguien de un disparo a quemarropa?

—No —sus labios temblaban.

—¿Entonces qué te hace pensar que serás la excepción? —gruñí—. Lo que más deseo en este mundo es recuperar a los míos y mataré a quien interfiera, ¿lo entiendes?

—Soy leal a... —antes de que terminara la frase, disparé y sus sesos se desparramaron por doquier. Uno menos, quedaban tres. 

Me dirigí a una mesa limpia, tomé asiento, y amartillé la pistola a la espera de mi siguiente víctima. Si Smith decía la verdad, estaba próxima a llegar, así que lo mejor sería esperarla y ver cuánta información era capaz de sacarle.


Tras unos minutos aguardando su llegada, escuché cómo el siguiente licántropo bajaba por la escaleras con paso ligero. A continuación, me posicioné a un costado de la entrada y esperé pacientemente a que cruzara. El encapuchado pasó junto a mí sin siquiera reparar en mi presencia, y bastó con conectarle un buen golpe para que cayera sentado.

—No compliques más la situación —advertí, apuntándole al pecho—. Necesito respuestas y estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para conseguirlas.

—¿Hunt? —musitó incrédulo—. ¿Cómo es que Smith no te detuvo?

—Ah, él —moví la cabeza en su dirección—. No quiso cooperar conmigo.

El lobo giró la cabeza para ver el cadáver de su compañero, y una expresión de horror se plasmó en su rostro.

—Como ves, no tengo muchas ganas de discutir —lo miré a los ojos—. Quiero que contestes a cada una de mis preguntas sin rodeos, ¿entendido?

—Entendido —tragó saliva.

—¿Hay alguna manera de localizar a Abraham?

—Esta noche se reunirá con aquí nosotros, no conozco los detalles exactos.

—¿Tienen alguna información acerca de los templarios? ¿Dónde se alojan?

—Se supone que acabamos con ellos en ese hotel, nadie entró ni salió durante el ataque —negó con la cabeza—. ¿Volvieron?

—Yo hago las preguntas, Wallace —lo interrumpí—. Ponte de rodillas.

—¿Vas a matarme?

—Solo haz lo que te digo...

—¡No! ¡Eres un jodido asesino! ¡Quieres matarnos a todos! —gritó.

—Última oportunidad, ¿colaborarás o no?

—Debimos haberte asesinado en el bosque, no eres más que... —tiré del gatillo y la bala perforó su pectoral derecho.

El licántropo me miró con impotencia e intentó abalanzarse sobre mí, pero la herida era demasiado profunda, y tras dar algunos pasos, cayó de bruces. Un charco de sangre se formó debajo de él, y al cabo de unos instantes, dejó de respirar.

Una vez más, tomé asiento a la espera de mis siguientes víctimas. Tarde o temprano iban a manifestarse, y cuando eso sucediera, aprovecharía para cobrar venganza. Lo único que necesitaba era un poco de paciencia.


Canción: The Hating

Banda: KoRn

Wolfhunt | Shining Awards 2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora