14-. Traidor

661 84 8
                                    

Aquellas palabras causaron un efecto tan grande en los presentes, que nadie se atrevía a decir nada para no atraer la atención sobre sí mismo. A medida que transcurría el tiempo, la tensión aumentaba y noté cómo varios pares de ojos amarillos se movían de manera ansiosa por el lugar.

—¿A qué te refieres con traidor? —Abraham arqueó una ceja.

—Creo que no es necesario explicar el significado de esa palabra, ¿o sí? —Logan nos echó un vistazo general y volvió a hablar—. Uno de ustedes vendió a la manada.

—¿Quién fue ese hijo de puta? —Darwins adoptó una transformación intermedia—. Lo mataré con mis propias manos.

—Cálmate, Matthew, no vale la pena armar tanto escándalo...

—¡No me digas qué hacer! ¡Los traidores merecen la muerte, está en nuestro código! En vez de defenderlo deberías ayudarme a encontrarlo —hizo una breve pausa—. A menos que tú seas el traidor.

—Deja de decir esas estupideces, por supuesto que no lo soy.

—Todo encajaría a la perfección, eres el siguiente en la línea de poder. Si el Alfa desapareciera se te haría mucho más fácil ascender que al resto.

—¿Qué diablos estás diciendo? William y yo hemos sido amigos por más de un siglo, no lo vendería por algo tan vano como eso.

—¡Espera un momento, Darwins! —intervino otro de los lobos—. ¿Cómo sabemos que no eres tú? Quizá por eso estás empeñado en acusar a Frost.

—No puedes estar hablando en serio, soy una persona leal, ¿cierto, Hunt? —me miró con súplica.

—Prefiero estar al margen de esas discusiones —negué con la cabeza.

En unos cinco minutos, toda la manada se había puesto a discutir a viva voz acerca de quién era el traidor, a tal punto que incluso se amenazaban de muerte. Por mi parte, decidí mantener la distancia y dedicarme a vigilar lo que ocurría. Después de todo, mi mayor prioridad era pasar desapercibido.

—¡De seguro fue Hunt! —acusó Abraham, sacándome de mis pensamientos.

—¿Yo? —fingí sorpresa—. Espero te des cuenta de lo estúpido que suena eso.

—¿Él? —se burló Matthew—. Te aseguro que de todos los presentes es el que menos podría haber hecho contra el Alfa.

—Basta, basta, no vale la pena continuar discutiendo —interrumpió Logan, levantando los brazos con un gesto conciliador—. No es necesario todo este desastre.

—Podríamos haberlo evitado si nos hubieras dicho quién carajo es el traidor, ¿no crees? —espetó Darwins, cada vez más molesto.

—Quizá, pero el punto es que no lo sé con exactitud —se encogió de hombros.

—¿Entonces cómo sabes que fue una traición y no que simplemente nos encontraron? —pregunté, tratando de que su teoría perdiera credibilidad.

—Porque ocurrió exactamente lo mismo en la primera manada donde estuve —sentenció—. Tan pronto como me fui, alguien decidió venderlos. La diferencia es que en esa ocasión el Alfa lo descubrió en el acto, y tanto él como su cómplice fueron despedazados por los sobrevivientes.

—Gracias a eso los templarios nos pusieron el ojo encima y tuvimos que huir de Inglaterra —agregó Frost con cierto pesar en su voz.

El silencio se apoderó de la habitación hasta que, aparentando no saber absolutamente nada al respecto, hablé:

—Espera, ¿acabas de nombrar a los templarios? Se supone que no existen desde hace siglos.

—No solemos hablar de esto con los nuevos y tampoco aparece en los libros que de seguro te prestaron, pero supongo que esta vez es necesario —dijo Logan, rascándose la nuca—. Según la historia oficial, el Vaticano los desapareció del mapa en el 1312; pero hermandades como la nuestra saben que eso es solo una estrategia para que permanezcan en secreto.

—Llevan siglos actuando en secreto por y para los intereses de la iglesia —prosiguió Abraham—. Están mejor armados que muchas guerrillas modernas, y se encargan de acabar con cualquiera que pueda atentar, o revelar información relevante acerca de la Santa Sede —me miró a los ojos—. Cuando nos dividimos a lo largo del mundo, cada manada optó por llevarse copias e incluso versiones originales de documentos que les interesa que permanezcan ocultos.

—En resumen, quieren acabar con cada una de las manadas alrededor del mundo y así asegurarse de que nada salga a la luz —Logan retomó la palabra—. Para evitar que eso ocurriera, se decidió hace siglos, durante el último consejo de la hermandad, que cada manada fuera independiente y no tuviera ningún contacto con las demás. Así, en caso de que atrapen a una de ellas, no podrán obtener información acerca de las otras.

—Es una idea brillante —admití.

—Lo es, pero de todas formas lograron localizarnos —la mirada de Frost se tornó sombría.

—¿Y por qué no atacamos su escondite directamente? —propuse—. Es mucho mejor que sentarnos de brazos cruzados a ver cómo nos van exterminando.

La mayoría de los encapuchados, incluyendo a Logan y Frost, asintieron a modo de aprobación.

—Esta vez tienes razón, Hunt, solo que hay un gran problema —comentó Darwins, cruzando los brazos—. No tenemos ni la menor idea de dónde puedan estar.

—Buen punto —acaricié mi barbilla—, aunque se me ocurre algo. ¿Entran al país por aire?

—No me cabe la menor duda, y tengo entendido que mañana llegará un vuelo desde el mismísimo Vaticano —informó Abraham—. Estaré atento y luego enviaré a algunos de nosotros a seguirlos hasta su escondite.

—Tienes madera para el liderazgo, viejo amigo —dijo Logan, dándole una palmada en la espalda—. Pero recuerda que esos tipos no son tontos, se darán cuenta en seguida de que los están siguiendo. Opino que es mejor enviar a uno solo.

—Yo lo haré —di un paso al frente—. Conozco suficientes atajos en esta ciudad como para seguirles el rastro a una distancia prudencial.

—Debes estar consciente de que son personas peligrosas y con entrenamiento de años. Nunca salen desarmados, y estoy completamente seguro de que, si vinieron por nosotros, están bien surtidos con balas de plata.

—Sé lo que hago —esbocé una sonrisa confiada—. Ni siquiera notarán que estoy ahí.

—Estás bajo tu propio riesgo —advirtió Frost—. Te veré mañana en el ala sur del aeropuerto, no faltes —agregó antes de desvanecerse.

—Parece que ya está a punto de amanecer —Logan recorrió la biblioteca con la mirada—. Ya es hora de que volvamos al plano físico.


Canción: Breathless

Banda: Asking Alexandria

Wolfhunt | Shining Awards 2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora