30-. Abraham

473 72 20
                                    

Luego de una espera tan larga que parecía ser eterna, los pasos de alguien resonaron desde las escaleras y procedí a agazaparme detrás de la mesa. Amartillé la pistola, y aguardé a que la víctima estuviera lo bastante cerca como para tener un tiro limpio. Sin embargo, gracias a la cantidad de pisadas que oí, no tardé en darme cuenta de que mi objetivo venía acompañado.

Finalmente, vi cómo Abraham y Darwins, ambos vestidos con sus respectivas túnicas negras, entraban a la biblioteca. Intercambiaron algunas palabras, y sin darles tiempo de notar mi presencia, me levanté de un salto y le apunté a Abraham.

—No den un paso más —ordené, sintiendo la adrenalina correr por mi cuerpo—. ¡De rodillas o disparo, Matthew!

—Como si ese idiota me importara en lo más mínimo —soltó una carcajada—. Soy el
siguiente en la línea de poder. Si lo matas, quedo a cargo de la manada.

—Bien pensado —me acaricié la barbilla con la mano libre—. El único problema es que ya no hay ninguna manada que dirigir.

—¿Qué? —su sonrisa se esfumó.

—Deberías ser más observador —me moví a un lado y señalé a uno de los cadáveres—. Solo quedan ustedes dos.

—Maldita sea, Hunt, estás enfermo —espetó Frost, negando con la cabeza.

—Di lo que quieras, pero si mal no recuerdo, le ordené a tu último lacayo vivo que se pusiera de rodillas.

A regañadientes, Darwins hizo lo que le pedía y Abraham se inclinó para imitarlo, pero en seguida, le quité el seguro al arma.

—¿Qué crees que haces? —levanté la quijada hacia él.

—Nos ordenaste...

—La orden era para Matthew. Tú lucharás conmigo por el puesto de Alfa.

—¡Esto debe ser maldita una broma!

—Si lo fuera, no me habría visto en la necesidad de matarlos a todos, ¿no lo crees?

—Las clavículas del lobo dicen que los traidores serán castigados con la pena de muerte —citó—. Espero que tengas claro lo que te espera.

—También dicen que un Alfa está obligado a defender su cargo en cualquier momento y ante cualquier licántropo —sonreí de oreja a oreja.

—¡Sobre mi cadáver! —gritó Darwins, haciendo amago de levantarse—. Primero muerto que...

—Como prefieras —antes de que terminara la frase, le apunté y presioné el gatillo. La bala perforó su garganta, haciendo que se desplomara de inmediato. Se llevó las manos a la herida con desespero, luchando por sobrevivir, pero ya era demasiado tarde. 

Abraham, lleno de impotencia, me dirigió una mirada cargada de odio, y le respondí encogiendo los hombros.

—No pretendía hacerlo tan pronto, pero de eso depende la vida de quiénes amo.

—William debió haberme escuchado, debimos deshacernos de ti cuando tuvimos la oportunidad —negó con la cabeza.

—Su peor error fue meterme en todo esto, y el mío fue esperar tanto tiempo para acabar con ustedes.

—Entonces hazlo, mátame de una buena vez —extendió ambos brazos en cruz y clavó sus ojos amarillos en mí.

—Lo haré, sí, aunque primero preferiría hacerte pagar por lo que me has hecho.

—Quiero verte intentarlo, Hunt —hizo un movimiento rápido para quitarse de mi alcance, adoptó una transformación intermedia, y se abalanzó sobre mí.

Todo su peso impactó contra mi pecho, y sentí cómo se me iba el aire de los pulmones, haciendo que trastabillara unos cuantos pasos. En seguida, adopté su misma transformación y dejé el arma en el piso.

—Supongo que es hora de la pelea decisiva —dije, poniéndome en guardia.

El licántropo golpeó mi pómulo con todas sus fuerzas y le devolví el puñetazo con la misma intensidad. Acto seguido, tomé impulso para darle un empujón, causando que cayera sobre una de las mesas. Sin permitirle reaccionar, volqué el mueble con él encima, y ambos impactaron el suelo.

Abraham había quedado atrapado debajo de aquella pesada mesa de madera, y a pesar de sus esfuerzos por quitársela de encima, apenas conseguía levantarla un par de centímetros para luego volver a ser aplastado. 

—Te tengo, Frost —puse mi pie sobre su mano derecha y escruté el lugar en busca de la pistola—. Aunque no creí que sería tan sencillo.

De improviso, su mano izquierda capturó mi tobillo, a lo que reaccioné pateándole la cara. Aunque esto, lejos de detenerlo, no hizo más que hacerlo enfurecer. Cerró su mandíbula alrededor de mi pantorrilla, y un dolor punzante se manifestó en la zona, obligándome a reprimir un chillido. 

Le conecté tantos pisotones con la pierna libre que perdí la cuenta, pero gracias a eso logré zafarme de su agarre.

—Eres un ser despreciable e hipócrita —balbuceó con una mezcla de saliva y sangre saliendo de su boca.

—Quizá sea despreciable, pero al menos soy quien ejecuta la sentencia y no el ejecutado —levanté el arma del suelo y le quité el seguro.

Eso era todo para Abraham. No quedaba nadie de su bando ni tampoco una forma viable de escapar. Él lo sabía muy bien, y la expresión de derrota plasmada en su rostro lo demostraba.

—La guerra ha terminado y yo vencí —me arrodillé junto a él y puse el arma en su sien—. ¿Cuáles son tus últimas palabras?

—Nos vemos en el infierno, Hunt —tan pronto como hubo dicho esto, jalé el gatillo, y su sien estalló, salpicándolo todo de sangre, astillas de hueso y materia gris. 

Estaba hecho. La misión había sido cumplida con éxito y ahora solo quedaba la parte final: recuperar a mi familia.


Canción: Die MF Die

Banda: Dope

Wolfhunt | Shining Awards 2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora