27-. Oliver Hunt

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Los días que precedieron a la llegada de la luna llena los dediqué casi exclusivamente a entrenar para enfrentarme a Darwins. Al fin y al cabo, era la oportunidad perfecta para acabar con él y que todo pareciera un accidente. Luego podría planear una estrategia para encargarme de los lobos faltantes.


Cuando el reloj de mi teléfono marcó cinco minutos antes de la hora acordada para el encuentro, anduve lo que restaba de camino para llegar a la manada. Solo que, a diferencia de las veces anteriores, hoy traía conmigo la pistola con balas de plata. No tenía pensado usarla, pero si por el motivo que fuera se me daba la oportunidad de cumplir mi misión ahí mismo o me veía en aprietos, no dudaría en hacerlo.

Tan pronto alcancé a mis compañeros, me puse mi respectiva túnica, y procedimos a llevar a cabo el ritual con la víctima que habíamos capturado hacía menos de una semana. Aun así, la adrenalina que esto generaba era apenas un adelanto de lo que estábamos esperando: el combate contra Matthew. 

No hizo falta que nadie nos lo recordara. Ambos nos posicionamos en el centro de la formación, adoptamos transformaciones intermedias y aguardamos la orden de Frost para dar inicio a la pelea.

—¡Ahora! —gritó este, y pasé corriendo a su lado para taclear a mi oponente. Caímos de forma estrepitosa, y a pesar de que procuré recibir el menor daño posible, una puntada de dolor recorrió mi costado al tratar de levantarme. 

Fui sorprendido por un rodillazo en el abdomen, y en un acto reflejo, me doblé hacia adelante para disminuir el impacto, algo que Matthew aprovechó para soltar una lluvia de codazos hasta derribarme. 

—Pensé que darías más pelea, Hunt —me pateó en el medio de los omóplatos—. Qué decepción —se alejó unos cuantos pasos y comenzó a buscar algo en el suelo.

Tan rápido como pude, me reincorporé y vi cómo Darwins se giraba hacia mí con una piedra gigantesca en su mano derecha y tomaba impulso para arrojármela, pero por un error de cálculo apenas alcanzó a causarme un leve rasguño en la frente. 

Le di un puñetazo en la oreja, haciendo que perdiera el equilibrio, y con una patada al muslo bastó para romper su defensa. Sin embargo, mi oponente adoptó una transformación completa y eso le permitió volver al combate de inmediato, así que decidí no arriesgarme y lo imité.

El lobo se abalanzó sobre mí e intentó cerrar sus fauces alrededor de mi cuello, pero logré evadirlo y le mordí una de las patas delanteras. A continuación, realizó un giro extraño para liberarse y aproveché el momento para morderle la garganta con todas mis fuerzas, a lo que el licántropo dejó escapar un chillido de dolor, y retrocedió medio metro arrastrándose. 

Al darme cuenta de que mi oponente permanecía atento a todos mis movimientos y se negaba a bajar la guardia, decidí optar por un ataque mucho más salvaje y retomé la transformación intermedia.

Le pateé la boca del estómago para que expulsara el aire de sus pulmones, lo levanté por la cintura y lo arrojé de cabeza contra el árbol más cercano. Para mi sorpresa, no había sido suficiente para detenerlo, y al ver que intentaba huir, lo agarré por la cola para impedírselo.

Entonces, tomé la roca más grande que tenía a mi alcance y se la estampé en la parte trasera del cráneo. Repetí el ataque tantas veces como pude, hasta que finalmente el objeto se rompió y tuve que buscar cualquier otra cosa sólida que sirviera como arma.

Matthew estaba malherido y cubierto por su propia sangre, por lo que debía acabar con él antes de que se regenerara y fuera capaz de volver al combate. De lo contrario, las cosas no pararían de complicarse.

—Suficiente, Hunt —intervino Frost, mirándome con frialdad—. Ya no puede defenderse.

Mis dedos se cerraron alrededor de una rama de peso considerable y supe que era lo que necesitaba para completar el trabajo. Por otro lado, si me tomaba el atrevimiento de hacerlo, en especial considerando que me habían ordenado detenerme, iba a tener consecuencias negativas. No sabía cuáles exactamente, pero la manada no se caracterizaba por tolerar la rebeldía.

—No volveré a repetirlo —el líder se interpuso entre nosotros, y no tuve más alternativa que soltar el arma y alejarme de Darwins. Tras haberse asegurado de que la situación estaba bajo control, Abraham añadió—: Descansen, en un rato haré un anuncio muy importante.


Media hora más tarde, cuando mis heridas y las de mi oponente se habían curado de forma parcial, Frost nos reunió de nuevo y pidió que formáramos un semicírculo frente a él. Parecía impaciente por hablar, pero fue interrumpido justo antes de pronunciar la primera palabra.

—Un momento —dijo uno de los lobos—. En la última luna llena éramos nueve, faltan dos de los nuestros —se escuchó un rumor general.

—Buena observación —Abraham caminó hacia él y le dio una palmadas en el hombro—. Y eso es justo de lo que quería hablar: de sus compañeros.

—¿Qué ocurrió con ellos? —preguntó otra voz.

—Ayer encontré sus cadáveres cerca de la cabaña donde guardábamos el sacrificio —infirmó Frost—. Estoy seguro que fue el mismo traidor que nos vendió a los templarios.

—Hay que encontrar a ese maldito y destriparlo vivo —rugió Rusell en tono casi gutural.

—No busquen más, está aquí entre nosotros —Abraham me dedicó una mirada asesina y podría jurar que mi corazón se detuvo unos instantes.

Intenté mantener la compostura y disimular los nervios, pero fue inútil cuando el licántropo sentenció:

—Su nombre es Oliver Hunt.


Canción: Almost Easy

Banda: Avenged Sevenfold

Wolfhunt | Shining Awards 2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora