8.-Frente al ahorcado, no se mencione lazo...

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                                                                     O como no hacer amigos.


Cuando deje aquella nota en la iglesia, completamente desesperado y con mucho más miedo del que me gustaría admitir, jamás pensé que alguien como él fuera el enviado a mi llamado. Con la luz de la casa, una vez que entro un poco, pude ver que su cabello no era exactamente blanco, sino rubio, un rubio muy clarísimo.

— ¿Fuiste tú?— pregunta de nuevo. Lleva una bufanda gris de lana que desentona bastante con la gabardina de piel negra que trae puesta. Sus ojos buscan dentro, recorriendo todo lo que alcanza a ver.

— eh...

— ¿Qué pasa Eizam?— Deccal, en su forma de Derik, me abraza, mirando al recién llegado— ¿y este quién es?

— dejaste esta nota hace días en la iglesia, el sacerdote me mando a llamar para solucionar tu problema— solo entonces noto la empuñadura de la espada que trae en la espalda. Una muy grande.

— ¿Otra vez haciendo travesuras cariño?— me dice Deccal, besándome la mejilla. No parece ni un poco inmutado sobre la presencia de este chico. Él nos mira por primera vez.

— ¿puedo pasar?

— c-claro— respondo, empujando un poco a Deccal— ¿eres... sacerdote?— pregunto, cuando entra y cierra la puerta detrás de él.

— No, pero trabajamos para la iglesia si nos ocupa— el trabajamos me hace imaginar que es más de una persona a la que se refiere. Sus pesadas botas resuenan en el piso, y su gabardina tiene algunas correas y broches decorados en color verde claro, lo que sea que trae en los bolsillos hace un ruido tintineante.

— ah...— la mano de Deccal me presiona el brazo, y yo lo tomo como una clase de advertencia. No tengo manera de explicarle a Deccal que esto sucedió antes de que llegáramos al acuerdo, y que me había olvidado por completo de la nota que deje.

— ¿Qué clase de problema tienes?

— en realidad, creo que pude librarme de... eso— murmuro, siendo tan poco convincente que Deccal rueda los ojos en un gesto exasperado.

— ¿es así?

— lamento que tuvieras que venir... eh...

— Clyne— me dice. Es algo difícil pensar con claridad en esta situación, estoy acostumbrado a pensar solo en reacciones controladas, y esto no tiene nada de control ¿tener a alguien que viene a librarme de Deccal cuando ya tengo una convivencia más o menos tranquila con él? ahora que conozco un poco de su situación, me apena mandarle al infierno. No creo que el infierno sea el lugar para alguien, y si ese alguien no quiere estar ahí...

— Sí, lo lamento— me dirige una larga mirada, antes de asentir y darse la vuelta.

— Si necesitas ayuda no dudes en acudir de nuevo a la iglesia— justo comienzo a relajarme, pues Clyne ya se va.

— tsk, otro perro de la iglesia— murmura Deccal, un tono tan bajo que con trabajos logre entenderle. Sin embargo, Clyne nunca llega a la puerta. Se gira, con un movimiento rápido y lanza algo contra Deccal, que cae hacia atrás.

— ¿Qué...?

— ¡Joder! ¡¿Qué rayos te pasa?!— me quedo con la boca abierta, mirando a Deccal, quien ha vuelto a tener su apariencia de demonio, cabello rosa y los cuernos negros.

Para no caer en tentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora