Capítulo 49. Hangover

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Eran pasadas de las doce de la tarde cuando mi celular comenzó a sonar desesperadamente. Sonaba absurdamente alto y lograba retumbar en mi cabeza hasta el punto de casi sacar mis ojos de sus órbitas y hacer que mis oídos por poco sangraran. Estaba casi segura de que estaba conectado a un amplificador de sonido. Eso, o es la resaca.

Aparte, sentía que mi cuerpo había sido aplastado por un gorila obeso. Me dolía todo.

Abrí los ojos con pesadez y me senté en la cama, la luz que entraba por mi ventana parecía producida por doscientos soles, y el celular no dejaba de sonar y vibrar, si seguía así iba a causar un sismo.

Tomé el infernal aparato en mis manos y sin leer quien era, deslicé mi dedo por la pantalla.

—¿Hola? —musité, estirándome e intentado calmar mi dolor de cabeza.

—Maldición, hasta que me contestas, _____ —se quejó la malhumorada voz de Kya tras la línea. Vaya, alguien también tiene resaca.

—Lo siento, Kya, soy humana, necesito dormir —rodé los ojos. Que pesada.

—Supongo... —soltó cortando inmediatamente la frase y causando un silencio en la llamada. Alejé mi celular de mi oído para asegurarme de que no había colgado la llamada, y no era así. El nombre de Kya estaba en la pantalla y debajo de éste "0:45".

—¿Kya? —pregunté, ya llevaba quince segundos sin emitir un ruido. Un quejumbroso: ¿Mh? me contestó— ¿Está todo bien?

—... No —soltó luego de un pesado suspiro y antes de un sollozo—, nada lo está.

—Santo cielo, ¿qué sucede? ¿qué... —guardé silencio para escuchar el rugido del motor que sonaba a lo lejos en la llamada, pero con mi resaca, sonaba bastante fuerte—, ¿estás en tu motocicleta?

—Jeje, sí —rió. Maldición, todos sabíamos que Kya hacía locuras cuando estaba al límite en sus emociones. Como aquella vez que Sam nos contó que se lanzó al mar con su motocicleta. O la vez en la que corrió a alta velocidad en la lluvia, sin frenos y cayó de la moto.

—Kya, cielo santo, baja de esa cosa, ahora.

—Cálmate, _____. Sólo la use para ir a Diddy Riese por unos sándwiches de helado —rió, y de momento calló—, oh, no, creo que se está derritiendo, que triste es eso —soltó un puchero y luego unas leves carcajadas.

Sí, no estaba bien para nada.

—Kya, ¿qué sucedió?

—Brendan me sucedió. Es él, _____, no quiere verme, para nada. Es... no puedo —sollozó.

Jamás pensé ver a Kya así, tan frágil, quizá aún siga embriagada, pero ahí estaba, destrozada y frágil.

Pero quizá se lo estaba imaginando todo, ¿cómo ella podría saber eso?

—Kya, no comprendo, yo... sé que...

—Está bien, _____, sólo quería que supieras esto, eres mi mejor amiga, a la única a la que puedo contarle esto. Sólo necesitaba decírselo a alguien, eso es todo. No quiero molestarte, déjalo, está bien.

Genial, tenía a una Kya devastada por quien sabe que cosa con Brendan, y estaba menos de cinco horas de dejar el estado, de dejarla sola.

—No te detengas por esto, _____, empaca tus cosas y te veo en el aeropuerto, adiós.

—Alto ahí, Kya —la detuve con un tono severo, evitando que colgara—, quiero que tú y esa bolsa de sándwiches de helado, me vean en la puerta del departamento en quince minutos. Es una orden.

Enamórame otra vez » n.g.(Segunda temporada de Enamorado de la apuesta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora