Capítulo 3

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A los pocos días tengo que conocer a mi futuro prometido. Mi padre no me ha hablado sobre él ni una palabra esperando que el factor sorpresa provoque un flechazo repentino de amor y pasión.

Hemos rezado en la capilla de palacio, una y otra vez, esperando ansiosos el día de hoy. Todavía nos queda, a mi buen padre y a mí, un rayo de esperanza.

Es la hora.
En el salón del trono espero arreglada pero sin tiara a mi obligatorio príncipe azul. Llevo uno de los vestidos de mi madre y estoy nerviosísima e ilusionada. Estoy sentada en el trono de mi madre, junto a mi padre, y espero que el hombre que venga, un día se siente a mi lado ocupando a mi cansado padre.

Toda la corte espera impaciente e ilusionada, incluida yo, mirando fijamente las descomunales puertas conectadas con los tronos por una larga alfombra roja. Esas puertas son las puertas de entrada principal a nuestro palacio.

De repente, se abre. Llega la embajada con toda su parafernalia y el obligatorio príncipe azul.

El primero que entra es el embajador del señorito en cuestión y luego, una fila de pajes con valiosos regalos de compromiso para mí. No me hacen ni pizca de ilusión, sigo esperando impaciente, y mientras tanto, pienso en lo absurdo del opulento protocolo real, que es un fastidio para mi gusto y, a veces, me parece antinatural y una hipocresía.

Después de los pajes, llegan unos cuantos criados (que se incorporan a los nuestros), las doncellas y mayordomos de mi futuro marido. Cuando ya han pasado por la gran alfombra, todos aguantamos la respiración, ya que entrarán mis futuros suegros y cuñados (que por fortuna se irán después del acto).

Entra una señora con los ojos marrones y el pelo rubio dorado recogido elegantemente (es mi futura suegra), un señor castaño con barba y también ojos marrones (mi futuro suegro) y un niño especialmente lindo con los ojos azules (el hermanito de mi prometido). Son todos agradables a la vista y jóvenes, así que... ¡yuhuu! Por lo menos mi futuro marido es joven. Menos mal.

Pasan por la alfombra y parecen muy ilusionados de que su hijo se vaya a casar conmigo, la princesa heredera y la única de éste reino, lo normal (la gente es tonta y quieren que sus hijos sean reyes, que en realidad es el peor oficio del mundo y se casen con Nora, la princesa bajita que parece un duendecillo. Ahora el pobre muchacho me da hasta lástima. No sabe que le están dando gato por liebre. Le prometen una vida feliz y una esposa guapa y se encuentra con ésto. Una esposa con cara y cuerpo de niña a pesar de ya haber desarrollado y un trabajo que le volverá loco).

Mientras hacen una reverencia, el señor se dirige a mí:

- Su alteza, espero que nuestro querido hijo sea de su agrado- asiento.

- Gracias, señor.

Entonces toda la corte cuchichea nerviosa sabiendo quién será el siguiente en entrar. Me inclino hacia delante en mi trono y por fin entra. Por fín.

Es joven, un gran logro, y guapo. Su pelo es castaño y corto y, al igual que yo, tiene los ojos marrones. También es un poco corpulento. Me imagino que no le faltarán pretendientas. Seguro que tiene un club de fans.

La gente, al verlo, suspira aliviada y sonríe emocionada, aprobando el aspecto del futuro rey.

Al cruzar el salón se arrodilla elegantemente ante mi y se presenta:

- Mi nombre es Peter Abadie, duque del reino de- blablabla (algo francés)- y propietario de las tierras de- blablabla- hijo de- blabla (¿Qué más da? A su padre le llamaré señor)- Encantado de conocerla, su alteza- Oooh, no tiene título legendario, con lo que me gustan. Como el de "espada de fuego" que escuché una vez o "príncipe de las arenas". En fin, me entero de todo, de todo lo que me interesa, claro. Oigo a las mujeres abanicarse acaloradas.

El acto acaba para la corte, pero no para la familia real, que almorzamos con Peter Abadie y sus padres. Observo y escudriño con la mirada a Peter (enfrente de mí), mientras come, y no me entero de nada de lo que hablan nuestros padres. Mi padre ha sido muy listo. Es realmente guapo y muy educado. Seguro que si le da un beso a Blancanieves se despierta. Por dios, es el príncipe encantador en persona.

Después del almuerzo, veo a uno de mis mayordomos llevar sus maletas a algún cuarto y mientras, me invita a pasear por el jardín.

- Bonito vestido, su alteza- me dice. El vestido era uno rosa de mi madre, con unos pequeños diamantes engarzados en el cuerpo de la prenda. Mi costurera me lo arregló cortando gran parte de los bajos. Los de mi madre sólo los llevo en ocasiones especiales como ésta.

- No sé si su padre le ha anunciado que vengo a pretenderla.

- Por supuesto, no se preocupe.

- Gracias- Es tan educado y elegante... No me pega ni con cola, pero bueno, es joven, sigue siendo joven.

Seguimos hablando, pero cuando acabamos el paseo, me doy cuenta desilusionada. No ha habido un flechazo, al menos por mi parte. Es más, no he sentido nada de nada. Suspiro apesadumbrada ¿Estoy condenada a no enamorarme?

¡Hola! ¿Qué os parece Nora como personaje? A mí me parece la monda, es tan sarcástica... ¿Y Peter? Quiero saber lo que pensáis, lo digo en serio.

Princesa NoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora