Capítulo 27 - Día de la boda

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Dóroti me despierta muy temprano con mi desayuno en una bandeja. Hoy nada es como siempre porque ¡Me caso con Peter! ¡Qué horror!

- Por favor, su alteza, desayunad rápido. Tenemos muuucho que hacer.

- Oh, lo sé. Pero no tengo mucha hambre. Es muy temprano- Me bebo la leche y me como el huevo frito.

- Dóroti. No puedo más. La manzana me la comeré después.

- Pero señorita, podéis arruinar el maquillaje.

- Pues entonces me comeré dos mañana.

- Está bien... Quitaos todo y poneos la bata nupcial encima de la ropa interior nupcial- Sí, hoy todo es nupcial. Le hago caso y me arrastra hacia el vestidor de mi madre, en la misma planta que mi cuarto. Lo han limpiado y ordenado para poderme vestir, peinar y maquillar en la primera planta de palacio. Hasta han traído el tocador de mi madre, que se encontraba en su cuarto y no aquí.

Pero ésta vez no me pondré ningún vestido de mi madre. Mis damas me atavían con el vestido de novia. Es un vestido blanco por la anécdota de que pedí todo en blanco. Sus mangas son un poco abullonadas, tiene mucho vuelo en la falda, que se resalta todavía más con el cancán. Además, tiene piedras preciosas engarzadas, entre ellas, diamantes. Es... es... demasiado. Demasiado pesado y ostentoso. Me miro en el gran espejo y sigo diciendo que parezco una tarta andante.

Una vez vestida, me sientan en el tocador y me peinan. Por suerte, tengo el pelo ondulado. Me hacen un semirecogido con torzadas y me maquillan con polveras blancas, el delineador de ojos, carmín en los labios en forma de corazón y un poco de colorete. También me maquillan el escote y me echan perfume. El toque final son las joyas reales: El brazalete, el collar y la tiara.

- Señorita, ¿seguro que no queréis que os recoja más el pelo? Mostrar tanto el pelo puede interpretarse cómo algo pretencioso.

- Dóroti, ya me conocéis. Además, el pelo se lleva así en Francia, el país de mi prometido.

- Bueno... ¿Seguro que no queréis que os pinte ningún lunar?

- Me gusta la sencillez y la comodidad. Por favor, así estoy perfecta. Y si pudiera quitaría todas las joyas y el cancán del vestido. Además, las princesas marcan las modas, no las modas a las princesas.

- De acuerdo, su alteza. Entonces, ya estáis lista.

- Gracias. Entonces, he de esperar la señal de que está todo listo.

Al poco tiempo, un criado comunica a Dóroti que debemos bajar. Acto seguido, aparece mi padre muy engalanado para llevarme hasta la catedral y entragarme legalmente a Peter. A partir de hoy, supuestamente, voy a ser propiedad de Peter.

- ¡Hija! ¡Estás preciosa! Ya verás cuando te vea Peter. Ven, dame un abrazo antes de que te entregue- Le doy un abrazo con cuidado de que nada se estropee. Ambos bajamos acompañados de los pajes reales. El gran salón del trono está preparado para el banquete y el baile, que tendrán lugar después de la ceremonia de bodas. En la puerta principal de palacio, que da al jardín, nos esperan unos criados con nuestros caballos. Los pajes, en cambio, montarán sus caballos en las caballerizas y luego se unirán a nuestro cortejo.

El criado me ayuda a subirme al caballo. Tengo que montar de amazona, por el bien de mi vestido. Mi caballo, Tiziano, luce impecable. Está limpio, recién cepillado y ornamentado. La combinación de la manta violeta y el color rojizo del pelaje de Tiziano es un poco rara.

En cambio, Vesta, la yegua albina de mi padre, resalta aún más con la manta violeta.

- No nos mires así, Nora, tú escogiste al caballo pelirrojo.

Princesa NoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora