6- precavidas son mejores

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La noche llego, había frio y calaba mis huesos. Yo estaba en la tienda, trabajando a todo lo que daba. Únicamente en la puerta se encontraba el vigilante quien fumaba un cigarrillo y completaba con un café. Los bosquejos habían quedado perfectos y las telas eran preciosas, todo el tiempo aquí valió la pena. El centro encendía sus luces dejando ver una noche mágica, en momento así me gustaría tener una tasa de chocolate con una rebanada de pan francés y un cubito derretido de queso holandés encima de él. No quería llegar a casa, últimamente todo el ambiente estaba tenso. Lo único que mi madre hacia era buscar soluciones para que regresara con Fred, yo por mi parte no la escuchaba no quería ser grosera, pero no quería volver con ese animal.

Escucho los murmullos del vigilante dando explicaciones. Me levanto de mi escritorio, y me doy cuenta de que todo está hecho un desastre, mis manos están teñidas de carbón debido al lápiz. Tomo mi bolso el cual se encuentra a un lado, rebusco en aquel agujero una caja de paños húmedos, al encontrarla la tomo entre mis manos, la abro y saco uno. Limpio mis manos. Procedo a caminar por el corredor azul pastel, hasta que llego a la sala donde hay exhibidos algunos vestidos y hay sillas para que las personas se sientan cómodas. Sigo caminando hasta que llego a la parte delantera en la cual se encuentra la recepción. Me sorprendo al ver al hombre que está ahí afuera. Tiene un buzo, de dos tonos, mangas rojas y la parte que cubre el tronco es negro, un gorro tuka lo acompaña y su barba luce algo poblada. Abro la puerta. Tengo una sonrisa en mi rostro. El al verme también sonríe.

— Princesita, creí que nunca saldrías—dice con su característico tono de frescura.

Yo me cruzo de brazos y alzo una ceja. El solo niega con la cabeza y ríe.

— Y yo nunca creí que vendrías hasta acá—contesto.

— Pues este tipo de cosas suelen suceder—sonríe.

Yo bajo los dos escalones que me separan de él y acortamos distancia.

— ¿entonces princesita?—pregunta en un tono retador— no eres una cenicienta, supongo que puedes ir sin estar pendiente de que sean las doce—dice.

— ¿Qué te hace pensar eso?—cuestiono en su mismo tono.

Él sonríe con malicia, rasca su barbilla y dice:

— De que precavidas son mejores—ronronea.

Yo doy media vuelta y entro a la tienda. Corro por los pasillos hasta que llego a mi escritorio. Tomo mi bolso y hago el mismo recorrido hasta salir. Él se sorprende al verme con mi bolso y algo emocionada. Cierro la tienda y el vigilante se marcha dejándome con Zayn.

— Vamos, creo que una gran noche nos espera—dice.

El extiende su brazo y yo accedo a su petición. Caminamos unos metros en silencio hasta que llegamos al estacionamiento de motocicletas. Creo me dará algo si me subo de nuevo en esa cosa.

Yo muerdo mi labio inferior, haciéndole saber a Zayn que me encuentro un poco insegura.

— ¿qué pasa princesita?—pregunta.

— Yo... emm la última vez que me subí—hago una pausa— me dio miedo—contesto algo apenada.

Él suelta mi brazo y se posa en frente de mí. Sus ojos son cafés, y grande. Su mirada es como la de un tigre cuando está asechando a su presa. En ella hay malicia y eso me agrada.

— Prometo que no te pasara nada—dice.

Yo dudo por unos segundos. Él espera una respuesta, tengo que tomar riesgos. Después de una pausa digo:

Everything that I need [ z.m.] #wattys2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora