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Donovan.

Amelia...

La extraño maldita sea.

Las palabras de Lacey me dolieron.

Amelia no querría que hagas esto

Tiene razón, ella no quisiera saber que soy un terrible monstruo. Que volví a cometer las peores barbaridades después de que murió en ese accidente que causé. Me entró el sentimiento de querer gritarle a cualquier ser viviente, querer ahogarme en lo que sea. Ya había dejado de mirarla para eso, entré en el trance de que nadie hablaría mal de mi ex novia muerta en mi presencia, juré que nadie mencionaría su nombre a pesar de que no me amaba. Todo ese cariño se lo entregó al enemigo, se lo entregó a esa gran bestia, que yo mismo me encargaré de él.

Extraño a mi novia, no logro aguantar, ni entender por qué me hizo esto. La quiero conmigo, pero algo me hace olvidarla y era Lacey, que es como una cura en casos extraños, pero si ella quisiera puede enfermarme, hasta incluso herir a tal grado de sentirme tan miserable. Yo también deseo saber el porqué y con urgencia.

-No tienes ningún derecho a nombrarla.

Hablé en voz baja.

Mi garganta impidió que alzara la voz, me atrapó alguna emoción, yo quería enseñarle a cerrar esa boca y que la vuelva a abrirla cuando se debe.

-Lo lamento, no debí decirlo, yo...

-¡Cómo puedes hacerlo en mi presencia! ¡Eres despreciable!- el nudo que estaba en mi garganta se soltó. Descargué lo que tenía que decir.

-Donovan, lo siento.

-Lo único que puedes decir. ¿Satisfecha? Y sí, Amelia era mi ex novia, ¿cómo te enteraste de eso? - presioné mis manos, no podía mantenerme callado, quería que lo supiera, pero no lo merece.

-Hablabas mientras dormías, perdóname- algo me decía que es en serio porque sus ojos brillaban en señal de llorar.

-Maldita sea, me dirás ahora mismo cómo lo sabes.

La tomé nuevamente de las manos. Intente presionarlas, pero algo pasó.

-Si lo hiciste, por favor no hagas más esto- se soltó con la poca fuerza que tiene.

Miré a varios lados, mis ojos puestos en ella duraron muy poco ya que salía de la habitación, me siguió y para ahuyentarla tuve que mirarla aterradoramente, no creí asustarla pero se quedó ahí, y sólo ahí. Me iré a cualquier parte menos venir esta noche. Ahogaré mis penas como solía hacerlo, porque mi propio vodka me dañó demasiado y otro vodka lo arreglará, esta vez uno real. Me la pasaré tomando hasta tener una migraña infernal al día siguiente.

-No me sigas, o te haré llorar.

-Ya lo hiciste antes ¿Qué más puede pasar? A mi eso no me importa, trato de disculparme porque dije algo que no debía.

Eso también me dolió.

-No te disculpes conmigo- bajaba del árbol, y ella desde arriba me gritaba que no siguiera.

-¿Entonces con quién debería hacerlo, eh?- levanté mi rostro. En el fondo ella quisiera que vuelva y la abrace.

-Amelia. Díselo, sé que ella te agradecerá mucho.

-¡Donovan por favor no te vayas!- suplicó, era una pena, no podía hacer lo que me pedía.

-Eso debiste pensarlo antes de apuñalarme con tus palabras- susurré en lo poco que quedaba para pisar tierra.

Al bajar del árbol, me tense un poco, sentí como mis músculos dolían. Ah lo olvidaba, para evitar que me siguiera jalé de la soga viendo como caía lentamente. Desde arriba ella me rogaba que no haga ninguna locura, que no quería verme en un mal estado. No lo estaré, estoy seguro de mi mismo.

Ya estaba harto de sentirme culpable por todo, pero lo era... yo lo era, lo soy y lo seré. Todos los días levantarme y fingir que eso no pasó... era imposible, nada me funciona, las voces no dejan de interrumpir un buen recuerdo y no las culpo. Alguien como yo merece sufrir, sin tener un poco de compasión.

Llegué a pensar que Lacey la conocía, que ya la había visto antes... No de nuevo, intenté imaginar cualquier cosa, pero nada tenía sentido, ella venía en cualquier pensamiento. La cabeza empezaba a dolerme y aún no tomaba nada.

Llegué al bar.

No recordaba que hubieran conejitas de meseras, o algunas diablas.

-Hola lindo- me tocaron los brazos, sentía mis bíceps marcados. Estas zorras también me aburrían.

-Muévete- pasé por su costado. Me senté donde se encontraba la barra.

Ella de nuevo. Se dispuso a servirme un trago.

-¿Tequila o ron?

-Ninguno ¿Dónde está el barman? Él es quien me sirve lo mío.

-Bueno resulta que ya no trabaja aquí, dicen que un tipo como tú lo golpeo tan fuerte y ahora necesita estar con un aparato respiratorio.

-¿Qué?

Alcé ambas cejas. Al tipo que había golpeado aquel día, era un demente acosador y violador. Él quería a Lacey y pues nadie la tocaba si yo podía impedirlo, que bueno que se cumplieron mis deseos. Ya no puede respirar.

-Sí, ¿que no sabias? Ya no puede respirar muy bien que digamos.

-Que curioso, creía que chicas como tú no podían retener información.

-Acabas de cansarme chico con retraso, pensé que eras de los que podía tener sexo una noche- me tiró el trago que servía en el vaso, cayendo directo en mi camiseta color negro.

Me reí ante las cosas que le dije.

Si caía en mis botas lo iba a lamentar, tuvo suerte, ni una sola gota.
Una diabla se me acercó. Me sirvió lo que quería, justo lo que quería.

No importa cuántos unicornios morados podía ver ahora de tanto tomar, me hacían olvidar lo que quisiera y la depresión se iba.

Donovan. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora