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-¿Qué haremos hoy?

-Llevarte a tu casa- tomé un par de objetos sobre mi mesa.

-¿Qué dices? Yo no lo creo.

-Créelo, te vas- la cogí del antebrazo, se forcejeó la muy jodida, quería nada más que se fuera y me dejara con mis problemas.

-Me van golpear Jayson. Te lo suplico no lo hagas- tomó mi muñeca.

Una sensación volvió a recorrerme, no me dejaba hacer nada más que ver sus ojos, ella quería llorar pero no lo hacía, la solté y ella no por su parte, me hacía ver débil, alguien insignificante... ¿Cómo sentir mucho en tan poco tiempo? No lo entendía... No hacía más que concentrarme en sus labios. Una voz varonil me sacó del trance Lacey, maldije por dentro y volteé.

-Gracias por echarme ese día Dono...- le tiré un puñetazo para eso, no quería usar la violencia, pero nada de revelar las cosas en estos momentos. Lacey se asustó saliendo un rato de la cabaña, y miré con enojo a mi primo.

-Ahora no puedes usar mi nombre real, se supone que me llamo Jayson.

-Pues perdóname por no saberlo, perdóname por no estar presente, pero igual tenía que saberlo- se tocó la nariz y gruño por eso- No lo hagas de nuevo, sino tendré que decir la verdad.

-Sabes que no te lo permitiría. Una cosa más- miré de reojo por la puerta, sólo para asegurar que Lacey no escuchaba nada- ¿Qué haces aquí?

-Quería que me prestaras dinero y...- sus ojos miraron a la derecha- Oye, callémonos, ahí viene tu novia- me dio la señal con las cejas.

-Recién la conozco, ella no es mi novia- susurré más para él que para mi.

-Espero que terminaran con el espectáculo que acabo de ver.

-Soy Johnson bonita- tomó su mano y la besó, algo me molestaba, me daba rabia, no sé. Quería que mi primo se largara antes de que yo lo haga con brutalidad.

-Soy Lacey, Lacey Brown- ella sonrió. Era contagioso su gesto, era como mantenerse mejor, la verdad es que era muy llamativa.

-Bueno, Johnson ya se iba- abrí más la puerta de lo que ya estaba.

-¿Qué? Viejo acabo de llegar.

-Dije que ya te ibas o le espera a Johnson un par de juegos divertidos para un año entero- salté un poco los ojos. Mi boca se fruncía con el hecho de que esté hablando con Lacey.

Te quiero fuera de mi alcance, cerdo.

Sabía que con los juegos me refería a una paliza en el trasero cuando yo quisiera. Tiró de mi puerta y escuché encenderse el ruido de su auto, se fue. Así me gusta.

-¿Siempre eres así?

-Podría ser más lindo si me lo pides.

-¿Puedes ser más lindo?

-No.

Su sonrisa tierna se le borró de la cara, creía que sería de los tipos cliché, pues no.  Este soy yo, y si no le gustaba tendrá que acostumbrarse.

Las horas pasaban. Quería bajar a mi sótano, pero de pensar qué haría aquí esta chica... Mejor me quedé sentado como estúpido. Escribí las compras de la semana, las coloqué en un post-It y lo pegué en mi refrigerador. Ella se calentaba en mi chimenea, le gustaba y el fuego era una perfecta combinación a su lado. Me trajo un... alcé mis dos cejas, nunca había visto este tipo de comida.

-Que asquerosidad, no la comeré.

-Ni siquiera lo has probado- se cruzó de brazos.

-Tú te pareces a mi madre, seguro que lo pruebo y no me gusta.

-Pues como tu madre te digo que comas un poco, ¿de acuerdo?

-No me dirás qué hacer.

Creo que se enojó, porque frunció sus cejas diciendo que era imposible de tratarme como persona. No me quedó otra que probar esto.

Vaya, no estaba nada mal, me gustaría saber cual era la receta. Si había más me lo serviría, así que tenía que preguntarle. Abrí la puerta de la habitación, encontrándola completamente dormida. ¿Cómo podía dormir? Yo cuando estoy enojado hago cosas que no quiero.
En medio de esto soltó una palabra. Me reí ¿hablaba dormida? Si... yo era el rarito.
Su respiración me incitaba un deseo. Toqué sus piernas, eran suaves...

Maldita sea, que se supone que le estoy haciendo. Parecía un enfermo mental. No lo soy, no ¡Para nada! Me gustaba contemplarla, pero eso me estaba poniendo como un degenerado. Le cubrí el cuerpo con las sábanas, salí de ahí y cerré su puerta.

Mis manos sudaban, estaba nervioso. No pude evitar pensar lo que hacía. Parezco maniático. Me prometo a mí mismo que no volveré a hacer algo como esto. Ah... si que necesito que vuelva a su casa.

Donovan. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora