22.- Tarde o temprano.

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Liza se encontraba del hospital, su hermana Annie había despertado. Pero aun estaba delicada, las heridas aún no habían sanado, muy apenas podía hablar y le dolía el cuerpo. Pasaba la mayor parte del día durmiendo por que la sedaban a causa de sus dolores.

Después del ataque el Don había tomado medidas de seguridad bastante rígidas, decidió rentar el piso en el que se encontraba Annie, para que no hubiera otras personas en él; además de resguardarlo con decenas de hombres día y noche, tanto fuera como dentro del hospital. Solo podían verla gente autorizada por él mismo. Ya que había dado una lista a sus hombres de quien podía entrar a ver a su hija. Sólo un doctor y tres enfermeras podían atenderla, ninguna otra persona. Cada cosa que llegaba para Annie tenia que pasar una inspección rigurosa antes de llegar a sus manos.

E incluso Angelo y Liza tenían seguridad, a donde quiera que iban, para ambos era frustrante pero no podían hacer nada. Desde ese día, su padre se había vuelto un paranoico. Pero no era para menos, habían matado a su esposa y a su hijo mayor e intentar asesinar a otro de sus hijos.

Annie estaba viendo una película y Liza terminaba la tarea, cuando una enfermera entro a la habitación para revisar el avance que tenia.

-¿Cómo estas cariño? -preguntó la mujer entrando a la habitación.

-Mejor -contesto con una sonrisa pero la mirada triste.

La enfermera le dio una gran sonrisa mientras ponía un mechón de pelo detrás de la oreja, como le habían arrancado parte de su pelo, Liza llamo a Mauricio par que se lo cortara. Ahora lo tenía al hombro, se le veía genial pero ella ni siquiera parecía notarlo, siempre estaba triste y sin vida.

Cuando hubo terminado saco de su bolsillo una paleta de bombón, a Annie se le iluminó el rostro; eran sus favoritas. La tomo con ansias y la devoró feliz.

-Gracias -dijo sonriendo por primera vez desde hace días.

-Señorita Elizabeth -llamó la enfermera -¿Puedo hablar un momento con usted?

-Claro -le respondió -Ahora vuelvo Annie, no tardo -ella asintió arduamente.

Liza y la enfermera salieron al pasillo, se dirigieron a una habitación vacía para poder hablar a solas, pero que los hombres de su padre no lo perdieran de vista.

Cuando estuvieron en la habitación el semblante de la enfermera cambió, ya no estaba su sonrisa, ni el rostro jovial, solo una expresión que parecía preocupada.

-¿Que sucede? -pregunto Liza al ver su expresión.

-La policía quiere interrogarla sobre lo que paso -dijo la enfermera.

-¿Pero para qué? -Preguntó confundida -Si no vamos a presentar cargos, mi padre se encargará de esto - contestó la mujer conocía la situación de su familia.

-Si pero la persona que la encontró llamo a la policía - respondió.

-¿Mi padre sabe de esto? -Preguntó ella.

-Si, le avise en el momento que supe que vendrían.

-¿Que dijo?

-Me respondió que tu sabrías que hacer.

Liza asintió. Su padre estaba en el extranjero con Angelo y el pequeño Santiago por asuntos de negocios por lo que la había dejado a cargo de la salud de Annie, pero aun así tenían que avisarle de quienes entraban y salían al hospital.

-Entonces, no hay que dejar que la vean -dijo Liza.

-No creo que eso sea lo mejor... -comento la enfermera.

La Reyna de la Mafía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora