*Algunos meses después*
Liza Marcone estaba en su casa, navegando tranquilamente en Internet.
Buscaba información acerca de las víctimas de los asesinatos que investigaba con el Policía.
Lucas y Liza llevaban meses investigando los asesinatos, todas las víctimas en efecto tenían conexión ya sea directa o no con la Mafia. Excepto una: La hermana de Lucas. Todas o eran familiares o amigos de alguien dentro. Pero según el historial de amigos, familia e incluso conocidos no había nadie quien la conociera.
Habían dictaminado que los asesinos eran a sueldo que ocupaban los mafiosos para los encargos "sucios", quienes agregaban a sus actos las violaciones y su característica marca.
De repente le dio hambre, así que decidió bajar por algo para comer. Mientras bajaba sintió una especie de corazonada de ver las cosas de su hermano y de su madre. Así que decidió ir con su padre.
—¿Oye padre dónde están las cosas de Santiago? —preguntó ella. Don Marcone estaba leyendo el periódico, mientras su Consilgniere le decía asuntos de la Familia.
—Están en la habitación que está en la planta de arriba la usamos como bodega —dijo sin ponerle mucha atención a su hija.
Cuando llegó a la habitación sintió una extraña sensación en su interior. Desde la muerte de su hermano jamás se había preocupado por sus cosas. Todo había sido desechado solo por algunas pertenecías.
La habitación estaba llena de cajas viejas, pero pudo encontrar algunas con el nombre de su hermano escrito en ellas.
Las tomó con un gran peso y las abrió. Era como tener a Santiago cerca. Busco entre sus cosas y encontró trofeos, ropa, zapatos y algunos juguetes, entre otras pertenencias siguió buscando algo que realmente no sabía que era.
Buscó por todas las cajas y saco todo pero no encontró nada. Así que cuando estaba a punto de rendirse e irse, vio algo que brillaba en el fondo de la habitación, fue hacia allí y descubrió una caja de madera con candado.
La llevo a su habitación y le pidió a uno de los sirvientes que le trozará el candado. Al abrirla encontró un diario, un teléfono que jamás había visto y varias fotografías, pero entonces al pasarlas una llamó su atención, haciendo que sus ojos se abrieran como platos.
—Dios mío... —dijo anonadada antes de salir corriendo de la habitación.
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Lucas caminaba por los pasillos de un motel, un lugar concurrido por prostitutas, en su trabajo tenía que acabar con las redes de prostitución, donde se utilizaban chicas obligadas sin su conocimiento. Así que no le agradaba estar mucho ahí, pero no tenía de otra.
Llegó a la habitación 56, miro a ambos lados y entro en ella.
—Llega tarde —dijo Liza Marcone mientras acomodaba unas flores en un jarrón.
—¿Qué hace? —dijo el observándola fijamente.
—Arreglo un poco esta fea habitación, ni siquiera tienen flores —dijo ella. Lucas negó con la cabeza, Liza era la única mujer que llevaba flores a un motel como esos.
—Por qué estoy aquí, creí que si nos viéramos sería por algo importante —dijo él. Su forma de comunicación era a través de la biblioteca, donde se dejaban mensajes y apuntes, en libros de Leyes Fiscales de 1986 que nadie leía. Pero cuando tenían información que no podían compartir por ese medio, se veían en ese motel, donde nadie pensaba que ninguno de los dos se encontraba en ese tipo de lugar.