Liza despertó sobresaltada. Había tenido una pesadilla. Trato de sentarse pero le dolió el abdomen.
—Tranquila... Todo está bien —le dijo una monja, Liza se le quedó mirando a ella y alrededor.
Estaba en una habitación pequeña, se encontraba conectada a unos aparatos eléctricos.
—¿Dónde estoy? —preguntó pero al parecer la enfermera no le entendió.
En eso llego un doctor con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Veo que nuestra bella durmiente ya despertó! —dijo con alegría.
—¿Despertar? ¿Cuánto tiempo llevo dormida? —dijo Liza sin entender nada.
—Oh Mademoiselle... Lleva casi un año aquí —dijo el Doctor.
—¡¿QUÉ?! —gritó aterrada.
El Doctor estalló en carcajadas.
—Me encanta ver sus caras de miedo —dijo mientras se secaba las lágrimas.
Liza sintió arduos deseos de romperle la cara.
—Es mentira mademoiselle –sonrió– Lleva aquí tres días, tuvo un fuerte golpe —lo dijo mientras señalaba su abdomen.
—¿Dónde estoy? —inquirió ella.
—En el hospital Nuestra Señora del Perpetuo Socorro —le dijo la enfermera común excelente acento.
Liza miro el lugar, era una habitación pequeña, había una mesita de noche, varios crucifijos, e imágenes de la virgen.
Había un pequeño sillón, en él estaba su vestido de noche. Se veía sangre en él. Entonces recordó todo lo sucedido, el Club, ella disparando, sintiendo la bala entrar en si cuerpo, Lucas corriendo.
«Lucas» pensó.
—¿Y no venía nadie conmigo? —dijo mientras el doctor la revisaba.
—¿Te refieres a tu hermano? —dijo el Doctor con alegría.
—¿Mi hermano? –dudó– ¡Ah sí! Mi hermano...
—Tienes un muy buen hermano —dijo la enfermera quien estaba cambiándole el vendaje.
—¿Ah sí?
—¡Si! –sonrió la enfermera– Desde que llegaste no se separó de ti, estuvo día y noche sentado en ese sillón esperando a que despertarás. Incluso cambio tus vendajes —se sentó en la cama.
—¿Y dónde está ahora? —preguntó Liza.
—Fue a la cafetería –miro su reloj– Ya no ha de tardar —dijo la enfermera.
—Bueno ya terminé –le sonrió– Todo se encuentra en orden, tal vez pueda darla de alta mañana, ¿Tiene hambre? Me imagino que sí, diré le que le lleven algo de comer —exclamo el Doctor muy rápido pero sin dejar su sonrisa jovial.
Le dio dos besos en las mejillas a Liza y salió cantando una canción, pensó que jamás había visto a una persona más alegre. Le recordó mucho a Annie.
La enfermera se despidió de la misma manera.
En eso escucho unos pasos y unas voces en el pasillo, Entonces Lucas James entró a la habitación.
—¡Esta consiente! —dijo con alivio– Creí que no lo haría —tenia un sándwich en la mano y mostaza en los labios, a Liza le dio bastante gracia.
—¿Me puede explicar cómo acabe aquí? —preguntó con una ceja alzada.
—Bueno... —dijo Lucas recordando.