Capitulo 1: Felicidad simple

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10 años después:

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10 años después:

-Marinette Cheng ¿Desearías ser mi compañera de vida, aquella que me acompañe todas las mañanas y con la que termine mi vida tomada de su mano?- tragó saliva. -¿Quieres ser mi esposa?- soltó lleno de nervios mientras Hanna, la mejor amiga de la azabache soltaba un grito de emoción.

-Dios amiga, no lo puedes rechazar.- rogó. -Es que míralo. Es tan lindo, se esforzó por ti y hoy en día no hay muchos chicos que hagan eso.- cierto pensó la joven. El chico de cabello negro como la noche y ojos castaños se había rodeado de un círculo de pétalos de rosa.

-Sabes que te esmeras demasiado en las cosas ¿No Hanzel?- soltó pícaramente mientras se acercaba al joven arrodillado. -Pero a si te quiero.- y en un instante ya saboreaban los labios del otro.

El primer año de Marinette en Estados Unidos había sido duro, sabía el idioma sin embargo el acento notorio hacía que llamara demasiado la atención. Los recuerdos venían y la atacaban como flechas en el corazón por fortuna siempre tuvo a George a su lado para consolarla, el resultaba como el hermano que nunca tuvo.

Todos los otros años había logrado conseguir una felicidad simple gracias a George. Mañanas de escuela, tardes de tarea y paseos con su primo y noches de descansar. Fines de semana para estudiar y diseñar, así de simple se había vuelto su vida. Lo de ser Ladybug lo dejo hace mucho guardando sus aretes muy dentro de su habitación en Francia.

Cuando entró en la carrera su futuro empezó a tomar forma. Su dedicación entera al estudio intrigó a uno de los jóvenes más asediados en toda la universidad por su gran carisma y buen físico, Hanzel. Se podría decir que este la asechaba cuando la joven se quedaba sola en las aulas a diseñar en los maniquíes y es que ¿Quién no? Con esa sencillez en su forma de ser y su suave presencia se volvía el deleite de cualquier hombre. La joven rechazaba a todo pretendiente manteniéndola como un tesoro imposible.

Insistente hasta el final, el joven logró conseguir ser su novio y una vez ahí se aseguró de no perder a la chica imposible de conseguir. Siempre esperando el momento correcto, jamás obligándola a dar más de lo que ella quisiera, a los 25 años de la chica decidió que era la edad correcta para pedirle su mano.

Y ahí estaba, sintiéndose al fin en la gloria por haberla conseguido. No podía esperar por verla en el altar. Solo él y su bellísima Marinette. Solo suya.

Marinette llegó cansada a su departamento, tantas emociones solo lograba agotarla más de lo habitual. Decidió sumergirse en la profundidad de su cama ¿Cómo era que no se sentía maravillada por aquel joven? Todas lo deseaban ¿Por qué ella no? Tomó su computadora y empezó a organizar su siguiente viaje, el dinero que ganaba en su actual empleo le permitía darse ciertos lujos. Disfrutaba ver otros lugares: desde el colorido Latinoamérica hasta la exótica Tanzania, desde el moderno Japón hasta el Antiguo Egipto, desde el gran desierto del Sahara hasta la inmensa selva amazónica; siempre evitando al frío y agónico continente europeo.

La puerta sonó. La azabache fue abrir.

-Marinette, preciosa.- saludo su primo alegre. -Traje sushi para la tarde de películas, espero que no te moleste pero es que la pizzería estaba llena, así que este Martes de pizza comeremos sushi.

-Vamos George ¿Qué no hay miles de pizzerías en esta ciudad como para que encontraras una vacía en donde comprar?- preguntó llena de ironía.

-Lo sé, pero es que tú pizzería favorita estaba llena.

-Bien, ahora será Martes de sushi.- soltó poco convencida.

Las tardes con él eran agradables, él le otorgaba el silencio que deseaba pero también sabía cuándo hablar, lo consideraba como el único capaz de entenderla. Sabía todo sobre ella, hasta lo de Ladybug, por lo que no le era de sorprender esa actitud sumisa que tenía ante la vida.

Veían un reportaje de Australia cuando el teléfono de casa sonó. Una intriga invadió la joven, todos sus conocidos cercanos solían llamarle a su móvil.

-¿Bueno?- preguntó esperando a que contestaran.

-Marinette.- soltó su padre Tom a través de la línea telefónica. -Que bien que al fin contestaras ¿Cómo está todo por allá?- preguntó tratando de sonar feliz.

-Padre ¿Sucede algo?- cuestionó intrigada al escuchar el intento de su padre, quizás había pasado diez años pero aún seguía reconociendo sus estados de ánimo. -¿Padre?-volvió a preguntar al no recibir respuesta, escucho un ligero sollozo por parte del hombre. -Padre por favor necesito que me digas que sucede.- imploro ansiosa. Seguía sin recibir respuesta. -Si necesitan dinero yo se los doy solo dime por favor.

-No Marinette, no es dinero.- soltó enojado. -Tu madre te necesita a ti.- inquirió dejando pasmada a la joven. -¿Quién necesita tu maldito dinero? Quiero que vengas ahora entendiste.- bramó lleno de furia y remordimiento.

-Padre es que no entiendo ¿Qué es lo que sucede?- preguntó alterada. El silencio de su padre solo lograba ponerle los pelos de punta. Escucho como el hombre tomó aire.

-Lo siento Mari es que yo...- soltó absorbiendo su congestión nasal. -Ella...- volvió a escuchar como su padre soltó otro sollozo. -Marinette, le detectaron Cancer terminal.- el mundo se derrumbó encima de la azabache, esto se debía de tratar de un sueño. -Se que te debimos de llamar antes pero siempre te escuchábamos tan ocupada que decidimos no interrumpirte mientras pudiéramos tener todo bajo control. Fui un tonto.- escucho totalmente destrozado a su padre. Las lágrimas ya decoraban el rostro de la joven.

-No padre tu...- trato de conseguir aire, intento fallido. -Tu no tienes la culpa.- suspiro antes de tirarse al llanto. George lo noto y en seguida fue a abrazar a su prima, no soportaba verla así, más quebrada de lo que ya estaba, tantos esfuerzos que había hecho por tratar de mantener sus emociones estables y de repente todo se venía abajo. Le arrebató el teléfono con pulso en mano.

-Tío, no se lo que sucede pero de seguro ha de ser grave. Tomaremos el siguiente vuelo a París ¿Entendido? No te apures ni hagas nada precipitado, pronto estaremos allá.- soltó seguro el joven mientras sostenía a la joven en llanto.

No se alejó de ella hasta que esos ojos azules al fin se sellaron cayendo en brazos de Morfeo. La colocó en su cama y abrió el computador de la joven para comprar un vuelo a París, por accidente abrió la página en donde Marinette estaba comprando su anterior viaje y pudo ver que se trataba de la Antártida ¿Qué diablos haría su prima en la Antártida? Ahora eso no importaba. Una vez que termino de comprar el viaje empezó a empacar cosas de la joven, él se podía comprar ropa allá.

Podía verlo, un mar de emociones corrían alrededor de la joven. Solo esperaba que después de esto ambos pudieran continuar con la felicidad simple que ya tenían.

Besos bajo cielo parisino //Ladynoir // TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora