Capitulo 3: Flor que renace

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Diablos

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Diablos.

Chat no dejaba de verla. Parecía estar viendo un fantasma. Parecía simplemente no creerlo.

No dejaba de ver a su Ladybug. Esta década había formado a la flor más maravillosa que había visto, ninguna modelo le tenía mínima comparación, seguía siendo una obra de arte, un sueño escapado de mismo Morfeo, los versos unidos de Adolfo Becker. Era un milagro del cielo. Se le veía asustada, sus pupilas dilatadas y el corazón de él palpitando a mortales velocidades.

Era esa misma chica de 15 años que le había prometido volver a verse, solo que... mucho más hermosa.

-¿Ladybug?- preguntó aún sorprendido de pronunciar ese nombre.

-Chat yo no...- inquirió asustada, vio como la joven paso saliva buscando palabras. Maldición, se le había secado la garganta con ese simple gesto. -Yo me tengo que ir.- soltó implorante. Ante de que saltara Chat sujeto su muñeca. Electricidad que surgía de ambos.

¿Por qué se sentía así?

Sus piernas no la podían sostener, su cuerpo empezó a exigir el calor del joven, sus labios empezaron a temblar, en su mente sirenas se fundían tratando de advertirle algo pero su corazón... ese simplemente se quería dejar llevar por aquel felino, aunque sea una vez más.

El rubio la jalo pegándole hacia su cuerpo, ni siquiera el mismo entendía porque estaba haciendo eso, quizás porque el día había sido pesado y necesitaba un respiro o quizás... solo estaba complaciendo a su corazón. No podía creer que aún la siguiera amando después de tanto tiempo pero es que la realidad era que parecía haberse casado con el recuerdo de su única novia en la adolescencia, quizás llego a tener otra pareja pero no lo podía evitar, sentía que la estaba engañando, que simplemente buscaba satisfacer lo que esa ausencia dejó y aún así jamás lo logró.

Nunca pudo ver en otros ojos aquel universo que ella contenía en sus lagunas.

-Chat por favor yo...- imploro una última vez. Ambos jóvenes estaban cada vez más cerca. Chat callo a la joven poniendo la yema de su pulgar en esos dulces labios.

-Se que todo ha cambiado pero...- tomó aire viendo como esos labios se le acercaban cada vez más. -No te imaginas cómo te amo.

Una vez dicho esto el joven pego sus labios con los de la dueña de su corazón. Ella aunque una parte de sí le decía que era incorrecto, otra parte se volvía perdice de aquellos labios. Se dejó llevar, dejo que sus sentimientos se apoderaran de ella e ignoro a su mente.

Simplemente glorioso, sentía como si sus pies flotaran, como si fuera uno con el aire. Esa mujer que tenía frente a él era algo extraordinario, inimaginable, era el resultado final de la naturaleza. Tantos sentimientos que fluctuaban en tan pocos segundos, tantas emociones que se sobrecargan hasta explotar, tantas maravillas a las que la joven le permitía accesar sin remiendos, tantos años y un amor que no sabía el significado de Marchitar.

Cuando el aire se les estaba acabando se separaron. El joven con las pocas energías que le había dejado aquel beso dibujo una sonrisa, definitivamente jamás dejaría de amar a esa joven con los ojos más preciosos del infinito. Era ella, era solo ella, aquella joven de la que no conocía su identidad pero que aún así estaba loco por sus gestos, era ella.

-Diablos mi lady eres tan... perfecta.- susurro dejando que el viento se llevará sus palabras.

Esos mortíferos sentimientos regresaron, ella lo amaba a él pero el amaba a su otra yo. No amaba a Marinette y ella era la que lo amaba, volvió a recordar el gran vacío que se formó cuando se enteró de la verdadera pero al fin y al cabo, él no tenía la culpa, él no sabía la verdad.

-Ladybug, te ruego que me digas quién es la chica detrás de la máscara.- soltó suplicante.

-No Chat, créeme, no la amaras, ella ya lo intentó.- Chat se sentía confundido, en los ojos de la joven podía ver temor, remordimiento, nostalgia. Maldición ¿A caso alguna vez llego a ser un gran tonto como para rechazar a la chica detrás de la mascara? Culpabilidad. -Me tengo que ir, perdóname por lo sucedido aquí pero te prometo que no volverás a sabe de mí.- no lo permitiría tomó aire.

-Te dejaré ir si a cambio me prometes que mañana nos veremos aquí a la misma hora.- dijo imponente mientras sujetaba aún la muñeca de su amada con firmeza.

-Chat por favor no me hagas esto, tengo que irme.- musitó con una lagrima escapando.

-Prométemelo.- ordenó con un tono seco, no fuerte ¿De dónde salía esto?

-Bien, pero déjame ir.- en contra de toda su voluntad la soltó temiendo no volverla a ver. Una vez que vio como ella se alejaba entre los techos de los edificios tuvo el impulso de seguirla pero decidió calmarse.

"Si amas algo déjalo ir; si regresa es tuyo, si no nunca lo fue."

Pues ahora Adrien le rogaba al cielo que ella regresara. Se quitó la transformación.

Acostumbrado a la soledad, cámaras en donde solo sabía sonreír, tardes sin motivación. Caminar por las calles nocturnas de París resultaba una tortura pero a la vez un placer, ver aquellos amantes caminar con la mano entrelazada y el aún sentir esa ausencia, intentar dormir y evocar su dulce fragancia, despertar con el recuerdo de su sonrisa, vivir con ese amor marchito en el pecho.

Veía la luna pidiéndole de nuevo que ella fuera, que no lo dejara ahí. Jamás entendió porque ella se fue pero cuando tenía pesadillas podía sentir culpabilidad en el, lo peor es que así fuera. No, esta vez no, esta vez enamoraría esa chica aunque tuviera que convencerla del matrimonio, la amaba, no podía dejarla otra vez.

Y el cielo parisino era testigo de la promesa que se acaba de hacer: Esta vez no dejaría ir tan fácil a la chica de cabello como la noche y grandes ojos azul cielo.

Quería verse ahí como los demás, apreciando la belleza de la Torre Eiffel tomado de su mano. No la había dejado de amar y eso era lo mejor, se sentía capaz de todo por ella. Solo tenía que volverla a ver y la convencería de su amor.

El era su gatito y ella su bichito.

Una gran sonrisa se dibujó en su rostro y empezó a correr por la húmeda acera debido a la reciente lluvia. Sus pies charpeaban al ritmo de sus latidos, se sentía enérgico, pensando en cómo volvería tener a esa chica en su vida. Luchar por ella valía la pena, siempre había valido la pena.

Volteaba de vez en cuando atrás para ver cómo la luna y las estrellas corrían  junto a él. El cielo estaba feliz y el también. Su niño interior salía a flote por el hecho de estar enamorado ¿Qué importaba si la tempestad se avecinaba? El terminaría con ella aunque fuera lo último que hiciera.

Al llegar a su departamento, el joven se tiro en la cama encantado aún por aquel beso. En seguida se levanto y se asomó en el balcón, una hermosa vista de la torre Eiffel, pero nada más hermoso que su lady.

Empezó a buscar en sus cajones todos los escritos que le compuso de más joven. Dios, eran tantos pero eso no le sorprendía: en todos estos años Ladybug había sido su única musa. Poco a poco los leyó desvelándose aquella noche, volvía a repetir la historia de su amor. Era simplemente magnifico.

En definitiva lucharía por ella, por un futuro juntos.

Besos bajo cielo parisino //Ladynoir // TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora