Capitulo 2: Nuevo universo

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Marinette siempre había disfrutado de los viajes y este era la excepción: la altura solo le había logrado causar nauseas, las pláticas ajenas le causaban jaqueca y las constantes turbulencias le provocaban asfixia

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Marinette siempre había disfrutado de los viajes y este era la excepción: la altura solo le había logrado causar nauseas, las pláticas ajenas le causaban jaqueca y las constantes turbulencias le provocaban asfixia. Al llegar a París el aire la torturaba trayéndole tortuosos recuerdos y sentimientos que ella creía habían muerto, había llegado a la ciudad en donde Marinette no importaba y Ladybug era adorada, el lugar de sus pesadillas.

-¿Quién es ella?- preguntó amarga viendo la imagen que tenía el llavero del taxista.

-Es la gran Ladybug, fue una gran heroína señorita. Una vez me salvó la vida pero un día desapareció, nadie sabe que fue de ella sin embargo aún hay muchos que esperan su regreso y entre ellos, estoy yo.- señaló alegre el hombre robusto, George volteo a ver con lastima a su prima, sabía cuánto odiaba que le hablaran de la grandeza de la moteada.

-Bienvenida al imperio de Ladybug.- musitó para ella misma ¿Cómo era posible que aún viviera con ese rencor?

El taxi los dejo en un hotel cerca del hospital en donde se hallaba internada su madre y una vez dejando las maletas en la habitación se dirigió a paso veloz a verla. El aire que se respiraba era aún más agonizante, ver caminar a los enfermos junto con médicos y familiares en desgracia le hacía odiar más a la ciudad. Trataba de tomar aire para enfrentarse a lo que a continuación vería pero a cada rato volvía a sentir que su corazón no daba para más.

Al ver a su padre parado afuera de una recámara Marinette no hizo más que sucumbir al llanto en aquellos brazos que tanto la protegieron. No hubo saludos ni comentarios, la joven había ido directo a sus brazos para refugiarse, se sentía como una tonta, los había abandonado, había abandonado a las únicas personas en Francia que preferían a Marinette sobre Ladybug.

...

La semana había sido dura, la azabache no había salido del hospital. Continuaba con la ropa que llegó del viaje, seguía viva gracias a la comida que su primo le traía y alguna que otra sopa de letras que le traía para entretenerse; siempre tan atento. Ya sabia de memoria los horarios de visita del médico que atendía a su madre, las palabras que se leían en los medicamentos y las instrucciones de seguridad de la camilla. Ver a su madre con la piel tan pálida como la nieve y delgada hasta los huesos solo infringía un gran dolor en su pecho. La culpabilidad la mataba.

Su padre no hablaba, no es que estuviera molesto con la joven, en lo absoluto; pero la verdad es que temía a que cualquier palabra que saliera de su boca clavara más espinas en su lazo familiar atormentado. En definitiva el silencio era mucho mejor, eliminaba molestias y acompañaba a la agonía para que no se volviera más irritante.

George no soportaba verla ahí encerrada, podía sentir como su luz se iba apagando. Verla ahí con su mirada azul apagada, desaliñada, afligida y con la tristeza invadiendo cada poro de su ser era detestable. No es que la tratara o sintiera como si fuera su propia hermana, es que ERA su hermana, ese lazo que habían establecido en todo ese tiempo así lo indicaba. Tenía que sacarla de ahí antes de que se perdiera así misma.

Besos bajo cielo parisino //Ladynoir // TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora