Capítulo veintitrés.

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- ¿Lonie? - me llama alguien y cuando siento una caricia en mi mejilla, abro los ojos lentamente. - Buenos días, cariño. - sonrío cuando veo sus ojos familiares y reconfortantes. 

- Buenos días, tía Melissa. - respondo su saludo y ella se inclina a besar mi frente, justo al mismo tiempo que se escucha un ronquido.


Busco con la mirada el dueño de aquel sonido y lo encuentro a pocos metros de mi cama, recostado en una cama improvisada de frazadas. 


Stiles.


- Le dije que era mejor que durmiera en el sofá, pero no quiso dejarte sola. - me cuenta mi tía mientras ambas vemos al joven descansar. - Me dijo que mis conocimientos médicos no serían suficientes y que, como ya tiene experiencia, sería más útil aquí que en su casa. - añade y siento que, si bien ahora lo toma con gracia, le duele un poco el hecho de no poder ayudarme. - Ya sabes cómo es él. 

- Lo conozco de toda la vida. - respondo en voz baja para evitar despertarlo. 

- Bueno, yo vine a avisarte que el desayuno está listo. - dice ella en cuanto quita la mirada del joven en el suelo y me la devuelve a mí. - En un rato tengo que ir al hospital, pero ustedes pueden quedarse aquí y... ¿Conversar? 

- Sí, hay mucho que conversar. - asiento. 


Llegué a la casa de Stiles ayer por la madrugada y luego de que todos se aseguraran que estaba bien, me dieron un sermón sobre lo malo que era irme de esa forma. Solo estaban asustados, solo necesitaban demostrar de alguna forma lo terrible que había sido la incertidumbre de esas horas. Y yo lo entendí a la perfección. 

Dormí por unas cuantas horas hasta el almuerzo y luego de ello, me llevaron con Deaton, el jefe de Scott para que él, como experto en hombres lobo, me revisara y me explicara a lo que debería enfrentarme ahora. 

Cambios en la luna llena, acónito, muérdago, cazadores, Alfas. Era mucho que procesar, por lo que termine pidiendo un descanso en la noche y me regresaron a casa. 

Ya sabía lo que ser una mujer lobo implicaba, pero lo que no sabía era qué pasaría a continuación. No podía ir a Nueva York y estudiar en mi escuela como si nada hubiese pasado. No podía volver a ver a mis antiguos amigos, salir con ellos e ir a sus casa sabiendo que, si uno de ellos me hacía enojar, podría terminar degollándolos. No podía arriesgar a mi padre a eso ni a ninguno de mis allegados. Entonces, ¿debía quedarme en Beacon Hills? ¿Debía dejar a mi padre para no arriesgarlo a pesar de que eso me dolería? ¿Debía dejar toda mi vida a un lado? 

¿Qué se suponía que decidiera? ¿Tenía que tomar una decisión ya mismo? 


- Volveré en la noche para saber qué decidieron y darles mi opinión, ¿bueno? - asiento. - Tienes todo mi apoyo, Lonie. 

- Lo sé, tía Melissa. - replico antes de abrazarla fuertemente. Ella no tiene la culpa de esto, pero sé que siente que es así.

- Scott debe estar esperándonos abajo. - dice ella y de fondo se escucha otro ronquido de Stiles. 


¿Cómo es que no me he despertado durante la noche con ese sonido de ballena a punto de morir? 


Stiles se acomoda de tal forma que ahora puedo ver su rostro completo y no solo su perfil. Noto sus lunares y la barba que ha comenzado a crecer; noto sus hoyuelos cuando sonríe, probablemente porque está soñando algo bonito; y también noto su cabello despeinado que lo hace ver más... adolescente. Se ve en calma y eso me agrada porque ayer, cuando vi sus ojos llorosos y escuche su voz quebrarse, mi corazón se estrujo en mi pecho. 


- Yo lo despierto. - le digo a mi tía y ella asiente en su camino hacia la puerta. 


Bajo de la cama y me acerco a él a gatas para no causar mucho ruido. Cuando llego junto a él, me recuesto frente a él y con el dedo índice, toco la punta de su nariz. Stiles agita su mano como si espantara una mosca y yo aguanto la risa antes de volver a presionar su nariz. 


- Por favor, solo cinco minutos más, papá. - gruñe. 


De nuevo, toco la punta de su nariz. 


- ¡Papá, cinco benditos minutos! - exclama, pero en cuanto sus ojos se abren, cierra la boca de golpe. - Lo siento, pensé que...

- Que era tu papá. - completo su frase entre risas. - No me parezco a él, ¿verdad? 

- Claro que no. - responde, uniéndose a mi risa. - Buenos días. 

- Buenos días. 

- ¿Cómo te sientes? - pregunta con una media sonrisa mientras sus ojos recorren mi rostro. - ¿Huelo como un bocadillo apetitoso? - me acerco más para oler su hoodie y niego con la cabeza. - ¿Qué se supone que eso significa? Me bañé ayer, eh. 

- Hueles como Stiles. - explico y sin quererlo, los recuerdos vuelven a mí una vez más. - Hueles exactamente como lo he recordado estos años y me alegra que así sea porque eres una de las pocas cosas en mi vida que no han cambiado. 

- Lonie. - me llama antes de abrazarme. - Y así va a seguir siendo porque no planeo dejarte sola. 

- Gracias. - murmuro antes de tragar saliva para que el nudo en mi garganta se disuelva. - Deberíamos bajar, mi tía y Scott nos esperan con el desayuno listo. 

- Tal vez Melissa debería preparar un puesto más en la mesa. - me alejo de él lentamente cuando dice eso. 

- ¿Un puesto más? ¿Planeas sentar a tu estómago en una silla aparte? - bromeo y a pesar de que ríe conmigo, sé que no se refiere a eso. 

- Tienes visitas. - me corrige y señala con la cabeza a la ventana. 


Me vuelvo lentamente, todavía con uno de los brazos de Stiles a mi alrededor, y veo unos ojos celestes que nos observan con una emoción indescifrable. 

Es Isaac. 

Gold Eyes | Teen Wolf Donde viven las historias. Descúbrelo ahora