Capítulo 1

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Tristán, el salvado de las fieras

Desde su aparición en la tierra hace decenas de miles de años, cuando los kelts llegaron a Urasa (nuestro mundo) en la penúltima era gélida y se decidió poner inicio a la existencia humana, los kelts eran adorados como dioses por los adamas de la tierra. Así, en palabras humanas, era como contaban los ancianos sobre la llegada de los kelts a nuestro mundo:

"Los dioses, mejor dicho, un puñado de dioses se compadecieron de los humanos primitivos y quisieron ayudarlos a mejorar sus condiciones de vida, pues vieron en ellos que en decenas de miles de años no habían pasado de erguirse en dos piernas y usar herramientas de piedra y palo, pero más de eso los humanos no podían hacer, siquiera el fuego o la recolección de frutos alimenticios. También observaron en ellos profundas carencias y necesidades; tiritaban de frío por las noches, se envenenaban por no distinguir correctamente las frutas nutritivas de las venenosas, eran comida fácil de las fieras por no saber defenderse y las tempestades los aterrorizaban pues no las comprendían.

A la gran mayoría de dioses les era indiferente la situación del ser humano debido al menosprecio que le tienen a nuestra especie, otros más extremistas los veían como un error, una abominación en la que incurrieron al originar su especie. Pero hubo un grupo particular de seres divinos que se compadecieron del ser humano y decidieron instruirlo en ciertos aspectos, para ayudarlos a mejorar sus vidas con el mayor regalo que alguien podría recibir, el conocimiento. Con el tiempo iban enseñándoles a los humanos primitivos a manipular el fuego, las bondades de las plantas, cultivar la tierra, los ciclos de las estaciones y el arte de la caza; aunque su supervivencia era mayor, ya que los humanos se juntaron para formar aldeas aún les faltaba mucho para hacer de sus vidas algo llevadero".

Este grupo de seres celestiales eran llamados "Los Hijos de Duadana", príncipes del imperio de Lamathia, quienes vivían en una villa privada no muy lejos de Athalan, llamada Hail Brassil, nombre que significa Estrella Lejana.

Un día, bajaron a la tierra en sus carrozas luminosas los Hijos de Duadana, cubiertos cada uno por una caperuza gris, sencilla y sin hornamentos para no impresionar demasiado a los humanos, quienes no conocían hasta ese entonces más que lo que la madre naturaleza les había mostrado, por lo que llamaban celestial a todo lo que escapaba a su precaria razón. No dejaban ver más que sus rostros a través de sus transparentes "Máscaras de Vida" para que el hombre no los tuvieran por espíritus informes, y sus piés para que sepan que no eran muy diferentes a ellos; así lo hicieron por miles de años.

Caminando en el mundo de los hombres, la princesa "Silen la Blanca" -llamada así por sus cabellos albinos-, quien pasaba por los bosques de hojas caducas de lo que hoy son las Islas Británicas, se encontró con un niño escondido temblando de miedo entre la maleza, huérfano porque un oso pardo acabó con sus padres quienes lo protegieron desesperadamente con sus vidas, así como también el animal también yacía sobre la hierba sin señales vitales, herido mortalmente por la lucha.

Silen, conmovida por la escena, se alegró de ver que al menos el infante sobrevivió a tan cruda escena, lo que la hizo llorar. Preguntó al pequeño en sus brazos cómo se llamaba, pero no pudo contestarle nada claro, no tenía el lenguaje articulado que esperaban, solo con balbuceos ininteligibles se expresaba. Al ver al huérfano sin lenguaje y desprotegido al no poder contar con sus padres vivos, se lo llevó consigo en sus brazos y lo tomó en adopción para que creciera bajo su tutela y cuidados.

"Cernos Barbarroja" -llamado así por su abundante barba colorada- llegó más tarde, examinó los cuerpos y incluyendo a la osa muerta. Al tocar sus ojos pudo ver con precisión todo lo que ocurrió, lamentando tan fatídico suceso. Vio el cazador en ese momento un osezno que insistentemente llamaba a su madre a levantarse y atenderlo, pero la tristeza iba creciendo en la cría al ver que no tenía respuesta. En un acto de compasión, el gran cazador Cernos tranquilizó al osezno y se lo llevó consigo para que pudiera sobrevivir y crecer. "Un osezno y un adama, unidos en un fatídico evento" suspiró resignado Cernos con la cría en sus brazos.

La princesa adivina arrullaba en sus brazos al pequeño adama, de pelo rizado, ojos avellana y cara redondeada; lo encontraron muy sano y bien nutrido. Un sentimiento maternal había nacido en la adivina Silen a medida que caminaban al reencuentro con sus hermanos, aún para su joven edad cósmica en la que aún no había desposado a nadie de los de su raza, vio en el pequeño sobreviviente más que a un protegido o un posible sirviente o aprendiz, vio un hijo de espíritu.

Agradeció al universo el haberlo encontrado, y eligió para él un nombre por el cual tanto kelts como humanos lo reconocerían por todos los evos. Tristán fue el nombre con el que le invistió, el cual significa "discípulo", ya que ella y sus hermanos lo criarían y educarían como uno de los suyos. Al llegar junto a sus hermanos a Hail Brassil lo presentó ante ellos, les contó la situación en la que fue encontrado y también agradecieron el haber salvado su joven vida de las garras de las fieras.

Gorez, Lush y Badicca disfrutaban de un opíparo almuerzo en el comedor, pensando en cuál podría ser su siguiente destino a viajar. Nadie de su mundo sabía lo que los Hijos de Duadana -quienes desdeñaban a los humanos por su naturaleza- estaban haciendo con el pequeño Tristán, ya que seguramente los verían como una vergüenza para la casa real e incluso los acusen de felonía. Temiendo de que alguien más se llegara a enterar de ello, los hermanos discutieron sobre qué hacer con Tristán.

-Les debo recordar que nadie más debe saber que nos hacemos cargo de Tristán -dijo Cernos sobre el niño al que hallaron.
-Ser la vergüenza para los de mi raza es lo de menos comparado con lo que este niño puede hacer con la instrucción que podemos ofrecerle -dijo Silen al respecto.
-Mejor que quede esto entre nosotros, su enseñanza y crianza será nuestro secreto mejor guardado -sugirió Badicca.
-Este niño será visto como una leyenda entre los suyos, un enviado del cielo, así lo verán -aseveró Cernos con presunción.
-Saben, no creo que nos hagan demasiado problema por un simple crío adama; después de todo, ¿Qué podría pasarnos? ¿Ser acusados de algo grave y ejecutados?  No, no creo que llegue a tanto -pensó en voz alta Gorez.
-Tal vez el destino nos dio a este pequeño para que, por medio de él, los adamas avancen y sean un poco como nosotros. Los adamas son seres conscientes y merecen todo el debido respeto, deben ser como nosotros -dijo Shemaz pensando en los humanos-
-No hay ley que nos prohiba lo que hacemos. Después de todo, somos de la familia imperial y castigarnos sería inaudito. ¿No es así? -insinuó Lush.
-Yo qu le ustedes me preocuparía igual. Ellos ya no son los que recordábamos de nuestra niñez, algo pasó que los volvió fríos y distantes incluso con nosotros -les recordó Silen a sus hermanos.
-¿Por qué debería extrañarnos eso? Ni en nuestra niñez los veíamos mucho, pasaban más tiempo guerreando o asistiendo al coliseo o a las ejecuciones -le contestó Cernos a su hernana-
-Yo también los vi muy cambiados. Lo sé porque siempre los seguía casi a donde fuera -dijo Shemaz.
-Así quedamos entonces. Nadie dirá nada sobre Tristán, ni siquiera a las criadas -concluyó así Badicca.
-No se diga más, pues. Será nuestro secreto y fin de la discusión -finalizó así Lush la tertulia.

Ya con todos los hermanos de acuerdo la decisión era unánime: el niño fue adoptado en absoluto secreto, y se le dio por nombre Tristán. Así fue como quedaron los hermanos, cada uno de ellos lo instruiría en lo más básico de sus saberes mientras Tristán iba creciendo, además de darle cobijo, alimento y techo junto a los Hijos de Duadana. Entre todos le enseñaron el lenguaje hablado de los Kelts, la raza a la que ellos pertenecían, el cual lo aprendió de manera lenta y pausada pero constante, con la Diadema de Lenguas, una banda en la cabeza que traduce cualquier idioma hablado. Así también le comenzaron a enseñar parte de sus costumbres y su forma de vida.

Por fortuna para ellos había en Hail Brassil una tienda que vendía juguetes para niños pequeños, y compraron unos muñecos con los que los niños kelts acompañaban su sueño para hacerle sus primeras ropas al pequeño Tristán. Badicca lo vistió y las prendas le quedaban holgadas, por lo que sacó unas tijeras, aguja y un ovillo de hilo. Ya conociendo sus medidas pidió a su hermana mayor comprara más muñecos y darle sus ropas al adama.

Y así, sin que nadie lo supiera, el destino de la especie humana ya se había puesto en dirección de cambio y no había marcha atrás.

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Saludos, amigo lector. Espero te guste éste trabajo, así como espero yo leer tus comentarios y opiniones. Gracias :-)

El Primero De Los Elementales |La Leyenda de Tristán el Iniciado I|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora