Capítulo 13

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Padre contra hijo. Parte 2

Los ojos transmitían a las pantallas de todos los rincones del imperio las imágenes del épico duelo entre padre e hijo, y así como había gente que tomaba partido por el soberano Demius también el príncipe Shemaz tenía sus adherentes; solo que éstos últimos eran más bien los ciudadanos de las provincias más alejadas del reino, y los del emperador eran casi todos en la patria original kelt, Lamathia.

Los simpatizantes del emperador lo alentaban porque con su imperio una era de prosperidad había llegado a su gente y el orgullo hacia su nación se hizo fuerte con su figura, mientras que el príncipe era admirado por los provincianos por su actitud empática y bondadosa para con las gentes comunes, al igual que sus hermanos.

En cuanto a la reyerta definitiva entre el emperador Demius y el príncipe Shemaz ésta había llegado a un punto muerto, cediera quien cediera recibiría un golpe devastador que bien pudiera ser decisivo. El joven príncipe empezó a sacar ventaja lentamente en la fuerza de su hechizo respecto a la de su padre sumiéndose en una profunda concentración. A medida que éste iba cediendo el aura de Demius empezó a oscurecerse, queriendo permanecer en pie ante el ataque fue arrastrado lentamente aún oponiendo gran resistencia.

El público en la gradería a la que el soberano daba su espalda ya se había vaciado, pues el pavor por semejante lucha de poderes los hizo huir de sus asientos; la expectación y el fervor se iba convirtiendo en terror en el resto de los espectadores. "Bien hecho hijo, no me dejaste opción. Ahora sí me decidí a eliminarte" dijo el emperador al verse arrinconado por la potencia del hechizo de su hijo, y luego de un pequeño tire y afloje se oye una gran explosión. Gran parte de la gradería quedó deshecha, restos vitrificados y demás escombros era todo lo que quedaba, pero no habían señales de Demius.

Shemaz quedó al borde del desmayo, había usado una gran cantidad de poder para no ser abrasado por el ataque de su padre, desplomó sus rodillas al suelo y jadeó del cansancio. Oyó una risa que provenía de lo alto, una risa de una voz que le resultaba familiar, pero que tenía algo extraño, perturbadoremte extraño; escalofríos recorrieron su espalda, unas energías muy densas y pesadas se sentían en todo el estadio.

Los espectadores que quedaban aún en sus asientos quedaron paralizados y pálidos ante el oscuro espectáculo en el que se había convertido, pues el emperador Demius emergió flotando en el aire rodeado de un aura tan oscura como la noche, fétida como la muerte y aterradora como lo desconocido. La reina Duadana ya lo había intuído con sagacidad, el verdadero poder del señor del imperio se había desatado; ordenó pues a sus guardias marcharse junto con ella del estadio, diciendo que era peligroso permanecer allí en esas condiciones. Pero el mensaje para sus hijoa fue distinto:

"Si quieren pueden quedarse a apoyar a su hermano, pero no garantizo para nada su seguridad. No les culpo si se fueran ahora, sería lo más sensato verlo en una pantalla ahí fuera que exponerse aquí. Estarán ahí bajo su propio riesgo si se quedasen, y si es que no les importa morir".

Sus hijos, muy por el contrario de ella, quedaron impactados ante lo que estaba sucediendo, sus bocas temblaban así como sus pulsos ante el poder que su padre desató; hasta Cernos, el más endurecido de los hermanos por la ruda vida de los cazadores, sintió miedo, como hacía ya bastante que no lo sentía.

El emperador no solo estaba ileso, también su poder crecía segundo a segundo y parecía no detenerse. Su aura formó un enorme orbe oscuro tan grande que llegaba hasta las gradas más bajas, del cual salían apéndices serpenteantes que se ensartaban en los pechos de los espectadores, drenándoles lenta y dolorosamente las fuerzas vitales hasta quedar poco menos que marchitos; el hechizo era conocido como La Gran Ladrona de Almas. "¡Este es mi verdadero poder, hijo! ¡Por desafiarme te lo haré caer sobre tus hombros!" Gritó desde lo alto a su hijo Shemaz mientras iba consumiendo las vidas del público. Los pocos que pudieron sobrevivir huyeron del anfiteatro despavoridos.

El Primero De Los Elementales |La Leyenda de Tristán el Iniciado I|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora