Capítulo 27

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Viviendo con los Comerciantes de la Muerte.

Eleios balbuceaba cosas mientras dormía, y se le oyó decir: "Nada de nombres ni edades, solo un alma que segará tu vida". Despertó entonces de su convalescencia en una cómoda cama, encontró una mesita a su diestra con viandas y una jarra con un líquido verdoso de aroma dulce. El anfitrión que lo recibió en aquel enorme portal metálico se hallaba sentado en una butaca al lado de su cama, ya con el rostro descubierto. Revelando una espesa barba blanquecina, rostro con un arrugado verde pálido, ojos grandes de mirar compasivo y una brillante calva con motas grisáceas, saluda a Eleios quien ve dónde se encuentra: en la habitación de recuperación de los peregrinos.

-Eres tú... Otra vez -dijo Eleios recobrándose de la modorra.
-Era hora de que te despertaras, joven.
-Y tu te llamas... Ah, cierto, "sin nombres ni edades".
-Aquí puedes llamarme como me llaman los otros: "El Anciano Bondadoso". O simplemente "Anciano".
-Anciano, ya que está aquí tengo unas preguntas para hacerle.
-Escucho, joven.
-Thanais es una ciudad portuaria y mayormente pesquera. ¿Necesariamente tenemos que hacer la peregrinación desde Puerto del Ocaso para ser admitidos? ¿Y los que viven en Thanais no necesitan hacerlo?
-El viaje es en sí mismo parte de la preparación para quien quiera ser morador de esta casa de muerte. Los que no estén listos o quieran evadir la travesía tienen lo que les corresponde.
-Ahora, dígame sobre los que sean de la ciudad y quieran ser parte de su... casa.
-Es un viaje que todos deben hacer sin importar su origen y extracción, joven. Ah, mira por la ventana y verás qué pasa con quienes tratan de saltarse ese importante periplo.

Se levantó Eleios de su alcoba y miró por la ventana a un peregrino a quien se le abrió la gran puerta. Su imagen se veía desde el interior del muro por acción de unos hechizos de luz, el viajero quien resultó ser de raza kelt se quitó el turbante. Una vez pasó a través de la entrada quiso emprender carrera hasta la entrada principal de la gran casa, pero en algo lo paró en seco y con rigidez mortuoria. El Anciano dijo que mirara hacia los muros y Eleios vio cómo el propio reflejo del intruso lo tenía cogido desde atrás con un cuchillo en la garganta. De un rápido movimiento el reflejo de aquel intruso abrió el cuello a su reflejado, con un profundo tajo que abrió una fuente sangrante y lo arrancó de la existencia. Eleios quedó perplejo por la forma en la que el intruso fue degollado, comprendiendo así que los propios muros de la Casa del Silencio son, ultimadamente, una defensa ante infiltrados.

Aquel cuerpo sangrante tendido en el piso fue recogido de inmediato por encapuchados con túnicas de color blanco por un lado y negro por el otro, incluyendo la capucha. Al subirlo a su camilla lo cubrieron con una mortaja y se lo llevaron a una entrada a la derecha del edificio principal, que conducía a las criptas de disección. Se acercó pues El Anciano y, con unas palmadas gentiles al hombro, dijo a Eleios mientras se sentaban al borde de la cama y untó mermelada en una rodaja de pan para servírsela al peregrino:

"Verás, mucha gente viene en busca de retaliación aquí y solo encuentran el abrazo de la muerte. Aquí la muerte no solo es objeto de nuestro lucro, también es nuestro culto, así también nuestro objeto de pesquizas.
Nos han llamado de muchas maneras: Mercaderes de la Muerte, Parcas del Abismo, Llenadores de Tumbas, y así. No somos simples asesinos a sueldo, la muerte es nuestra vida. Todo aquí gira en torno a la apacible muerte, a su silencio y paz".

Tomó Eleios un vaso del líquido de olor dulce y con él acompañó la rodaja de pan con jalea. Era jugo de la fruta del muerto, propia de la ciudad de Thanais y famosa por su agradable sabor y por servir de base para el trago local conocido como Reanimador. Pensaba que se sentiría listo para estar a la par con los Mercaderes de la Muerte, que sus años de lucha en las arenas de los anfiteatros lo habían curtido lo bastante para lo que le esperara. Se obligó a comer aquel desayuno con todo y el vacío en el estómago que le produjo aquello que vio hace instantes.

El Primero De Los Elementales |La Leyenda de Tristán el Iniciado I|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora