Capítulo 48

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Sarissos y Ankhala bajo ataque. Los Majuin intervienen

El sol Hailee se ponía en el horizonte de Lamathia, en un atardecer que se iba poblando de cúmulos de nubes y vientos que presagiaban lluvias sobre la capital. Balderios y Kelsirus aprovechaban su día libre de luchas y de entrenamientos para darse un poco de cotidianidad en su mansión, uno barriendo los patios y el otro limpiando los pisos interiores, cuando a su puerta llama un desconocido encorvado cubierto por una capa gris feucha que no revelaba más que su boca. "Jovencito, lo he estado buscando" dijo con voz áspera de senectud a Balderios quien pasaba con su escoba en los adoquinados de la entrada.

-¿Se refiere a mí, señor? -Interpeló Balderios acercándose extrañado.
-Sí, a usted y a su hermano -replicó el misterioso visitante. Es importante y ambos deben escuchar.
-¿Mi hermano? ¿Cómo sabe de él? ¿Y usted quién es para empezar?
-Solo hágale venir, éste mensaje es para él también -arguyó el desconocido.
-Mi hermano llegó hace poco de un viaje y no sé si esté de ánimos para visitas.
-Será solo un momento, después me iré por donde vine -continuó insistiendo el extraño.
-Como quiera, pero si él se pone de malas no me hago responsable -se excusó Balderios antes de ir junto a su hermano.

Balderios hizo venir a su hermano y éste no vino de buen agrado. Antes de que Kelsirus se le acercara con soberbia para intimidar al encapuchado éste muestra sus manos y los hermanos se paralizan en seco. Las manos eran femeninas con uñas pintadas en un azul marino y la mano diestra fue a la boca, sacando de ahí una anilla que encajaba con una muela; se descubrió el rostro y demostró ser la inconfundible faz de la emperatriz Duadana.

-Jovencito, ¿cómo se atreve a venir así ante su superior? -Cuestionó la emperatriz a Kelsirus.
-¡Señora mía, me sorprende de sobremanera verla aquí y con esas fachas! -Respondió sorprendido Balderios ante el mutismo de Kelsirus.
-Vengo a encargarles dos misiones más antes de liberarlos de sus servicios a nosotros. Primero quiero que provoquen destrozos en las ciudades de los Kathacan y de los Bolster, y mañana irán con rumbo a Urasa a eliminar a mis hijos.
-¿Solo eso, Señora? -Preguntó Kelsirus ya con permiso de hablar.
-En efecto, joven. Para lo último se contactarán con una célula durmiente ahí para coordinar la operación, yo les facilitaré el contacto.
-Si con eso pagamos lo que hacen por nuestro padre, lo haremos sin preguntar.
-Ya nos organizaremos, Señora. Saldremos dentro de poco.
-Ya seleccionaré yo a sus subordinados para que los acompañen en la misión.

Terminadas sus labores al cernirse la oscuridad nocturna ambos cerraron la casa y activaron los hechizos anti-intrusos hasta la llegada de su madre de regreso. Caminaron hasta las murallas del palacio imperial pintadas de un dorado brillante que la hacía lucir hecha de oro sólido, se encontraron ante una puerta resguardada por guardias y les enseñaron sus marcas en el antebrazo. Los guardias en sus nuevos uniformes de placas azul pálido y mosquetes los dejaron pasar a través de aquella puerta levadiza.

Aquella entrada conducía a unas escaleras que bajaban a un subsuelo a diez metros del nivel de la calle, en aquella estancia bien iluminada por candelabros y lámparas que daban una atmósfera acojedora a pesar de alojar en su interior a diez reclusos encapotados con la marca de la Daga en sus antebrazos. A éstos los acompañaban los soberanos del imperio Demius y Duadana, y éste último se aclaró la voz antes de hablarles a los recién llegados:

"Bienvenidos muchachos, los estábamos esperando. A estos diez reclusos los distribuirán en dos grupos para una serie de ataques a las ciudades de Stigoy y Mudaras. Pueden robar, incendiar, tomar rehenes y pedir rescates si así lo desean. Si éstos sobreviven a la misión y la cumplen a cabalidad serán liberados, además de que cualquier botín que consigan podrán repartírselo entre quienes queden. Balderios, Kelsirus, son todos suyos."

El Primero De Los Elementales |La Leyenda de Tristán el Iniciado I|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora