Capítulo 41

9 2 0
                                    

El regalo de la muerte en la capital taucetiana

El mediodía pasó en la capital taucetiana, Cacharik,  La Doncella y sus compañeros mercaderes de la muerte se hicieron de una habitación en el hospedaje y cerraron tras de sí la puerta con llave. Aquella habitación lucía acogedora para grupos de viajantes, sus tapices blancos como el marfil. suelo de cuarzo rojo y la luz amarillenta de las lámparas daban un ambiente confortable en la estancia. Se acomodaron y sentaron en sus camas para decidir los pasos a tomar para lograr su cometido.

-Ahora que se acomodaron creo que ya debemos discutir el plan de acción -dijo La Doncella.
-En lo relativo a seguridad las instalaciones están muy bien protegidas, entrar será muy difícil y los guardias son conocidos por ser formidables en la lucha mano a mano -acotó El Abandonado reclinado sobre el almohadón de su cama.
-Toda medida de seguridad debe tener un punto débil, incluso siendo mágica -comentó Ojos de Estrella.
-Tiene razón, pero ni siquiera con mi doble de sombras me fue posible acercarme -replicó El Abandonado. Eso solo significa que en los guardias está la clave para poder ingresar.
- ¿Y si los guardias tienen consigo un hechizo de pase? Digo, solo así podría pasar a través de aquella seguridad -pensó Eleios en voz alta.
-Debe ser, pero no vi que porten algún objeto o alhaja encantada-replicó el taucetiano . A menos que...
-A menos que el pase mágico lo lleven inscrito en la piel -adujo El Soñador. Así como un lugar puede ser protegido por sigilos hechos con tintes especiales, ellos habrán de tener estampas como esas en sus cuerpos.
-Si los guardias los tienen, los demás empleados de la familia del siderúrgico lo tendrán también por defecto -supuso La Doncella. Abandonado, ¿será más fácil para ti hacerte con la clave si te haces con un empleado?
-Supongo que sí, así sí podré adentrarme en la mansión del objetivo -dijo El Abandonado encogiéndose de hombros. Puedo utilizar un doble de sombras y mirar desde otro ángulo, uno en el que no me vean esos oannes.
-Una vez obtengas la señal de pase nos la facilitarás a mí, al novato y a Ojos de Estrella -instó La Doncella. Los haremos salir mientras nos enfrentamos a los guardias con olor a pescado.
-Y el regalo de la muerte lo podrá dar cualquiera de nosotros, ya sea El Abandonado o yo -infirió El Soñador.
-En efecto, todo eso mientras vamos al gran mercado como compradores -pensó La Doncella. Terminada nuestra misión nos veremos aquí y partiremos mañana de vuelta a Lamathia.

Todos se vieron el uno al otro y asintieron, ya estaba decidido. El Abandonado llamó al Soñador para que lo ayude a obtener esa información clave y Ojos de Estrella fue por su parte al salón comedor en busca de una merienda, dejando a La Doncella y a Eleios solos en aquella habitación. Ella se levantó de su cama y se detuvo justo frente a Eleios quien aún seguía sentado en la suya.

- ¿Sucede algo? -Inquirió extrañado el joven.
-No creía que nos fueran a dejar solos, pero como ahora lo estamos quería aprovechar y proponerte algo.
-La escucho, usted dígame y lo haré.
-Espérame un momento -dijo ella antes de ir y cerrar con llave la habitación.

Al volver junto a Eleios se desabrochaba lentamente los botones de su vestido.

-Prometí a tu hermano que te cuidaría, y creo que él estaría más que de acuerdo en lo que quiero hacer ahora contigo.
- ¿Hacer qué? Explícate por favor.
-Es una misión peligrosa en la que seguramente podrías morir, y a tu edad dudo que hayas conocido a una hembra. ¿Cuántos ciclos tienes?
- Tengo diecisiete ciclos, y en un mes alcanzo la mayoría de edad. Espera, ¿y eso qué tiene que ver con que te quites el vestido?
-A eso voy, jovencito -dijo antes de desnudar su mitad superior ante el cada vez más atónito Eleios. Tómame, aprovecha y no te contengas.
-¿En s-s-serio q-quiere que lo hagamos? ¿N-n-no hay algún truco en esto? -Cuestionó el muchacho con habla entrecortada teniéndola tan cerca suyo.
-No, es que temo que mueras tan joven como para no haber conocido los placeres de la carne.
-Bueno, la idea me gusta, pero creo no hay protecciones aquí que podamos usar para evitar tanto infecciones como el que te...
-Por mí no te preocupes, que las redomas que me dejaron así me hicieron inmune a enfermedades sexuales, pero también estéril. No te preocupes, no hay compromiso alguno, además para mí no es algo especial lo que te haré.
-Como diga -dijo Eleios antes de levantar sus brazos y dejarse desnudar. No imaginaba que lo haría justo antes de matar a alguien.

El Primero De Los Elementales |La Leyenda de Tristán el Iniciado I|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora