Sentí que la puerta se abrió, por lo que abrí los ojos con dificultad e intenté sentarme en la cama mientras pegaba un gran bostezo.
-Señorita Mía, su padre está aquí- me dijo una de las empleadas.
Con la cara hecha un poema, bajé de la cama y corrí por las escaleras para encontrarme con mi padre de frente.
Vaya, esto sí que es una sorpresa.
-¿Qué haces aquí?- salté a sus brazos, con una sonrisa gigante y hundí mi cara en su cuello.
-Mi hija me necesita y siempre voy a estar aquí para ti. Arréglate, vamos a ir a tomar desayuno.
Me bañé y vestí en tiempo record. Creo que este era el día más feliz del mes.
Con mi papá fuimos a tomar desayuno a una cafetería que está en el centro de la ciudad y dada la situación, aprovechamos de conversar todo sobre mi mudanza, ya era un hecho que me iría a Santiago y yo no podía estar más ansiosa.
Pasamos el fin de semana juntos, pero como todo lo bueno, esto se acabó rápido ya que tenía que volver con la Patricia y cumplir en el trabajo.
En una semana volvía a Santiago después de 6 años. Mi papá hizo todos los papeles en el colegio, les pagó por adelantado a los empleados de la casa, mientras yo me dedicaba a hacer mis maletas. Mi mamá no estaba enterada de nada, de hecho, ella no había estado en casa sí que tampoco tenía cómo saberlo.
Se quedaría en la calle y no tenía idea.
Cuando llegó el día jueves, el día en el que me iba, me despedí de todos mis amigos, sin embargo no tenía pena, porque lo único que yo quería era irme a la mierda. Me dormí temprano para poder levantarme el día siguiente. Como un buen día de marzo, caluroso día de marzo, me puse un vestido blanco corto con media manga, tenía un diseño en el pecho de encaje. Unas chalas con taco de madera no tan altas y dejé mi pelo liso bien peinado. Me maquillé al natural y me puse lentes de sol.
Tocaron la puerta y entró la Ana a mi habitación. Me miró, sonrió con pena, caminó hasta mí y se sentó a mi lado.
-La voy a echar de menos señorita Mía- acarició mi pelo lacio y me abrazó- lamento no haber hecho nada en contra de su mamá.
-Tú, Luciana y Alexis fueron los que más me protegieron estos años, no sé cómo agradecerles- le di una sonrisa y ella me la devolvió.
Nos abrazamos, ella se fue y terminé de arreglarme. Bajé las escaleras y despidiéndome de las tres personas que me acompañaron durante estos tortuosos años, subí al auto.
Me llevaron hasta los pies de un helicóptero, mi papá sí que estaba preparado.
Subí tiritando, tenía miedo y no lo iba a negar. Me senté mirando por la ventana. Subió el piloto, el cual me dio todas las indicaciones a seguir, todo, me pasó unos audífonos los cuales me puse sin dudar y echó a andar esta cosa.
Nunca había andado en helicóptero, pero para ser la primera vez, está bastante divertido.
Llegamos a Santiago a eso de cerca de las 3:30 de la tarde. Bajé con cuidado, ordené mi pelo que seguía lacio y peinado, me puse los lentes de sol y los subí a mi cabeza.
Se me acercó un hombre y tomó mis maletas, las guardó en el maletero de un auto negro con vidrios polarizados.
-Mucho gusto señorita Undurraga, soy Pedro- me tendió la mano y yo acepté con una sonrisa.
-Dime Mía, por favor y el gusto es mío.
Me abrió la puerta y subí. Él subió en el puesto de piloto y echó a andar el auto.
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Mia [Jaidefinichon GOTH]
FanfictionDetrás de cada historia, se encuentra el escritor y ella decidió cambiar la historia.