Se sentía mal por cómo le había tratado y sus ojos de color café la perseguían día y noche. De nuevo, las ojeras eran más notables y sus clavículas se veían más huesudas que nunca.
"¿Comes bien?"
"No te importa."
Él se sentó con ella.
"Claro que me importa, chica del café." Suspiró. "Estamos hablando de tú salud."
"Pues no debería."
"¿Estás bien?"
Jenna depositó con lentitud la taza de su humeante café sobre la mesa. Alzó la vista y se topó con los excitantes ojos del chico.
"No."