Vini, Vidi, Vinci...

269 48 0
                                    

"No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros y destapar el cielo."

Mario Benedetti

..............................

Conduzco hasta Washington lo más rápido que puedo. Allí me reuniré con mis superiores que me informarán de todo lo referente a la misión.
Solo sé que tenemos que volver a la puta selva de la que salimos hace solo unos meses y en la que perdí a varios de mis hombres. Sé que ha habido complicaciones y por eso tenemos que volver.

No dejo de pensar en Anna, en su voz, su sonrisa, sus ojos... Cuando la vi desmayarse y luego inconsciente en la camilla, un sentimiento de rabia e impotencia se apoderó de mí. No entiendo lo que me ocurre, no la conozco, no sé quién es...
No me sentía así desde Chloe.
Dios... Chloe...
Basta... No quiero pensar en ella. Eso fue hace mucho tiempo. He estado huyendo de todo lo que pudiese hacerme sentir, de lo que pudiese hacerme sufrir y ya va siendo hora de que pase página.

Lo curioso es que hasta hoy, hasta Anna ni siquiera me lo había planteado. Ni siquiera pensaba que tuviese derecho a volver a sentir, pero ya no hay marcha atrás. Volveré a por ella... Tengo que volver a verla y descubrir que es lo que estoy sintiendo.

Llego a las oficinas y aparco el coche en el parking. Odio estar dentro de las oficinas, mi trabajo está fuera, pero a veces es un mal necesario, como hoy. No han querido informarme por teléfono, así que no me ha quedado más remedio que venir hasta aquí.
Subo hasta la quinta planta e informo a la recepcionista que me están esperando. Me señala uno de los despachos y me pide que entre directamente.

Estoy agotado, llevo días sin dormir y necesito descansar. Irme de vacaciones, no pensar en el puto trabajo durante una buena temporada.
Llamo a la puerta y entro sín esperar respuesta.
Allí están, los peces gordos. Reconozco a los altos cargos militares que me saludan al entrar, pero me sorprende ver a un par de civiles. Más mierda política, seguro.

- Capitán O'Connor - me saludan. Uno a uno me van estrechando la mano. Sigo sin saber quienes son los civiles.

- Gracias por venir - me dice el General Wilson - Sabemos lo del accidente de avión y sabemos que deberíamos haberle dado un tiempo de descanso, pero carecemos de ese tiempo Capitán. Como sabe hace unos meses hicimos una incursión digamos que no del todo legal, para apresar a uno de los mayores capos de la droga. No era presa fácil, pero según los informes que habíamos recibido iba a reunirse con un posible comprador a espaldas de su socio. De ahí que la reunión fuese en mitad de la nada y de ahí que supuestamente la vigilancia fuese a ser menor. Los informes resultaron no ser del todo acertados y por eso tuvieron las complicaciones que tuvieron.

- Señor, disculpe que le interrumpa, pero a mi parecer no fueron complicaciones, fue un puñetero desastre, una puñetera carnicería. Perdí a tres de mis hombres y varios más resultaron heridos - siento como me sube la bilis por la garganta. Le daría un puto puñetazo en su estúpida cara de burócrata.

- Bueno Capitán, siempre hay daños colaterales. Usted lo sabe y sus hombres también - me dice.

Será hijo de puta, pienso. No fueron daños colaterales. Fue por la puta estupidez de aquellos que en lugar de salir al campo de batalla, dan las órdenes desde sus cómodas oficinas de Washington.

Respiro hondo.

- Me encargaré de trasmitir sus condolencias a las familias de mis hombres... señor - respondo con ironía. Sé que estoy rozando la insubordinación y sé que tengo que calmarme, pero que se atreva a calificar la muerte de mis compañeros de daños colaterales me supera. No fueron putos daños colaterales, joder.

Quédate conmigo... amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora