Hold me closer and I feel no pain...

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"Muchas veces me he preguntado si creo en los amores a distancia.
Indudablemente sí. El amor, si es de verdad, no entiende de nada. ¿Va a entender de kilómetros? Por supuesto que no. No entiende ni de la mayor de las dificultades.

Eso sí, siempre buscando que esa distancia un día se convierta en cercanía. Poniendo ese objetivo de ilusión. Restando días. Intentando que las cosas salgan bien.

Un mensaje es soñar. El siguiente fin de semana unas ganas de todo. Un "te echo de menos" vale por al menos veintisiete.

Los "te quiero" al despedirse duran en las cabezas, semanas. Los besos tienen el doble de ganas. Y una fuerza brutal.
Los días de mucho más que 24 horas. La piel siempre a flor de piel. Las lágrimas. Sinceras.

Suerte fue conocerse."

Defreds

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Cuando suena el teléfono de la habitación avisándome de que son las siete de la mañana, llevo varias horas despierto. No dejo de darle vueltas al asunto e intentar encontrar la mejor solución para este embrollo. Sólo son las siete, pero en España es más de medio día y necesito hablar con Anna desesperadamente. Estoy preocupado por ella y la echo muchísimo de menos. Toda mi vida he sido yo quien se marchaba y dejaba atrás a algún ser querido, pero está vez he sido yo quien se ha quedado atrás y el sentimiento totalmente desconocido de soledad que se apoderó de mí cuando la vi cruzar las puertas de cristal del aeropuerto, aún me acompaña. Es desconcertante.

Algo le pasa al maldito teléfono, por más que intento llamar a Anna, no me permite realizar la llamada. Pruebo con otros números pero nada. Intento mandar mensajes pero se quedan en el buzón de salida y no llegan a enviarse. El teléfono no parece coger cobertura. Recuerdo una escena de una película. Alguien llamaba al departamento de informática porque no le funcionaba el ordenador y la contestación del ingeniero de turno, fue que si había probado a apagarlo y a volverlo a encender. Así de simple. Así que decido hacer lo mismo. Apago el teléfono y espero unos segundos antes de volverlo a encender. Pero ahora ni siquiera se enciende. Me cago en la puta. No me sé el puto número de Anna de memoria y necesito llamarla. También necesito el teléfono de las oficinas de Washington si quiero poder contactar con el General y reunirme con él.

Decido desayunar primero e intentar buscar una tienda con soporte técnico para ver si pueden hacer algo con el maldito teléfono. El no poder llamar a Anna me está creando una ansiedad bastante difícil de gestionar. Pido el desayuno en la habitación y mientras llega, me ducho. Me tomo un par de cafés y después de vestirme, decido salir en busca de la dichosa tienda de móviles. Todavía no son ni las ocho, y en recepción me informan de que el horario de apertura de la tienda es de nueve de la mañana a seis de la tarde. Me queda más de una hora de espera y no pienso estar deambulando por Washington haciendo tiempo. Me dirijo a las oficinas centrales y cruzo los dedos para que el General esté allí.

Hay un buen paseo hasta las oficinas, pero casi no hay nadie por las calles y el frescor de la mañana es revitalizante, así que decido ir caminando. Poco a poco la ciudad va cobrando vida. Familias con niños, hombres y mujeres con traje corren con prisa de un lado a otro. A pesar de haberme tomado dos cafés, necesito algo más de cafeína y decido entrar en un cafetería y pedir un café para llevar.

Con el café en la mano, sigo mi camino. Llego a las oficinas antes de lo previsto y me informan de que el General aún no ha llegado. Le pido a la recepcionista que le contacte por teléfono y le pregunte sobre qué hora va a llegar. Necesito organizarme y no puedo estar aquí sentado perdiendo el tiempo. Llevo un rato esperando cuando por fin la recepcionista llama mi atención con la mano y cuando me acerco me informa de que Jameson está de camino y que no tardará mucho en llegar. Ya son las diez de la mañana.

Quédate conmigo... amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora